Sin-Almas 3 © Almas Eternas

capítulo 7

Caígo en una oscuridad sin fin, ella me lleva con ella a rastras a un mundo desconocido. Es tan extraño que se siente como un sueño. A lo lejos logro escuchar el maullar de una gato y enseguida mi mente lo conecta con Luna. ¿Qué hace Luna aquí?
Mi mente intenta descifrar por qué Luna está aquí conmigo, o es a la inversa. ¿Será que yo estoy con Luna? ¿Cómo llegué hasta ella? Sin comprender, sigo escuchándola, llamándome. Sin pensar, la sigo y camino hasta ella. Con cuidado, bajo las escaleras, una por una. El crujir de la madera me recuerda a las escaleras que me llevan al sótano de mi casa. ¿Cómo es eso posible? ¿Acaso yo no estaba...? Por cierto, ¿a dónde me encontraba? En mi mente, busco sin cesar algo que me recuerde de dónde vengo, pero me quedo en blanco.
En la oscuridad total, el miedo comienza a paralizarme. Ya no escucho a Luna, ¿será realmente ella? ¿Realmente, estoy en la casa de mi tío, Sam? Sin lograr encontrar ningún indicio que me confirme mi paradero, las tinieblas parecen espesarse más y más.
Mi respiración se acelera, y poco a poco me siento desaparecer. Una fuerza inexplicable me arrastra hasta ella. Una fuerza que ya conozco, su poder es tan embriagador que despierta algo dentro de mí que desconocía. Sin lograr detenerme, me acerco, me aproximo a ella.
"Acercate, Nina. Por fin volvemos a encontrarnos ", dice la voz.

Me detengo, mi corazón late a mil por hora. El miedo se infiltra en mi piel, por cada poro hasta llegar a mi torrente sanguíneo. Todo mi ser se petrifica.

"Confia en mí, y ven " , vuelve a susurrar esa voz. 
No podría describir lo que siento con claridad, tampoco la sensaciones Que se desprendenal escuchar esa voz. En el fondo, sé que detrás de ella ningún humano me espera. Sé también con seguridad que ella me conoce a como yo la conozco. 

"Nina,sabes que es inútil luchar. Tú y yo nos pertenecemos, es solo cuestión de tiempo."
Y como para darle razón, por su propia voluntad, mi mano derecha se alza sola. ¡Qué hago! ¡No, no puedo hacer eso! ¡Baja la mano, bájala! ¡No camines hacia allá! ¡No lo hagas, no lo escuches! ¡No te acerques! ¡No, no, él te está mintiendo! ¡No le creas, devuélvete!
Pero no le hago caso a mi voz, la curiosidad es demasiado grande. Quiero saber de quién esa voz, quiero ponerle un rostro: necesito saber quién tiene tanto poder sobre mí. Y cómo es que logra contactarse conmigo sin siquiera tocarme, verme, o estar conmigo físicamente.

—¿Quién eres? —pregunto sin miedo.

"Me llaman de muchas formas, todas son verdaderas pero todas incorrectas. Sólo tú podrás descubrir cómo me llamo y quién soy".

—¿Cómo lo sabré? —inquiero, acercándome.

"Descubre quién eres y tendrás tu respuesta".

—Y ¿quién soy? —vuelvo a preguntar, sin detenerme un solo segundo. Ni siquiera cuando siento una onda de calor atravesar todo mi cuerpo.

"¿Quién eres, Nina? Eres la que me liberó hace mucho, mucho, mucho tiempo. No eres de ese mundo, nunca lo fuiste, y nunca lo serás".

—¿De dónde vengo, entonces? —digo hipnotizada y totalmente bajo el embrujo y encanto de esa voz.

"Pronto lo sabrás, solo tienes que tocar ese cofre, y lo sabrás".

En ese instante, de la nada, un cofre aparece. Y es tan hermoso, tan luminoso y precioso caigo rendida ante él. Cada decoración en la madera es una obra de arte, y en cada lado una cruz de los templarios orneadas de estrellas de plata. Observándolas bien, parecen haber sido añadidas encima de la madera. Una sola idea pasa por mi mente, ¿cómo lo abro?

"No hay necesidad de abrirlo, Nina. Ya lo hiciste, solo te devuelvo lo que te pertenece".

—Pero dijiste que sabré quién soy abriéndolo —me quejo molesta.

"No, dije tocándolo. Hazlo, Nina, y sabrás quién eres".

Dejo el calor de la voz invadirme por completo, y con ambas manos agarro el cofre. Al instante, un relámpago atraviesa mi mente. Enseguida, me veo a mi misma alumbrar el corazón del cofre,  y lentamente dirigir mi dedo al centro de éste, al rozar la espina me detengo, inspiro profundo, aprieto los ojos con fuerzas anticipando el posible dolor que voy a sentir. Con delicadez, coloco mi dedo sobre la espina presionándola poco a poco con la esperanza de mitigar la sensación de la punta penetrando mi piel al cortarla. Justo en ese instante la voz de hombre me susurra: “No lo hagas”. ¿Cómo podría estar esa otra voz hablándome? Al menos de ser el fruto de mi propia imaginación y consciencia. Me detengo y lo pienso, pero ¿qué mal podría ocurrir fuera de un pequeño pinche de una aguja al coser? Además quiero saber lo que hay adentro, quiero saber quién soy.
Sin pensarlo mucho clavo la espina en mi dedo e inmediatamente me arrepiento. El dolor es tan punzante que me revuelve el estómago. Sabía que iba a doler, pero no tanto, es como si me inyectara un veneno a cambio de toda mi sangre. El sudor perla por mi frente, del sufrimiento mis ojos lloran y mi cuerpo entero se contrae oponiéndose con todo su ser a esa tortura. Por instinto, quiero sacar sacar mi dedo, pero la voz  paraliza mi cuerpo. “Es solo un recuerdo, Nina. Tú ya abriste ese cofre, no hay vuelta atrás. Solo quiero que recuerdes quién eres. Y lo que nos une, tú y yo. En ese momento, verás que no lo podrás quitar, y tendrás que clavarte la aguja hasta el final para liberarte sentencia la voz.

Enseguida, veo que le hago caso, y el sufrimiento se convierte en un suplicio. La tortura es tan horrible que a pesar de ser un simple recuerdo, es como volver a ser víctima de un sacrificio, y todavía falta mucho: mi dedo solo se encuentra al inicio de la punta del instrumento. De impotencia, me veo llorar, y lloro. Contraigo todo mi cuerpo para sacarme la aguja, pero el dolor se intensifica aún más. Quiero gritar, y grito; pero en mi sueño no puedo, ningún sonido sale de mi boca, y nada más se quedó abierta y muda.
Paralizada, espero a un milagro. Y gimo cuando la espina del diablo, avanza por sí sola, atraviesa mi dedo, y se dirige hacia las afueras por mi pulgar. Juro que me voy a desmayar, es más quiero desmayarme para detenerlo todo. Pero aquello no parece detenerse, todo lo contrario: la espina parece engordarse a medida que bombea mi sangre como para succionar aún más y más rápido. Sin poder más, comienzo a gritar del dolor. No sé cómo detenerla. No sé cómo pararlo todo, no sé cómo salir de esta pesadilla.




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