Simplemente Nina

Cápitulo 65

-Te digo que si Tommy –insistí mientras caminábamos a casa. Las cosas gracias a dios habían regresado medianamente a la normalidad – eran nuestras liquidaciones. No va a esperarnos como dijo. Eran del mes que viene. Ósea en un mes y medio estamos de patitas en la calle.

-¡Es increíble! –Masculló –¡ya me parecía que tanto sentimentalismo no era real!

-Yo le había creído –dije, y me volví a detestar por ser tan floja. Por creer siempre en la palabra ajena.

-No es tu culpa que él no sea sincero. –me defendió.

-Igual nadie más que nosotros puede saberlo. Lo vi porque estaba hurgando entre las cosas como las ratas.

-No voy a contárselo a nadie –dijo –tranquila Nina.

  Caminamos unos minutos en silencio. no tarde en perder la consciencia imaginando las desgracias en las que caería mi vida cuando perdiera mi empleo. Nadie me ganaría nunca en dramatismo. Nadie. Jamás. 

-Mañana a la tarde vamos a ir a tirar curriculums con Nico ¿Querés venir?

-Voy a estar ocupado, pero si salen de nuevo después los acompaño.

-Está bien –dije –necesito encontrar trabajo lo antes posible Tommy. No sé qué voy a hacer sino.

-No vas a morirte de hambre Nina –sonrió –sino conseguís trabajo contás con nuestra ayuda hasta que salga algo.

-¡No ni ahí! –dije negando con el dedo, la cabeza y toda la cara –¡No voy a andar molestando a mis amigos!

-No es molestia –dijo riendo –sabes que podés contar conmigo Nina, como yo he podido contar con vos todo este tiempo. –no sé porque la cosa me sonaba melosa.

-No hablemos de esto ahora –llegamos a la puerta de mi casa, abrí y lo invité a pasar –Ya fue suficiente con saber que nos quedamos sin empleo. Te juro es en lo único que pienso.

 Silencio. Cerré la puerta. Oía su respiración a mis espaldas. Parecía agitado. Mi giré a mirarlo en busca de una respuesta que no llegaba. Me estaba mirando fijamente. Yo también me quedé muda. Sin el soporte de las palabras no era nada. Y menos que menos frente a él.

  Dió un paso al frente y sentí que con su avance mi cuerpo se solidificaba o pegaba al piso. La sangre se detuvo en mis venas. Se acercó un poco más, silencioso. Sus ojos finos me tenían atrapada, sin salida. Ojos depredadores, cazadores. Busqué en mi mente algo que decir para romper el silencio, para salir de la hinopsis, pero no había más que un muro blanco bloqueándolo todo. Un paso más y nuestras respiraciones se chocarían. Entonces alguien aporreó la puerta con violencia y acto seguido entro como un zumbido en la casa. Mi corazón se enloqueció del susto y apenas pude contener un grito. Baltazar, como no. Maldita sea, malditos todos.

¡Gracias por leer!

©Todos los derechos reservados a Melina Sol Gual

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