Minutos después de haber despertado de aquel “sueño” poco común, Max aún se sentía algo confundido, todo aquello había sido demasiado real, aunque él sabía que Cliff ya estaba muerto. Nate trató de hacer entrar en razón a Max. Le lanzó agua.
—Debes decirme que has soñado, Max. No quiero pasar por… Bueno, sabes a que me refiero— La voz de Nate se escuchaba preocupada y algo temblorosa.
Max tardó un rato en responder a Nate. Le explicó que vio a Cliff y a aquellas personas que se encontraban en ese lugar desconocido para él. Dudó pero sintió la necesidad de contarle sobre aquel hombre extraño también.
—No fui capaz de ver su rostro, todo estaba muy oscuro— hizo una pausa— Creo que quería asesinarnos a todos.
—Eh… Pues, no sería la primera vez que alguien lo intenta, Max.— Dijo Nate en tono de broma.
Al mirar su teléfono, Max se dio cuenta de que eran mas de las seis de la tarde. Él y Nate decidieron irse, pero no sin antes hacer una llamada.
—¿Hola? ¿James?.
—Si, ¿donde están?. Llevo buen rato en tu casa, ya tu padre quiere que vea el béisbol con el, apresúrate— Susurro para evitar que Mark, el padre de Max, lo escuchara.
—Estamos en camino— Max rió—O tal vez no.
Tardaron alrededor de unos siete minutos en llegar. Tal y como dijo James, Mark lo llevó a la sala con el a ver béisbol. Mientras tanto Carol preparaba la cena, aunque no sabían que estaba haciendo, el olor de su comida inundó la casa.
Luego de cenar, Max, Nate y James dieron las gracias a Carol por su deliciosa comida.
Se dirigieron a la habitación de Max. Era viernes y ellos habían decidido que cada viernes dormirían en alguna de sus casas. Esa semana decidieron que sería la de Max.
Su habitación no era muy grande. Tenía solo dos colchones, aunque uno era suficientemente grande como para dos personas, obviamente, Max dormiría solo. Tenía mensajes escritos por toda la habitación, algunos eran partes de alguna de sus canciones favoritas, otros eran citas de alguno de sus escritores favoritos. Tenía una ventana que poseía vista de la casa de Nate. También podía verse el jardín de Carol, aunque ya estaba muy oscuro para apreciarlo bien. Disponía de una pequeña lampara al lado de su cama pues, algunas veces leía algunos libros que sacaba de la biblioteca del colegio. Después de acomodarse en su habitación, Max le explicó la situación a James, tal vez exageraba al tomárselo tan en serio, pero aún así lo hizo.
—Vaya, parece que siempre estaremos rodeados de situaciones raras—Dijo James— pero no te preocupes, Maxi. Solo ha sido un sueño… Uno muy raro.
—Eso espero— Susurró Max mientras se tiraba sobre su cama.
Se pasaron un buen rato hablando sobre que harían al otro día. Los sábados solían ir a la ciudad, pero no estaban muy seguros esta vez sobre eso. Al final decidieron ir a una cabaña que era del padre de James. Unos minutos después, Nate y James se encontraban durmiendo. Max, aún inquieto, también se durmió.
Eran casi las una y treinta de la madrugada. Nate despertó de repente. Se sentía con mucha sed, así que decidió ir por agua a la cocina. Tropezó con uno de sus zapatos lo cuál despertó a James algo amargado.
Ya en la cocina, bebiendo un poco de agua, Nate escuchó un extraño sonido en la habitación de Max. No le dio mucha importancia. Tomó otro vaso de agua y volvió a la habitación.
Justo antes de entrar pudo escuchar la voz de una mujer, la voz sonaba algo forzada, por lo cuál debía ser alguien mayor.
Cuando entró, Max se encontraba de pie junto a James, ambos miraban por la ventana. Nate estaba algo confundido.
—Eh, chic…
Al dar unos pasos al frente, pudo observar los mismo que Max y James estaban viendo petrificados.
Una señora mayor con un niño en sus brazos. Era la misma que Max vió en aquella casa en su sueño. Los tres estaban perplejos, no tenían fuerza alguna para pronunciar palabra alguna, cuando:
—La luz—dijo la extraña mujer— él no podrá hacerles daño mientras tengan luz—la mujer apenas podía hablar, se notaba exhausta aunque solo estaba allí, de pie frente a ellos.
—Es… es… ella—Pudo pronunciar Max con voz temblorosa— la señora que vi en mi sueño. Es ella joder—le susurró a los dos.
Al decir aquellas palabras, la imagen de la mujer con el niño en sus brazos se esfumó. Al otro lado de la calle había alguien, su figura era sin duda la de un hombre. También desapareció al instante.
Los tres jóvenes aún miraban por la ventana, estaban muy asustados como para moverse. James dijo:
—Yo… la conozco. Pero no…
Un ruido fuerte se escuchó en la ventana. Una roca del tamaño de una pelota de tenis de mesa la rompió e impacto a James en la sien.
Al otro lado de la ventana. Un extraño hombre dijo de forma sigilosa y amenazante:
—Ya es hora.