Sin Almas 2 © Los Gaía

19. EL ATAQUE

Julien subió las escaleras, pero no logró seguir su ritmo. Nina parecía volar encima de ellas. Cuando por fin alcanzó la puerta de la torre, él estaba sin aliento, pero lo que vio lo dejó definitivamente sin respiración alguna. Nina estaba levitando bajo una luz azul emanando de su collar, todo su cuerpo emitía rayos eléctricos azules alimentados por los mismos relámpagos del cielo. Ella no parecía darse cuenta simplemente tendía su cara hacia el cielo.

El celular de Julien sonó, no pensaba contestar cuando se acordó que ese tono era de Pierrino.

―Tienes que hacer algo, François no puede ver eso. Me oyes Julien, ¡párala!

Y sin pensarlo Julien saltó y tomó a Nina en sus brazos, ambos cayeron de espaldas. Del susto, Nina gritó y todo paró cuando cayó inconsciente. Julien caminó sobre el techo mojado y bajo la incesante lluvia se agachó. Por primera vez, Julien la miro distintamente, frágilmente bella y peligrosa. Y entendió que no era justo lo que esta familia intentaba hacerle. Era únicamente un sacrificio humano. Si seguía allí, terminaría igual que su madre. Julien tomó su celular y mandó un mensaje a su celular: LO HARE, GRECIA, RODAS, PALACIO, BOSQUE DE LAS MARIPOSAS, MAÑANA, MADRUGADA.

****

Intenté salir dignamente, los aplausos ayudándome por mucho, pero mi enojo era grande, Rebeca había arruinado un momento perfecto; y no el mío, sino el baile de mis abuelos. Verlos juntos tan felices me había hecho ver la vida desde otra perspectiva, el amor sí era posible. Pero luego vino esa loca de Rebeca y sin más me tiro su vaso de champaña sin razón, ni motivos, estropeándolo todo. Y en ese momento si no fuese por lo que había visto segundos antes, hubiera armado un escándalo.

Pero la vista de mi abuela sin su brazo me impactó tanto que me desestabilizó por completo. Y ahora no sabía si era otra de mis alucinaciones o una de mis extrañas percepciones. ¿Por qué no podía tener un solo momento de paz? Solamente uno, uno perfecto, solamente para mí. Tristeza, desilusión, y enojo me dominaron por completo, sabía que estaba por reventar, ningún ser humano podía aguantar tanto sin explotar o perder la razón.
Así que simplemente comencé a correr y a subir las primeras escaleras, una tras otras, hasta arriba, arriba de la torre, allá en lo más alto, sin detenerme, ni siquiera para tomar un respiro. Una vez arriba de la torre, el cielo antes despejado comenzó a nublarse y los rayos a aparecer. El estado eléctrico del cielo me convenía perfectamente y para mis adentros quise más, más agresividad; era el momento de soltar ese poderoso llamado interno que rugía por dentro, rogándole  al cielo de desatar mi interna locura. Tímidamente unas gotas de lluvia comenzaron a caer, levanté la cara tendiéndola al cielo, y con fuerza levanté los brazos para que el cielo se rompiera en dos. Bajo un sordo y profundo estruendo, un intenso y violento relámpago perforó el manto negro de la noche impactando la ciudad dejándola totalmente a oscuras. Las nubes reventadas dejaron caer a chorros el agua bajo una tormenta de viento sin igual, azotándome mientras la fría lluvia me mojaba totalmente apaciguando mi sed de violencia; por fin era libre de desahogarme. Todo paró cuando algo me impactó y caí en la oscuridad.

Pero en ella, en el fondo, muy lejos, mi cuerpo pareció responder instintivamente ante una amenaza invisible pero letal. Aún inconsciente, mi mente buscó el origen, examinando cada sala, cada rincón del castillo; hasta que los encontré, sus pesados y rápidos pasos corriendo en el corredor hacia la sala de baile. No parecían ser muchos, no más de cinco perros, al punto de llegar a la puerta de la recepción cuando el segundo se tiró sobre el primero para pasar primero; parecía ser una carrera de vida o muerte como si algo sustancial estuviera detrás de esa puerta, un tesoro, una posesión invaluable. Finalmente, el último impulsó sus dos patas delanteras y abrió la puerta dejando el paso a los otros cuatro. De una vez se tiraron sobre las personas bajo los chillidos estridentes de los invitados. Por la desesperación y la sorpresa todos comenzaron a correr por todos lados sin salida alguna.

El Patriarca, levantó su bastón de cristal enseñando la calavera llamando a la guardia. Instintivamente todos se formaron, inclusive Julien apareció a la sala transportado desde la torre. Juntos se alinearon formando una fila entre las bestias desalmadas y los débiles, antes de tocar a la familia tendrían que pelear con ellos.

Perturbados, ellos se miraron entre sí, eso no estaba contemplado en sus planes; pero no les tomo más de medio pestañeo para decidirse y casi de inmediato se lanzaron sobre los guardias. Sincrónicamente los guardias levantaron sus manos hasta arriba formando una especie de pared invisible, un campo magnético tan impenetrable que los mismos perros se aplastaron sobre él cayendo como cachorritos al piso. Confundidos pero con esperanza volvieron a intentarlo con el mismo fracaso.

Levantándose, sabían que detrás de ellos estaban sus víctimas asustadizas, podían atacar o terminar de comer lo que les quedaba justo detrás de ellos; pero la posibilidad y el potencial de toda esas almas era tan apelante que con saliva en la boca se volvieron a mirar; y con la mirada cómplice, sin esperar, cada uno subió sobre el dorso del otro.




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