Sin colores

Capítulo 11, No tan violeta

Al día siguiente volví a trabajar con una sensación muy rara. Me sentía eufórico por volver con Julián, el dolor que me inundó todos esos días desapareció y ya no tenía miedo de que me diera otro ataque de llanto por algún recuerdo que me tomara desprevenido. Pero algo dentro de mí estaba revolviéndose, aunque no podía ponerle nombre, presentí que surgía de la situación a la que me prestaba a vivir. Descarté que fuera mi conciencia queriendo decirme que estaba haciendo algo malo, era más bien una inconformidad con la vida misma.

Justo antes de llegar al trabajo recibí un mensaje de él para darme los buenos días, el cual respondí con torpeza. Me pidió que lo pensara bien pero me daba miedo pensarlo bien, así que de momento mi mejor idea fue no pensarlo en lo absoluto. Seguí mi camino al trabajo sonriendo por el recuerdo del reencuentro, encontrando motivación en el hecho de que él volvió a buscarme, sin perder de foco el fin de todo eso: estar juntos.

El centro de diagnóstico era un edificio de cuatro pisos y cada piso era un área diferente con su propia recepción y equipo de trabajo. Yo estaba en el segundo piso, el cual pertenecía a radiología, conocía poco y nada a las personas de los pisos restantes, ya que en un ambiente tan organizado no era necesario. Pero con la mayoría de las personas de mi área me llevaba bien, por eso, y mientras a la planta baja la pasé sin inconvenientes, al llegar y empezar a saludar a mis compañeros, muchos no dudaron en marcar y, cuando me hacía el desentendido, remarcar que me veía "mejor", que mi expresión era diferente. Enseguida corrí a esconderme en mi pequeña sala sintiéndome medio avergonzado para no tener que dar explicaciones. Así de fácil me cambió el aspecto mi reencuentro con Julián.

Mi hermano también lo notaría por lo que decidí contárselo en cuanto lo viera para ahorrarme sus preguntas e indirectas. Pero no sería ese día, ni el siguiente, ni ninguno hasta el fin de semana, ya que todos esos días los aprovechamos para seguir viéndonos, queriendo recuperar parte del tiempo perdido.

Esos días que me encontré con Julián no se volvió a mencionar el tema de su situación de casado, sus engaños ni mi lugar en su vida, como si no fuera importante, como si nada hubiera ocurrido. Tratábamos de retomar nuestra extraña normalidad anterior al día que supe todo. Un intento de consolarnos que no consolaba. Una reproducción de todo lo que tuvo que haberme advertido que estaba siendo engañado: con sus mensajes, sus llamadas, los ratos en mi casa, a veces un par de horas, a veces más, mientras que por la noche y los fines de semana su celular se mantendría apagado, nunca se quedaría a dormir, saldríamos a merendar a lugares con poca gente y rara vez llegaríamos a cenar juntos, todo sería incompleto y yo actuaría como si eso no significara nada. Dormiría solo por las noches consciente de que él dormía junto a otra persona pero no me quejaría.

El viernes de esa semana se acercaba a esa descripción, lo esperé en un café pequeño donde merendamos. Él hablaba indignado de la falta de insumos que sufría el hospital y que a nadie le parecía importar y, como siempre, no me podía relacionar con su trabajo.

No iríamos a mi casa ese día.

—Debo irme temprano hoy —dijo con una expresión culposa.

Lo miré incómodo sin saber cómo responder adecuadamente, detrás de esa pequeña frase todo quedaba tácito.

—Está bien. —Forcé una sonrisa para parecer la persona madura y superada que debía ser.

Volvimos en mi coche y lo dejé cerca del hospital donde quedó el suyo. Aún era plena tarde, las personas empezaban a volver a casa de sus trabajos y adolescentes con uniforme de escuela andaban en grupos por todos lados. El clima de primavera los sacaba a la calle. Mientras me proponía despedirme de él con un saludo de amigos, como era habitual en esas ocasiones, inesperadamente me besó. Sonreí conmovido bajo su beso ya que él siempre huía de cualquier tipo de intimidad cuando había gente cerca.

—Ahora no voy a poder dejarte ir.

Riendo, volvió a besarme. Con un momento así sentía que todo valía la pena.

—Pero me tengo que ir. 

En ese instante mi mente me jugó una mala pasada y aprovechó para recordarme que yo no era su prioridad, la prioridad era para la persona que lo esperaba en su casa. En un acto involuntario me aparté de él. Vi su sorpresa por mi reacción así que traté de disimular y tomé su brazo fingiendo echarlo de mi auto, forzando una especie de risa, un acto que se me estaba haciendo un mal hábito, mientras un nudo se formaba en mi estómago. Antes de abrir la puerta besó mi mejilla.

—Eres muy bueno para mí —susurró.

Me dio un poco de culpa pero lo dejé ir sin hacer ni decir nada, sintiéndome desanimado. Lo observé mientras se iba, iluminado por el sol de la tarde, volviendo a su verdadera vida. Cuando desapareció de mi vista sentí que yo quedaba atrapado en una cueva oscura. Solté un gran suspiro.

***

Ese sábado me desperté muy temprano, no estaba descansado pero tampoco tenía sueño. Estaba intranquilo y no dejaba de pensar en lo que me ocurrió en el auto, a pesar de ser algo pequeño y tonto, parecía obsesionarme el recuerdo de ese momento. Julián me dedicaba unas horas o menos antes de regresar con su esposa; una doble vida con todos sus beneficios y sin ningún sacrificio. No tardé en darme cuenta que lo mejor era distraerme de alguna forma, tenía que sacar esos pensamientos de mi mente, por lo que fui a buscar a mi hermano.

Llegué a su departamento y toqué el timbre pero no obtuve respuesta. Cuando tomé mi celular para llamarlo vi que era demasiado temprano, ni siquiera eran las 8 de la mañana. A un costado el portero regaba las plantas, así de temprano era. Pero era mi hermano así que no importaba; volví a insistir con el timbre. En esa ocasión obtuve una respuesta.

—¿Si? —una voz femenina, muy dormida, respondió.



#44750 en Novela romántica

En el texto hay: homosexual, gay, lgbt

Editado: 27.11.2021

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