Capítulo 49

- Minho – el nombrado giró su cabeza y sus bonitos ojos oscuros se clavaron sobre mí. -, ¿quieres ir al campo?

Él giró su cara al no entender muy bien a qué me refería.

- Nos tumbaremos bajo la sombra de los árboles y haremos un picnic con comida deliciosa. – su mirada pareció iluminarse y comenzó a asentir con velocidad. Eso me sacó una gran sonrisa. – Mañana por la mañana, nos vamos.

Hacía dos días que habíamos vuelto del hospital a casa y Minho no parecía estar muy feliz, aunque lo intentaba. Quería levantarle los ánimos, pero no sabía qué le gustaría hacer. Cuando fuimos al bosque, por un momento, me dio la impresión de que disfrutaba aquel lugar, como si se sintiera libre. Y eso es lo que quería conseguir: que se olvidara de todo y volviera a ser feliz.

Me levanté antes y dejé a Minho durmiendo un poco más. Bajé hasta la cocina y me puse a preparar la mochila con la comida. Gran parte de esta la dejé hecha anoche, pero aún así tenía que terminar de prepararla.

- Minhonnie, levántate – dije animada mientras le quité la manta - ¡Hora de irnos de picnic!

Se despertó de golpe y se desvistió en apenas unos segundos. Una vez arreglado, bajó y se quedó al lado de la puerta, ansioso por irse.

- ¿Tienes todo lo que necesites? – el asintió muy emocionado – Perfecto. Yo tengo la comida, el móvil, las llaves de la casa y las llaves del coche. Todo listo.

Sin querer hacerle esperar más, nos subimos en el coche – que era de mis abuelos – y nos encaminamos hacia la montaña. Un paraje natural increíblemente grande y precioso al que solían ir ha hacer sendero o las familias para tener un día de convivencia.

- ¿Tienes ganas de llegar? – sabía que sí, pero quería que me lo dijera él.

Asintió muchas veces seguidas. Tanto que pensé que sus cervicales podrían sufrir daños.

- ¡Yo también! Nos lo pasaremos super bien. – sonreímos.

El lugar no quedaba demasiado lejos, por eso, en apenas media hora, llegamos hasta la entrada del paraje natural. Aparqué en la zona de abajo para subir nosotros hasta la zona de picnics y dar un agradable paseo hasta allí.

- ¡Ya hemos llegado! – vi como el chico se bajó del coche sin apartar la vista de la bonita naturaleza. -, ¿vamos? – le extendí la mano.

Sin pensarlo dos veces, la agarró y, ambos, subimos por el bonito sendero mientras observábamos todo a nuestro alrededor. 

¡Hasta aquí el capítulo de hoy!

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AUTORA DE: Kaori, la esfera mágica.

EDITORIAL: Ediciones Arcanas.

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