Otro sobre se encontraba dentro, pero no era solo eso. Muchos pensamientos recorrían por la mente de los tres.
Recordaban bien ese rostro, Max en especial. Mientras observaban la cabeza de aquella señora, con sus ojos cerrados y la sangre ya seca a los alrededores, Nate, no pudo soportar el olor que emanaba. Vomitó.
Aquello ya no era una broma, pero, ¿quien podría hacer algo así? se preguntaron. Podría deducirse que por el color algo griseado de la piel del rostro y su olor, tenía varios días de haber sido asesinada. Tardaron un buen rato en poder asimilarlo. Tal vez era demasiado para tres chicos de preparatoria. El primero en romper el silencio fue James.
—No se que diablos pasa, chicos, pero ya no me gusta esto—su voz sonaba opaca.
Max se dispuso a decir algo, pero no salió ninguna palabra de su boca. Solo pensar en aquella señora, en el hecho de que había muerto y su cabeza estaba allí lo aterraba. Nate, saco el sobre y cerró el paquete. Sin previo aviso lo rompió y vio la carta.
Espero que ahora si tenga su atención, después de todo son imprescindibles para esta tarea. Como habrán observado, la pobre señora White ha muerto. Su pequeña esperanza en lo que ella llama ‘luz’ no la ha salvado, así que no crean que a ustedes si los salvará.
Ahora, ¿recuerdan quien la acompañaba?. Así es, su nieto, el bebé White.
Si quieren que el niño siga con vida, lleven a lo que queda de la señora White al parque CLIFFTON, me refiero a su cabeza por supuesto, su cuerpo ha sido incinerado. Los estaré vigilando chicos.
Y solo para aclarar. Yo estoy vivo.
Att: D-A
Otro silencio se adueñó de la habitación. El viento resoplaba contra los arboles de afuera, sus hojas caían alrededor de la cabaña, incluso algunas ramas cayeron. Los tres chicos tenían sus mentes en blanco, hasta que escucharon un auto estacionarse frente a la cabaña. Max, rápidamente se acercó a la ventana, observó a un hombre bajar de su camioneta. Se dirigía hacia la puerta.
—Esconde esa caja—susurró Max—apresúrate James.
Los pasos de aquel hombre resonaban en el piso de madera. Justo antes de entrar se detuvo y miró a su alrededor. James ya había escondido el paquete. El hombre siguió caminando pero esta vez sus pasos se alejaron. Nate, salió por detrás, solo tenía la intención de observar su rostro. Rodeó la cabaña, justo antes de acercarse a la ventana por donde Max miraba hacia afuera, escuchó un silbido a sus espaldas. Su reacción fue inmediata, al darse vuelta vio quien era. Piel blanca pero quemada por mucha exposición al sol, una barba que tapaba la mitad de su rostro, ojos marrones, cejas anchas y su cabello corto. No obstante también observó el arma en sus manos.
La primera intención de Nate fue entrar de nuevo a la casa, pero la puerta estaba a unos siete metros de allí y a menos que fuera tan veloz y agil como un gato, estaba expuesto y podría ser herido o asesinado por aquel hombre.
—¿Que diablos quieres de nosotros?—Dijo James detrás del hombre con un hacha en sus manos.
—Vaya, vaya… ¿donde está el otro?—sonrió—vi que eran tres cuando los vi pasar.
Max salió completando así lo que explicó el hombre. Los tres chicos se encontraban ya afuera con aquel sujeto. El hombre metió su mano en uno de sus bolsillos y sacó un encendedor junto con un cigarro. Lo que mas llamó la atención de los tres, era aquel encendedor pues, era exactamente igual al que se encontraba en el paquete.
—¿Saben algo?—encendió el cigarrillo—llevo mas de un mes buscándolos. Como me han jodido la vida, chicos.
—¿Buscándonos?, ¿para que?—soltó Max de forma agresiva.
El hombre soltó una gran cantidad de humo en el aire. Apuntó su arma contra James.
—¿Que no es obvio?, ustedes me necesitan, parásitos.
Nate frunció el ceño. Y tomó una roca del suelo.
—¿Te necesitamos, dices?—hizo una mueca—Yo lo que necesito es normalidad—lanzó la roca lo mas fuerte que pudo, el hombre solo se movió a un lado y la roca impactó a James en el hombro.
—Venga, tu amigo ya está herido en la cara, no lo lastimes mas—se enfundo su arma y se dirigió hacia James.
El dolor en su hombro no era mucho pero hizo que soltara el hacha. El hombre toco su hombro y dijo en voz alta:
—Ustedes seguro morirían hoy por la noche. Deberían agradecerme que he venido desde tan lejos para ayudarlos, parásitos. ¿Vamos a enterrar la cabeza o que?