Sin colores

Capítulo 3, Magenta

Me quedé asombrado. No podía dejar de mirar el mensaje sintiendo que las cosas se ponían extrañas. Me senté en la camilla de la sala donde estaba, pensando qué hacer, aunque no tenía mucho tiempo para tomar una decisión. Entonces hice una rápida reflexión: Julián me llamaba la atención por algún motivo, además de parecerme atractivo, y yo no tenía nada que perder.

Volví a leer el mensaje como para asegurarme que leí bien todas las veces anteriores y ansioso respondí con un simple "Estoy libre".

Seguí mirando mi celular con una gran expectativa, con el corazón palpitando como si corriera una carrera. Quería reírme de mí mismo por estar en esa situación, porque visto desde afuera de seguro se veía como algo muy tonto. Mi sonrisa parecía la de un colegial. Tenía ese gran presentimiento que era más fuerte que cualquier sensación de ridículo.

Se me hicieron eternos los minutos hasta que se me ocurrió que él no contestaría con tanta prisa, así que guardé el celular para seguir trabajando, intentando no pensar mucho en lo que sucedía. Y apenas volví a pararme sonó la notificación de mensaje en mi bolsillo. Salté del susto pero no tardé en tomarlo y abrirlo para leer el texto que había llegado.

"A las cuatro frente al reloj de la Plaza Azul?"

La Plaza Azul era una pequeña plaza cerca de la estación de tren, una zona de bancos y oficinas. Pensé en que eligió ese lugar porque no había mucho movimiento de personas a esa hora y significaba que buscaba privacidad, detalle que me entusiasmó. Pero era el único detalle en el que me podía apoyar porque los mensajes no dejaban ver las intenciones. A pesar de eso, no demoré en responder que sí.

Después de ese intercambio, el día se me hizo terriblemente largo y trataba de disimular mi apuro por irme. Apenas salí, corrí a mi casa para cambiarme porque llevaba un tiempo con la mala costumbre de andar por la calle con el ambo. Me cambié tres veces por no sentirme seguro con la ropa que elegía y por esa demora tuve que correr también hacia la plaza para poder llegar a tiempo. A lo largo del camino no dejé de maldecir mi auto que seguía en el taller.

Mientras me acercaba al lugar miré a todos lados buscando a Julián. Casi no había gente, las pocas presencias caminaban apuradas, con un destino marcado, usando la plaza de atajo, nadie ocupaba los asientos, nadie hablaba, nadie se detenía a observar el espacio verde. Me paré frente al reloj y confirmé la hora con él, eran las cuatro en punto, y por si acaso confirmé la hora también con mi celular.

No se veía por ningún lado.

Una bocina sonó muy cerca haciéndome voltear hacia mi derecha, donde un auto rojo estacionó y Julián salió de él.

Me quedé allí parado, como sorprendido de que hubiera aparecido. Se me acercó y lanzó un suspiró medio tímido, de los que se usan para aliviar la tensión. No parecía la personas apática que me devolvió el celular y sus nervios no pasaron desapercibidos. Nervios que confirmaban mi presentimiento: no estaba allí para recibir un agradecimiento, estaba allí buscando lo mismo que yo.

—La verdad es que tengo que disculparme, ayer no te traté bien.

No nos saludamos, es cierto, y sentí que no era necesario. Sonreí animado, contento con el destino que hizo que perdiera el celular.

—Me lo puedes compensar hoy —sugerí confiado, coqueteando de forma descarada.

Me sonrió en respuesta, una sonrisa bonita y sincera. De seguro él también creía en el destino

—Pero lo importante hoy es que tengo que agradecerte por el celular —agregué con entusiasmo.

—Es verdad —respondió fingiendo seriedad—, creo que un café serviría.

Nos fuimos caminando hasta una cafetería que estaba cerca, pequeña y cálida, que, como en la plaza, tenía gente de paso, gente que no se sentaba a tomar café con intenciones de relajarse.

Y hablamos un montón, mayormente de trabajo, pero de forma amena, con miradas y sonrisas de por medio. Dónde estudiamos y cómo llegamos a nuestros trabajos, algunas anécdotas también. Tomamos más de un café y estuvimos mucho tiempo allí sentados. Se hicieron un par de silencios de esos que son increíbles. Nos entendimos de una manera muy extraña, no era para nada el antipático que fingió ser.

 —Cuando volteaste a verme en la conferencia... parecías interesado —mencioné en un tono juguetón, tanteando, probando mi suerte.

Bajó la mirada a su café con una sonrisa vergonzosa, asintiendo.

—Interesado es una buena palabra. —Luego se puso serio—. Fue uno de esos momentos donde las cosas no parecen pasar por mera casualidad —levantó la cabeza apenado— porque este tipo de cosas las evito con personas de mi entorno.

Quedé confundido pero con la leve sospecha de hacia donde se dirigían sus palabras.

—Yo... nadie sabe de mí.

Me preocupó que eso pudiera significar que no pasaríamos de esa salida.

—Es comprensible.

En él también se reflejaba la misma inquietud.

—¿Qué tan comprensible?

Entendí que otra salida dependería de mi respuesta. Me incliné un poco hacia adelante con la clara intención de no dejar pasar la oportunidad.

—Muy comprensible. —Y sonreí con complicidad.

Afuera empezaba a oscurecer.

—¿Puedo volver a verte?

Su pregunta estaba llena de deseo.

—Es lo que más quiero.

Salimos y ofreció llevarme a mi casa, no dudé en decirle que sí para extender un poco más la salida.

—Tuve que tomar mucho coraje para enviarte ese mensaje —contó dentro del auto.

Me sonreí halagado por eso.

 

Cuando llegamos a mi casa se hizo un nuevo silencio que Julián trató de romper sin éxito. Atrevido como me sentía, apoyé mi mano sobre la suya, mis dedos acariciaron apenas su piel.

—Gracias por aceptar el café.

Me miró con atención, con expectativa, con una emoción que se trasladó a sus labios en forma de sonrisa. Me bajé de su auto con lentitud, sin ganas de bajarme, e hice lo posible por no perder el contacto con su mano hasta que fuera inevitable. Un detalle más para demostrar mi interés y mi deseo por un nuevo encuentro.



#44750 en Novela romántica

En el texto hay: homosexual, gay, lgbt

Editado: 27.11.2021

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