- ¡Ahora vuelvo! – grité sin darle tiempo a mis padres de pronunciar palabra alguna.
Salí corriendo en busca de Minho.
- Chico – dije en un tono de voz suficiente como para que lo escuchara él, pero no llegara a oídos de mis padres o el resto del vecindario. - ¡Minho!
Me acerqué al pequeño jardín-parque que hay enfrente.
- ¿Estás aquí?
Una cabeza se dejó asomar cada vez más. ¡Era él!
- Perdona por eso, Minho, me ha pillado completamente por sorpresa. Aún les quedaba mucho tiempo para volver a casa.
El chico se encogió de hombros, restándole importancia.
- Esta noche no podrás quedarte conmigo – levantó la vista y me miró asustado – pero no te preocupes, he conseguido convencer a Chan para que puedas ir a su casa – ahora me miró más asustado aún.
Y eso hizo que tuviera que aguantarme la risa.
- Bueno, piénsalo por el buen lado: Chan no es Seungmin. – vi que ladeó la cabeza, afirmando lo que acababa de decir. – Ven, vamos. Te acompaño hasta su casa.
A él no le quedó otra que seguirme.
En el camino íbamos muy callados, yo no pronunciaba palabra, no sabía qué decir. Y eso era raro en mí. Normalmente, si estaba cómoda con una persona, no dejaba la lengua en el paladar. Hablaba y hablaba. Pero esta vez no era así, a pesar de estar bastante a gusto con el chico.
- Ya queda poco – fue de las únicas cosas que dije – sus padres son muy simpáticos, seguro que les caes de maravilla.
Él hizo algo así como una pequeña sonrisa, aunque no parecía muy convencido ante mis palabras.
- Aquí es – hablé mientras me acercaba a una puerta.
Toqué el timbre y esperamos unos segundos hasta que mi amigo nos abrió.
- ¡Hola Chan! – dije animada mientras él me miraba fingiendo molestia.
- Hola, venid a mi cuarto.
Pasamos dentro y yo me acerqué para saludar a sus padres, los cuales estaban en el sofá viendo una película.
- Hola, señor y señora Bang – hice una reverencia y ellos me hicieron otra leve con la cabeza.
- ¿Qué tal? – dijo su padre con su típica sonrisa de oreja a oreja.
- Muy bien, ¿y ustedes?
- De maravilla. Escuché que tus padres han vuelto de su viaje, ¿no?
- Si – fingí una sonrisa – han venido esta tarde.
- ¡Qué bien! Me alegra que ya estén de vuelta – comentó la madre de Chan.
- Bueno, cariño, dejemos a los niños en paz. Empiezas a hablar y ya no hay quién te pare – le dijo el señor Bang a su mujer.
En ese aspecto me parecía a la madre de mi amigo, y este me lo recalcaba bastante. Ambas hablamos por los codos.
Me despedí de ellos y subí al dormitorio de Chan. Allí vi a Minho sentado en una silla con lo que parecía un pijama doblado.
- Algún día de estos vas a acabar conmigo – dijo Chan en un suspiro. – Ponte eso chico, dormirás más a gusto – se dirigió a este, el cuál le miró preguntándole dónde podía cambiarse.
Chan hizo un gesto con la cabeza, señalando una puerta que había dentro, el baño de su habitación. Todo un privilegiado él.
- ¿Cuánto tiempo vas a estar manteniendo a ese niño? – dijo cruzándose de brazos, una vez se fue el chico.
- No lo sé – solté en un suspiro.
- ¿Y su familia? Alguien habrá que se pueda quedar con él. – pareció no gustarle lo que dijo, porque rápidamente intentó suavizar sus palabras – quiero decir, no me importa que se quede aquí una noche, dos.... Pero obviamente no va a ser así toda la vida.
- Ya... En cuanto pueda hacer algo con mis padres, hablaré con Minho para poder saber más e intentar ponerle una solución.
- Genial – habló este, ahora sí, sonriendo como normalmente. – aunque por ahora necesito que me enseñes varias cosas para poder entenderle.
- Lo más fácil es que le des un boli y un papel – sonreí.
¡Hasta aquí el capítulo de hoy!
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AUTORA DE: Kaori, la esfera mágica.
EDITORIAL: Ediciones Arcanas.
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