Sin Almas 2 © Los Gaía

SIN SALIDA

François entró en la habitación pensando encontrar a Nina todavía dormida, le traía su desayuno esperando ponerla de buen humor y poder alcanzar elucidar la muestra de sangre. Sabía que iba a ser una conversación tensa y difícil para ambos, pero él no podía pasar por alto una información tan vital para su pueblo, y ellos como gobernantes tenían la obligación de hacer lo mejor para su gente aunque fuese en contra de sus propios intereses.

Estaba depositando la bandeja sobre la cama vacía y desordenada cuando Nina apareció ya vestida con un simple pantalón beige y una camisa de color salmón donde flores doradas estaban detalladamente bordadas.

—¡Perfecto, querida! Estás lista, ¿desayunaste? —Preguntó François por cortesía al saber ya la respuesta.

—Sí, algo ligero —mintió Nina.

—Algo ligero —repitió François con el ceño fruncido. Sabía que Nina le mentía, pero no quería discutir por ello. La clave era saber escoger sus batallas y ésta no era la que más le precisaba ganar—. Mejor aún, ¿por qué no vamos a pasear por el jardín interno? ¿O cabalgar en el bosque de las mariposas?

—Está bien, como quieras —dijo Nina pasible.

François tomó el brazo de Nina y se trasladaron de una vez en el jardín interno.

—¿Pensé que querías pasear?

—Sí, en el jardín interno, y no en el castillo para que no escuchen lo que voy a decir para luego contar chismes. Quiero que contestes a una pregunta, y quiero sinceridad —dijo François siguiendo a Nina entre sus brazos mirándola directo en sus ojos.

—Está bien —dijo Nina con cierta reserva.

—Cuando fuimos de caza, te ataco un sin-alma, ¿él te…?

—… no que yo me diera cuenta —interrumpió Nina a la ligera.

—Es en serio, Nina. —Se molestó François. Pero Nina no escuchaba, con una flor blanca con amarillo en el centro la giraba entre sus dedos con una sonrisa apenas perceptible. Y François se sintió débil, sin darse cuenta, una sonrisa se dibujó en sus serios labios admirando a Nina perdida en sus pensamientos en el jardín lleno de flores. Fue un momento mágico hasta que la flor le fuese arrebatada por el viento llevándose con ella aquel momento de complicidad y paz única.

—¿Decías? —preguntó Nina apenas consciente del conflicto interno de François.

—El Sin-Alma —resumió François poniendo sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir gris con rayas finas de un tono más oscuro.

El calor del anillo comenzó a notarse en el dedo de cada uno, Nina volvía a luchar y a cerrarse a François. No quería tener que revelar, no aquellos momentos tan conflictivos para ella. Pero el poder del anillo era tan devastador que las imagines comenzaron a explotar en su cabeza, compartiéndolos sin querer con François.
Destellos de su vida pasada con Lucio pasaron a ser parte de la conciencia de François, y Nina luchó con todas sus fuerzas para que él no fuese testigo de su tristeza, de su decepción, y de su caída como mujer, y de su muerte como ser humano. Lucio le había arrebatado, sin querer, todo lo que ella había anhelado, él le quitó la esperanza del amor correspondido e inocente quebrándola por dentro mucho antes de llegar a matarla. Sabía que François podía verla escapar en el bosque perseguida por Lucio, sentir su lucha ya perdida por no ser parte de ese mundo oscuro y tenebroso. Firme, Nina le negó la entrada a más recuerdos de su vida pasada. Pero la determinación de François lo empeoró todo y no alcanzó controlarlos más, sin poder resistirlo, la imagen de Adam atravesó su mente, tan clara, tan viva, y nítida que su corazón paró en seco quitándole el aliento, olvidando dónde estaba y con quién. Cerrando los ojos, Nina se dejó llevar por la fuerza de sus recuerdos reprimidos, cada mirada, cada caricia, cada beso, cada respiración y aliento perdido cuando sus dos cuerpos se habían hecho uno.

—¡Basta! —Gritó François con furia.

—Yo… lo siento, François. No fue mi intención, debes…

—Él fue tu pasado, pero yo soy tu presente y futuro —espeto François sacudiendo a Nina con fuerza—. ¡Dilo!

—¿Decir qué? —Dijo Nina con miedo.

—Que dejarás de amarlo, que serás mía —exigió endureciendo sus dedos alrededor de sus delgados brazos.

—Sabes que no te puedo mentir —confesó Nina.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.