Después de un par de días, encontré el auto de Julián estacionado frente a mi edificio. Aunque tuvimos varios intercambios de mensajes, en ninguno expresé deseos de verlo y era imposible que ese detalle pasara desapercibido. Sospeché que me esperaba con intenciones de hablar sobre lo que fuera que estaba sucediendo entre nosotros, algo para lo que no estaba listo. Cuando entré lo vi sentado en el sillón pero se paró rápidamente, como si él no tuviera la confianza para estar sentado ahí.
—Hola —saludó con un susurro.
Su rostro estaba lleno de preocupación, percibía que algo malo iba a ocurrir. Mi mente seguía en conflicto ya que no encontraba nada positivo en nuestra relación y me sentía desesperado por lo inminente, dejé caer mi mochila y me acerqué para abrazarlo, él no dudó en hacer lo mismo.
No quería volver a pasar lo mismo, no quería que los dos nos pusiéramos a llorar como si fuera lo único que podíamos hacer. Lo besé antes de que dijera o preguntara algo y con la sensación de que estaba muy cerca de perderlo, me puse más intenso y le quité toda la ropa. La imagen de su esposa besándolo intentaba irrumpir en mi mente a pesar de la pasión que Julián me demostraba y mientras hacíamos el amor lo odié. Odié su cobardía, sus mentiras, sus falsas promesas, su voz, su rostro, sus ojos y su cuerpo al que me aferraba en ese momento. Ya no hacíamos el amor, era solo sexo. Cuando terminamos no descansé en él como era habitual, me senté a un lado de la cama para recuperar el aliento mientras miraba a la nada falto de toda emoción. Sentí su caricia en mi brazo pero no lo miré, ni siquiera reaccioné.
—Estás enojado conmigo —señaló buscando que yo hablara.
No lo negué, tampoco lo afirmé.
—Dani...
—Basta —corté con sequedad levantándome de la cama—. No quiero que me digas nada triste o doloroso. —Suspiré profundamente.
Me miraba intranquilo mientras me apuraba en vestirme porque de repente no quería estar desnudo frente a él. Volví a sentarme pero un poco más alejado y me dejé caer de espaldas en la cama.
—Si no vas a cumplir tu promesa, prefiero que no digas nada —salió de mí sin planearlo con una tranquilidad antinatural para el momento.
Y nada oí en respuesta a eso pero seguí inmutable. Lo miré de reojo sin que me produjera mucho lo que vi: en completo silencio se vestía dándome la espalda.
El silencio se mantuvo por un rato largo, imposible saber cuánto tiempo. Decidí hacer algo al respecto, sorprendido de mí mismo, que tanto miedo había tenido de hacer algo.
—Es mejor darnos un tiempo. Así puedes pensar qué es lo que quieres hacer.
Me miró con lágrimas en los ojos y movió la cabeza negando, quiso decir algo pero su voz quedó atrapada en un sollozo y no pudo hablar. Me acerqué a él y sequé un poco sus mejillas, me incomodaba verlo llorar y también me molestaba porque creía que él no tenía mucho derecho de hacer esa escena. Sostuvo mis manos con fuerza y siguió llorando sin hacer mucho ruido. No supe qué más hacer o decir así que lo dejé llorar sin que su dolor lograra conmoverme.
Estábamos en los primeros días de noviembre y decidí, pensando en mí, que no verlo hasta después de las fiestas de Navidad y Fin de Año sería lo mejor. Si algo tenía que pasar, fuera lo que fuera, sería mejor después de tan movilizantes fechas. En el fondo me imaginaba que todo terminaría y tenía la sensación de que mi vida también terminaría cuando las palabras fueran dichas.
—En enero tomaremos una decisión.
Levantó el rostro confundido.
—Es mucho tiempo. —Apretó con más fuerza mis manos—. No tenemos que hacer esto —susurró con ruego.
Tenía razón en que era mucho tiempo pero estaba seguro que lo necesitaría para aceptar esa separación y recién a partir de allí podría pensar con mayor perspectiva. Aunque un ligero dolor en el pecho me indicaba que no me quedaba mucho en qué pensar y la separación temporal era una fachada compasiva para mí.
Después de un rato Julián se calmó. Estaba apoyado en mi hombro mirando el suelo mientras yo acariciaba su pelo. Cuando noté que atardecía besé su cabeza y me aparté de él.
—Ya es tarde —advertí porque debía ir a su casa con su esposa antes de que pasara más tiempo y él no pudiera crear una excusa.
Volví a alejarme de él para que no se demorara más en irse. Por un instante pareció desorientado y antes de salir se acercó a mí.
—Te amo mucho, más de lo que te imaginas, más de lo que yo creí que podía amar.
No sentí nada al escuchar esas palabras. Lo miré cansado sin intenciones de devolver el afecto me expresaba y se fue sin agregar nada.
***
Me quedé sentado, un poco confundido, sin estar seguro de si la separación se llevó a cabo. No le di opciones a Julián, era su momento de colaborar con algún sacrificio y dejar de tener dos vidas sin arriesgar nada. De repente, como asqueado, empujando por esos pensamientos, fui a bañarme. Me sentí agitado con un dolor en el pecho que se agudizaba sin poder diferenciar qué exactamente causaba ese dolor de todo lo que estaba ocurriendo, mi cabeza era un remolino de cosas con poco sentido. Al volver a mi cuarto miré mi cama lleno de una sensación repulsiva hacia ella y me apuré en sacar todas las sábanas, metí todo en una bolsa de basura junto con la ropa que había usado antes. Di vuelta el colchón y también tiré la almohada, recién después de todo eso se me fue el asco. Aun así esa noche dormí en el sillón.