Sin Almas 2 © Los Gaía

26. ADAM

Adam abrió los ojos despacio, su habitación estaba inundada por la luz del sol. Despacio se levantó, y salió hasta la sala donde la voz de William, Ethan, Robert y alguien más resonaba por toda la casa.

—¡Mira quién se despertó finalmente! —se exclamó William.

—El bello durmiente —se burló Ethan.

—¿Quién es él? —preguntó Adam desconfiado.

—Adam —dijo Robert—, te presentó a “Sam” —dijo Robert esperando que Adam entendiera de una vez. A sabiendas que Richard los estaba vigilando.

—Me puede llamar Pierrino.

Adam se quedó quieto mirando al “Pierrino” desconfiado, preguntándose por qué tenía ese individuo en lugar de Nina. Su impaciencia estaba a flor de piel, los puños cerrados observó a Pierrino con ganas de ahorcarlo sin saber exactamente la razón. Algo no le gustaba de ese tipo.

—¿Qué hace aquí?—Preguntó Adam bruscamente—¿A dónde está Nina?

—Julien no logró llevarla con él —contestó Pierrino cuidadosamente.

—¿Acaso le estoy hablando? Ethan, Robert quiero una explicación.

—Nina y Julien no estaban solamente Pierrino.

—Solamente tú —acusó Adam a Pierrino caminando hacia él apuntándole con el dedo.

—Un momento Adam —intervino William interponiéndose entre ambos—. Deja al muchacho una oportunidad.

Cruzando sus brazos esperó quieto.

—Soy el tío de Valentina, ustedes la conocerán como Nina.

—Así que eres el hermano de la madre de Nina: Diana —lo animó William.

—Es correcto, Diana murió para proteger a Valentina.

—¿De quién?

—De nosotros —admitió Pierrino susurrando.

—¿Por qué? —Preguntó Adam cortante.

—Los poderes de Diana se intensificaron durante su embarazo. Ella cambio drásticamente supongo que debió descubrir algo que lo cambió todo.

—¿Y Nina en eso? —Presionó Adam insatisfecho.

—No lo sé todavía, pensé que ella sería inmortal por su padre.

—Pero no lo es —afirmó Adam quitando a William de su camino, y poniendo sus  brazos sobre el sofá bloqueó al Pierrino—. ¿Qué pasa en tú casa, Pierrino? ¡Qué son Ustedes!

—Adam… —le advirtió Robert apuntando a las paredes.

Incorporándose, Adam caminó en círculos. Necesitaba poder sacarle toda la información necesaria, pero no en esta casa. Al menos que…

—Hagan lo suyo, quiero esos micrófonos fuera. No toleraré, nada. ¡Me escucharon! Si quieren saber qué hacemos, qué decimos, vengan aquí si se atreven.

Ethan, Robert, y William miraron a Adam preocupados. Lo que tenía que pasar ocurría: Adam al mando, Adam había decidido ser el Gran Maestre de los Templarios, enfrentando a todos y cada uno que se interpondrían en su camino.
Ethan y Robert sonrieron: estaban de vuelta a la acción. En cuestión de minutos sacaron todo el material y las maletas pesadas, sondaron toda la casa, aseguraron el perímetro, y activaron el protocolo del Círculo de la Amistad. Dentro de poco la casa estaría rodeada por los militares del Temple, pero Adam como Gran Maestro se interpondría, era su legado, y su destino. El oráculo lo había elegido, su enfrentamiento al orden establecido rompería las filas y cada caballero deberá escoger su lado.

 

 

Pierrino miró a cada uno sin comprender lo que sucedía, la situación parecía ser igual de tensa que en su casa pero ciertamente vio en Adam un leader nato, poderoso, imparable, y letal. Lo estudio con cuidado y sin duda alguna logró encontrar la esencia perdida de su sobrina.

—Eres de Valentina, puedo ver su vínculo. Ustedes están ligados por una fuerza que nunca había visto anteriormente. Cometí un error en traer a Valentina a casa, pensé que podía protegerla.

—No perdamos tiempo en lamentaciones, ahora me contarás lo que sabes ¾ordenó Adam.

—El Patriarca es el abuelo de Valentina buscaba la inmortalidad para tener que detener las Iniciaciones.

—¿Cuáles iniciaciones? —Preguntó William.

—Todos los descendientes de la orden de los Hospitalarios han sido malditos por los Templarios. Para evitar una muerte lenta y dolorosa, a los 25 años iniciamos a cada integrante de la familia, entregando nuestra vida Gaía; de allí nuestro apodo los Gaía.

—¿Morir para vivir? ¡Cómo! —Se quedó estupefacto William.

—Se requiere de un entrenamiento fuerte, una pelea entre los Elementos y la voluntad física de sobrevivir para hacer ver nuestro valor a la Madre Tierra.

—Pelear contra los elementos cómo tirarse de una montaña en paracaídas —bromeo Ethan.

—Sin paracaídas —contestó Pierrino bajo el silencio y la estupefacción de todos—. En el ritual de las piedras sagradas, Gaía escoge un elemento para luchar contra él. Si logra sobrevivir el elemento brindará su poder y así desviar la maldición. En esa prueba, Gaía mide nuestro valor, y si ella considera nuestro espíritu y nuestra alma digna no entrega el poder del elemento. Cada elemento tiene una prueba distinta: el fuego es la hoguera, el agua es el ahogo, la tierra es el entierro, y el aire el salto.




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