Santiago me observaba con especial atención, apenas había recobrado el aliento y aún tenía sudor en su frente. Acaricié su rostro para secarlo pero nada desviaba su mirada de mí, parecía estar absorto, ocupado con algún pensamiento. Aunque él se mostró un poco tímido en el encuentro que tuvimos, no ocultó en lo absoluto sus deseos. Sus manos acariciaron mi cuerpo de manera obsesiva y sus ojos nunca se cerraron, queriendo guardar hasta el último detalle en su memoria.
—¿Estás bien? —pregunté en voz baja.
Asintió con gravedad.
El cuarto estaba iluminado por la luz del sol pero no tenía idea de qué hora era. Comenzó a acariciarme y sonreí ante la agradable sensación, era relajante y me dieron ganas de dormir una siesta a su lado. Aunque nos recobramos no teníamos motivos para romper con la calma que nos inundaba. Mi celular sonó en algún lado distrayendo a Santiago y haciendo que se detuviera. Imaginé que era mi hermano ya que acordé con él ir a buscarlo para pasar fin de año con nuestros padres, así que estaría llamando para reclamar por mi tardanza. Lo ignoré.
—No es nada —aseguré—. Puedes seguir acariciándome.
No desaprovechó la oportunidad y fue más allá besándome, no demoramos en acalorarnos nuevamente. Todo volvió a repetirse pero con un Santiago menos nervioso. En medio de la pasión mi celular sonó una vez más y luego sonó, lo que supuse, era el celular de mi invitado, pero nada fue suficiente para distraernos. Nada nos importaba.
La segunda vez que sonó su celular ya habíamos acabado y por primera vez apartó la vista de mí para mirar de reojo hacia la dirección de donde provenía el sonido. Aún seguía sobre él y me acerqué a su oído.
—Te están buscando —susurré.
Volteó hacia mí un poco decepcionado, tal vez de que todo estuviera llegando a su fin.
—¿Quieres tomar una ducha?
Suspiró, un suspiro que sonó a lamento.
—Sí.
Fue a ducharse y, sentado en mi cama, también comencé a sentir tristeza porque todo terminara. Me sentí solo incluso antes de que se fuera, así que me levanté y fui a bañarme con él para aprovecharlo hasta el último minuto. Al verme entrar a la ducha sonrió con entusiasmo.
—Si nos bañamos juntos podemos ahorrar tiempo —bromeé.
No hubo nada sexual, solo nos reímos un rato. Luego nos fuimos en mi auto, yo lo llevaría hasta el estacionamiento del centro de diagnóstico donde quedó el suyo. Ese trayecto sucedió sin que se hablara sobre lo que pasó o lo que pasaría. Santiago miraba por la ventana abstraído por la experiencia y yo también estaba pensativo, estar con él fue diferente. Me detuve en la esquina del estacionamiento y antes de bajar se demoró con una duda dibujada en su rostro, creí que juntaba coraje para decirme algo pero juntaba coraje para besarme, cosa que me tomó por sorpresa.
—Todo esto es muy extraño —afirmó al terminar el beso.
No supe cómo responder y se fue con mi silencio.
Cuando lo perdí de vista abandoné el lugar. Sin darme cuenta empecé a sonreír mientras manejaba. También era extraño para mí lo que sucedió, aunque mis motivos eran diferentes a los de Santiago. De alguna manera era liberador, sentía como si lo último que me ataba a Julián hubiera desaparecido, como si hubiera dejado de pertenecerle.
***
Fui a la casa de mi hermano. Dentro de su departamento me pidió que le diera un poco de tiempo para terminar de enviar algunos correos. Fue a meterse a una pequeña habitación que utilizaba para trabajar que era un desastre de papeles y revistas extranjeras, todo parecía estar a punto de caerse. Miré desde la puerta cómo tipeaba con prisa en una notebook. Gabriel trabajaba como traductor y en ese momento tenía un extraño empleo donde se dedicaba a traducir revistas para que una editorial local adaptara las notas de ellas para sus propias publicaciones.
—¿Para qué me llamaste si no estás listo?
—Yo no te llamé —contestó sin prestarme atención.
Busqué mi celular que no había tocado en ningún momento, asumiendo que Gabriel era el responsable de las llamadas. Cuando miré el registro de llamadas perdidas me impresionó ver que eran de Julián. Me puse un poco nervioso y enseguida vino a mi mente, con un escalofrío, que sus llamadas sucedieron mientras me encontraba con Santiago. Esa casualidad evitó darme la oportunidad de atender la llamada, una nueva señal para mí. Volví a guardar mi celular, sintiéndome incómodo por la incertidumbre, la paz que gané con Santiago se esfumó en un instante. Fui consciente de que era el momento de volver a verlo y resolver lo que sucedía entre nosotros.
Comencé a generar una gran ansiedad ese día. Tomé la determinación de no llamarlo, dejar que él vuelva a hacerlo, y con miedo estuve pendiente del teléfono.
Ese día no hubo muchas visitas en casa de mis padres, cada familiar ocupaba esa fecha con otras personas o ya se encontraban de vacaciones. Gabriel insistía en querer llevarme con él a una fiesta de alguien de su trabajo pero no accedí, no tenía el humor para estar en un lugar ruidoso con desconocidos, por lo que después de las doce y el brindis, se fue solo. Las llamadas perdidas de Julián me habían quitado las ganas de celebrar el nuevo año. Me fui a dormir temprano y demasiado temprano en la mañana, y demasiado antes de lo que esperaba, recibí otra llamada de Julián que sí logré atender.
—¿Hola? —escuché su voz.
No pude devolver el saludo.
—¿Hola? —repitió.
Suspiré, su voz me hacía temblar.
—Sé que me estás escuchando Dani.
No había alegría en su voz, era apagada y penosa, lejos del tono de voz que traía buenas noticias. Fue un pequeño puñal en el corazón.
—Te estoy escuchando —respondí de mala gana.
Hubo un silencio en el que me limité a esperar a que él volviera a hablar. Apenas había claridad en el cuarto y la casa estaba sumida en un gran silencio, eso hacía que fuera muy fácil escuchar todo del otro lado de la línea. Lo escuché tomar aire un par de veces antes de lograr continuar.