Navidad, navidad, hoy es navidad…
Sí, sí, sí, muy lindo los villancicos y todo eso.
¡Qué ideal es pasarlo en familia! Sentados a la mesa comiendo el pavo navideño; tomando licor, comiendo galletas o algún dulce postre de la época. ¡Qué ideal es saber que viene la navidad! Y, por ende, hay que adornar la casa con muchas luces de colores, poner el árbol más grande, y pasarla bien…
Pero hay algo que nadie quiere escuchar.
Nadie acepta que en fechas de navidad pueden pasar cosas malas. Nadie quiere escuchar que es la época cuando más depresión se mueve entre las masas. No… nadie desea oír la verdad que se oculta detrás de los adornos navideños y el arbolito lleno de brillantes luces.
Pocos son capaces de ver como la violencia se apodera de las calles, y las fachadas de familias felices quedan simplemente en eso, solo fachadas. Pero… ¡Pierde cuidado, querido lector! Vengo a hablarte del otro lado de la navidad.
Sí, sí, sí, ¡Así como lo oyes!
Vengo a hablarte de aquel lado real, donde no hay adornos ni regalos. Donde la cruda verdad muestra sus dientes desde noche buena.