Sin Almas 2 © Los Gaía

TIEMPO

En su despacho, Adam caminaba en círculos, su nerviosismo estaba a flor de piel y para el colmo ayer olvidó recibir a Víktor. Se sentó de nuevo, agradecido por la paciencia de su visitante.

—Víktor, pasa —pidió Adam abriéndole la puerta—, disculpa lo de ayer se me fue de la cabeza y nadie me lo recordó tampoco.

—Debe estar muy ocupado ahora —dijo Víktor sentándose frente a él.

—Sí, y no me alegro por ello, Víktor. Dime qué te trae por aquí —dijo Adam cogiendo una pluma para firmar los últimos documentos que le faltaba.

—Quería felicitarle por su ascenso, y tengo una petición que hacerle —admitió Viktor un poco incómodo.

—Dime.

—Pensaba jubilarme pronto. Quiero encontrar la paz, y vivir, y quizás poder encontrar una persona con la cual pasar mis días felices.

—Entiendo, pero necesitamos que alguien lo sustituya —dijo Adam.

—Cierto, y por eso pensaba en Lucio —soltó François al mismo tiempo que a Adam se le caía la pluma.

—¿Hablas en serio?

—Su cuerpo no puede volver a ser humano por completo.

—Tiene sentido —dijo Adam respaldándose sobre el asiento de su silla—, ponlo a prueba, estúdialo y si todavía piensas que puede ser tu aprendiz entonces te apoyaré —dijo Adam haciendo caso omiso a sus sentimientos por Nina. Víktor asintió, se levantó y salió de su oficina; justo a tiempo para toparse con Pierrino.

—El mundo es pequeño —dijo Pierrino.

—Tiene sus ventajas —sonrió Víktor antes de irse.

—Adam, vengo a decirte de parte de Ethan y Robert que ya están listos.

—Gracias Pierrino —dijo Adam serio y tensó.

—Adam —llamó Pierrino—, por favor, sé que no me gustaría estar en tus zapatos ahora. Pero, por favor, no te des por vencido con mi sobrina.

—Si solo hubiésemos tenido más tiempo para los dos, no estaríamos al punto de tener una guerra —admitió Adam con pesar apretando los reposabrazos con sus dedos, cuando sintió con la yema de su dedo izquierdo un pequeño interruptor—. Nos vemos pronto Pierrino, necesito pensar —se excusó Adam serio, y Pierrino salió a su vez con discreción dejando a Adam solo.

Apenas la puerta se cerró, Adam se deslizó de la silla para ver lo que su dedo había tocado. Y justo allí, había una tapa con un cierre y no un interruptor como pensaba. Estudió cómo quitar esa tapa cuando el anillo chocó contra la placa como si dos imanes fuesen atraídos al instante. Con precaución colocó mejor su anillo en la placa con la gema hacia dentro y giró un poco. Al instante una vieja hoja de papel se cayó al piso. Adam la abrió y descubrió un dibujo de un esquema de bolas y figuras geométricas con cálculos misteriosos. Después de horas de estudio, preguntas, y varias investigaciones,  entendió que el esquema era sobre las bolas de cristal y de cómo ponerlas para poder… y aquí caía el dicho: “Mors certa, hora incerta”. La muerte es cierto, su hora desconocida, y  Adam lo entendió todo, sin creerlo posible.

Perplejo, escuchó su celular sonar y sin mirar contestó: —¡Qué!

—Es Julien.

—¡Hasta ahora me llamas, imbécil! —Reventó Adam fuera de sí—. Porque no me llamaste antes, cambiaste de teléfono, ¿qué pasó?

—François ha muerto —dijo.

—¿Estás seguro? —Preguntó Adam sentándose sin poder creerlo.

—Sí, Nina lo mató —contó Julien cerrando los ojos.

—¿Nina? ¿Cómo? Ella, no lo haría, ella tenía miedo de él —explicó Adam.

—No creo que fuera consciente de ello, Adam.

—Julien, ¿cómo está Nina? —Preguntó Adam tensó.

—Su Iniciación es en veinte minutos —dijo Julien.

—Cuídala por mí, Julien hasta que llegué y…—Adam iba a seguir cuando una paloma llegó a su ventana—. Julien te llamó de vuelta.

Adam hizo llamar de una vez a Pierrino. Después de largos minutos Pierrino apareció a la puerta de Adam.

—Es el collar de Nina —dijo Adam.




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