El cumpleaños de Julián se acercaba y no sabía cómo actuar. Por un lado quería hacer algo muy especial, por otro lado no quería hacer planes para no ilusionarme con algo que podría no ocurrir. Mi mala suerte era tal que su cumpleaños caía un domingo, un día imposible para nosotros. Pero muy en el fondo quería creer que tenía una oportunidad de estar ese día con él, aunque sea por un momento, sumada a la sensación de que me lo debía.
No pude decirle lo que ocurrió con mis compañeros de trabajo. Antes se lo hubiera contado con mucho orgullo y alegría, pero ya no sentía ese anhelo de compartirle mis experiencias. Lo que necesitaba era empezar a vivir cosas con él. Quería poder haber dicho en el casino que tenía un novio, quería poder haberle dicho a mis abuelos que ya tenía un novio, y no que un extraño notara mi decepción.
Entré en mi cocina pero me quedé en el marco de la puerta viendo cómo Julián preparaba su café y el té con leche que pedí.
—Este domingo es tu cumpleaños.
—Sí, pero yo no festejo mucho esas cosas —contestó aún concentrado en las tazas.
Respiré para tomar coraje porque su respuesta iba hacia el lado opuesto de lo que yo quería lograr.
—Pero para mí es una fecha importante.
Se dio vuelta a verme con una sonrisa.
—Eso es muy halagador.
Me acerqué hasta quedar a su lado sin interrumpir su trabajo con el café y el té.
—Y para mí sería muy importante poder estar contigo ese día —sugerí, deseando que dejara de huir de la conversación.
Se detuvo un momento al escuchar mis palabras pero volvió a lo que estaba haciendo con una expresión seria en su rostro. Guardó silencio y lo imité, esperando su respuesta.
—Algo así no es posible —dijo evitando el contacto visual—. No aún —se apuró en agregar.
Algo hirvió dentro de mí, puro enojo. Intenté controlarme para no decir cosas terribles pero no había nada que quisiera decirle que no fuera terrible.
—No estoy pidiendo todo el día, solo un momento —quise de sonar amable pero no pude dominar el tono de mi voz y salió como un gran reproche.
Aún evitaba mis ojos.
—Toda mi familia estará ese día en mi casa, también compañeros. —Suspiró—. Va a ser imposible desaparecer, ni siquiera un momento. —Me miró con seriedad—. Lo siento pero no se puede.
Mi cabeza me hizo notar, con gran amargura, que no le faltaba determinación para decirme que no cuando no tenía firmeza alguna con respecto a las decisiones que seguía sin tomar.
Entonces fue mi turno de evitar sus ojos. Salí de la cocina en silencio y miré la puerta con ganas de irme de ahí, pero era mi propia casa y no tenía sentido. Tampoco quería pelear y echarlo. Me senté en el sillón sintiéndome frustrado, impotente y enojado, pero no con él, enojado conmigo mismo, porque yo me buscaba todo eso. Después de un momento vi a Julián poner mi taza de té con leche en la mesita frente a mí. Se agachó como haría un padre frente a un hijo que hace puchero mirándome con preocupación.
—Es mejor que me vaya para que estés tranquilo.
—Sabía que me ibas a decir que no. No estoy enojado contigo, estoy enojado con mi suerte.
Tomó una de mis manos y la apretó con fuerza.
—Cada vez estás más triste, desde hace un tiempo pareces... cansado.
Me sorprendieron sus palabras, no las esperaba, me hundí en el sillón y de a poco comencé a calmarme pensando que algo bueno podría salir de esa conversación.
—No quiero verte sufrir —dijo mientras acariciaba mi rostro y sus ojos se humedecían. Tomó aire antes de continuar—. Y estás sufriendo conmigo.
Tardé unos segundos en procesar lo que creía que estaba sucediendo. Me levanté de golpe perdiendo de nuevo la calma.
—¿Quieres terminar conmigo?
Julián se acercó sin intentar responder mi pregunta y me abrazó con mucha fuerza.
—Te amo con toda mi alma —su voz tembló—. Me moriría si me odiaras y no sé cómo hacer para que esto no sea tan difícil para ti.
Empecé a llorar en silencio porque él sabía lo que tenía que hacer.
—Sé que no tuve que haber vuelto pero quería estar contigo y no me importó nada, si te lastimaba, si sufrías —se apartó de mí y trató de secar mi rostro—, no me importó si te hacía llorar.
Sus palabras me dolieron, me hicieron llorar más, estaban lejos de lo que necesitaba escuchar. Nada coherente se formaba en mi mente y no pude responder. Me quedé llorando en sus brazos, sintiéndome la persona más desdichada del mundo, sintiendo que yo no valía lo suficiente para que él quisiera tener una vida a mi lado. Afortunadamente no volvió a decir nada ya que cualquier otra cosa que saliera de él empeoraría la sensación de desprecio que me dejaban sus actos. Julián también lloraba pero trataba de contenerse mientras que yo desahogaba en lágrimas todo lo que sentía. Quise preguntarle si eso significaba que no cumpliría su promesa pero me dio mucho miedo y me quedé callado. Hice un esfuerzo por componerme un poco y dejar de llorar. Me alejé de él y tomé un poco del té ya tibio para deshacer el nudo que sentía en la garganta.
—Dani.
Sequé mi rostro antes de voltear a verlo, el asustado parecía ser él. Regresé a su lado y también sequé su rostro, quise decir algo inteligente que nos consolara a ambos pero no pude. Volvió a abrazarme con mucha fuerza, pero ahí mismo en su abrazo sentía que estaba muy lejos de él.