Sin Almas 2 © Los Gaía

25. El llamado

Fue la imagen de Diana que sorprendió a François y a la Llama. Al inicio no lo creyó pero la Llama no se equivocaba, nunca. Sin dudarlo la Llama transportó a François hasta la habitación de Valentina.

—¡¡A dónde está?? —preguntó a Julien medio dormido en la sala.

—En su cuarto —contestó soñoliento.

—¡Búscala!

Todos la buscaban cuando François y la Llama entraron en la habitación de Valentina. François estaba seguro que algo se les escaba, concentrándose inhaló la habitación hasta que la Llama visualizó a Valentina salir justo detrás de la tapicería. Caminando hasta allí, se sorprendió al ver que no había ninguna pared entre la biblioteca y la habitación, solamente la tapicería los separaba. Cuidadosamente entró en la amplia biblioteca.

“Valentina está aquí, le dijo la llama. No hay tiempo que perder, detrás de la tercera fila.”
Sin pensarlo François se dirigió  hasta allí, y se quedó totalmente petrificado.

—¡No te muevas! —le gritó Valentina las lágrimas en los ojos amenazando inyectarse.

“La presionaste demasiado, François. Miente, implora, regáñala, ¡pero recuperadla!”

—Valentina…

—… me llamó Nina — corrigió enojada apretando aún más el borde de la jeringa. Nerviosamente François avanzó hasta ella.

—¡No te muevas! —dijo inyectándose un poco de líquido en su vena.

“No lo va hacer si no lo hubiera ya hecho.”

—Y qué piensas hacer… Nina, ¿inyectarte? ¿Y luego qué? ¿Morir? Sabes que no te dejaré; no te puedes matar, no te puedes suicidar. ¿Crees que no lo hemos intentado? ¿Crees que poder burlar la maldición así de fácil? Estarás de vuelta, conmigo, y haré que pagues por mentirme.

—¡Pensaste que me casaría contigo! Eres como una porcelana cara y bella pero vacía.

“Calma, calma François.”

—Si dejas la jeringa te dejaré ver a tu abuela y a Lily.

—¿Ellas están bien?

—Tu abuela ha perdido el brazo pero Lily volverá y se recuperará.

—No quiero ser tu esposa.

—Prefieres matarte un rato que estar conmigo, puedo ser muy gentil Valentina —dijo repentinamente con cierto cariño en su voz.

“Vas a tener que esforzarte más François, la estamos perdiendo.”

Y justo en ese momento, riéndose de él, antes que François pudiera intervenir, Nina se clavó la jeringa y bajo su pulgar hasta final liberando el líquido en sus venas. Apenas vació la jeringa que cayó en el frío piso.
—¡¡¡No!!! ¡Estúpida!
“Más te vale recuperarla François o si no haré que lo lamentes.”
François buscó en su mente alguna manera pero se quedaba deliberadamente en blanco. Hasta que lo supo. Sus recuerdos. Era la única manera. Le devolvería a la persona que le había quitado. A la persona que nunca François pensó poder sentir envidia algún día.
Con cuidado, la alzó hasta la larga mesa de la biblioteca y finalmente dejó que los recuerdos robados de su mente fluyeran nuevamente hasta que François alcanzó visualizar al hombre a quien Nina tanto amaba. Luego concentrándose dejó que esos recuerdos lo sumergieran por completo. Finalmente, se inclinó sobre ella, colocó sus manos en su pecho mientras que su voz recitaba sin cesar el conjuro. A pesar de todo su empeño, sus esfuerzos fueron en vano hasta que la fuerza de Llama envolvió los brazos de François para alcanzar el pecho de Nina, inundándola dejando que el fuego  quemará su corazón. De inmediato, el músculo petrificado de Nina no tardó en responder, en latir, despacio, de nuevo. Con confianza, François observó a Nina volver a la vida.

Como en un sueño, la consciencia volvió hacia ella. Era un sueño fantástico donde finalmente lograba ver y recordar a Adam. Su Adam.
Dejó su alma volar, se imaginó volver hasta él, justo a la par y por fin su alma se sintió completa y en casa. Pero apenas se aproximó de Adam notó su cuerpo crispado, sus manos tensas, y su mirada más letal y penetrante que Nina supo que algo andaba mal. Al fijarse mejor, observó que Adam estaba sobre un caballo armado y al frente suyo un caballero oscuro.
Cuando la bandera bajó, los dos caballeros pegaron los flancos de sus caballos con fuerza jalando las riendas de sus caballos para soltarlos  a cabalgar en dirección del otro: frente al frente. El galope de cada caballo era amplio, rápido, poderoso, al igual que sus lanzas apuntando a su rival sin piedad alguna. Nina vislumbró repentinamente la lanza del caballero oscuro demoler el pecho de Adam penetrando su armadura, y la cota de malla y su piel hasta perforar a su corazón, a los pocos segundos Adam caía al piso inconsciente.
Eso era lo que iba a pasar.
Adam iba a perder.
Adam iba a morir. 
Una sola palabra se le ocurrió en su mente: proteger. Y sin pensarlo dos veces Nina, se interpuso entre los dos caballos.




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