Nunca planifiqué alguna fiesta ni siquiera para mis cumpleaños, entonces al ver Blanche tan suelta en la sala de recepción dando las instrucciones a su asistente, no pude más que admirarla. Mi abuela tenía realmente mucho que enseñarme. En cada etapa, como su sombra, la seguí viendo fascinada los detalles de los preparativos: la combinación de los colores de las flores, de los manteles y de las cortinas para encajar con mi vestido —una locura—. Luego estudiamos el menú con mis preferencias combinadas con los gustos de los unos y las alergias de otros; las posiciones de las mesas y los lugares de cada invitado: los que no se suportaban, los que no se conocían, los que tenían que estar juntos; seguido por la selección de la orquesta y del personal; y para terminar toda la programación cronometrada a la perfección con los ensayos bajo la mirada detallista de mi abuela. Al cabo de unas cinco horas Blanche por primera vez miró a su nieta:
—¡Casi se me olvidaba explicar tu parte, querida! Escúchame bien, Valentina. Vas a caminar hasta allá arriba de las escaleras.
—¡Listo! —grité desde arriba de las escaleras como lo pidió mi abuela.
—Perfecto. Ahora tú estarás detrás de las cortinas y tendrás que esperar a que te anuncien. ¿A dónde está Jean? ¡Jean! ¡Jean! —gritó Blanche impaciente.
—Sí, Madame —dijo Jean caminando hacia ella sin prisa.
—Necesito que anuncies a Valentina con el micrófono. Tú Valentina, colócate detrás de las cortinas. Muchachos cuando Jean anuncia a Valentina esperan 5 segundos para abrir las cortinas y en ese momento Valentina, tú tienes que salir. Orquesta, preparados. ¿Listos?
Y así es como la tarde se terminó repitiendo cada uno de mis movimientos hasta alcanzar la perfección, pero Blanche nunca parecía satisfecha: “muy rápido, muy lento”, cuando finalmente llegamos a practicar mi forma de sentarme Blanche se mostró una vez más inquebrantable: “muy derecha, demasiado derecha; los manos sobre las rodillas cruzadas y no sobre el descansa manos, no cruzar la piernas, no inclinar la cabeza, no, no, no”.
—¡La vas hacer huir Blanche! —se rio el patriarca de buen corazón― ¿te parece una caminata con tu viejo abuelo Valentina?
—¡Henri no hemos terminado! —regaño Blanche a su marido.
—Blanche nadie se va fijar en esos detalles, solamente a ti te importan, deja que Valentina descanse para mañana.
—¡Mira quién habla! Yo no fui quien la llevo de cacería.
—Querida no critico lo que has hecho, me parece fantástico y solamente tú podrías transformar una recepción en un baile salido de los cuentos de mil y una noches. Solamente digo que la manera en que Valentina se pare no hará la recepción ni más ni menos exitosa. Tú, eres el corazón de ese baile ―alago el Patriarca con mucho tacto y delicadeza.
—Pienso que hace falta algo, un baile de mil y una noches…. —dijo Blanche pensativa—. Ya sé, ¡máscaras!
—¡Máscaras! —nos exclamamos mi abuelo y yo.
—Está decidido, máscaras de Venecia será el tema central de ese baile. Jean, mira quiero que pidas a nuestro proveedor 400 máscaras para mañana en la noche. A cada invitado se le dará una máscara antes de entrar. Por cierto, no enviaste la invitación de Pierrino, hazlo ya.
—Blanche, vienen a conocer a Valentina, no una máscara —discrepo el Patriarca.
—¡Mentira!, ellos vienen primero a divertirse y comer, luego a ver si Valentina es igual de bella que su madre; no vienen a conocerla realmente ―lanzó Blanche, dejando callado a su esposo.
—Algunos vienen a conocerla Blanche, y tú lo sabes —le advirtió el Patriarca.
—Concuerdo Henri, y a esas personas tú y yo sabemos que habrá otra reunión más oficial y privada para hacerlo.
—¿Ya te han dicho que no se puede vencer a tu abuela? —concluyó el Patriarca marcando su rendición sobre el tema.
Yo simplemente abracé agradecida a mi abuela y luego tomé el brazo tendido de mi abuelo para ir a pasear por las flores como nos gustaba tanto.
—Sí váyanse, mientras tanto nosotros instalamos todo como se lo planifiqué. ¡Qué pasó con las flores! ¡Ese no es el color que pedí, devuélvalas! Blanche no lograba quitar de su cabeza lo que le dijo su esposo de un cuento de mil y unas noches; de pronto los halagos de su esposo le dieron una idea estupenda. Valentina tendría realmente su baile de mil y unas noches. Rápidamente Blanche buscó en su repertorio a una vieja amiga especialista en efectos de imágenes y sonido. Con suerte ella estaría disponible.
Caminé con mi abuelo en silencio aprovechando la paz y la calma que me prodigaba la noche con sus estrellas plateadas y centelladas; lo único que se escuchaba eran nuestros pies aplastando las gravas y la respiración del perro adelante. Solté una respiración profunda, aliviada, visualizando mi vida pasada como un viejo recuerdo reprimido en el fondo de su memoria.
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Editado: 09.12.2018