Mientras observo por la ventanilla del auto, giro una y otra vez las sortijas en mi dedo anular. Veo como los transeúntes caminan por las calles de Caracas rumbo a sus hogares, es aquí donde imagino que deben ser aproximadamente como las 6 de la tarde.
Escucho voces a lo lejos, pero en mi mente se recrean una y otra vez todo lo que ha ocurrido estos días, alejo toda la información cuando siento que el auto baja la velocidad.
Miro a través del vidrio oscuro y nos detenemos frente a la sede de uno de los lugares que pensé que nunca en mi vida volvería a pisar. Veo la enorme placa del CICPV y siento escalofríos en mi cuerpo.
Después de lo ocurrido con Eduardo, todos los de mi familia así como amistades y personas cercanas a el, fuimos interrogados por las supuestas fechorías de mi hermano. Recuerdo que ese dia me encontraba en shock por todo lo que había pasado, en ese momento mi madre estaba con los preparativos del velatorio mientras yo me encontraba en una sala de interrogatorios en Mérida.
Y es que Eduardo fue asesinado por la policía, pero lo peor de todo es que lo hicieron delante de mi. En un flash veo imágenes que están en el fondo de mi mente y que desecho nuevamente.
–¿Escuchaste lo que te dije?–Me sorprende la voz del hombre con quien voy.
–Debe estar a punto de salir. ¿De verdad quieres hacer esto?–Me pregunta Hugo por tercera vez.
Al despertar después de ver las fotos, y al enterarme que estoy casada con alguien a quien no conozco, Hugo quiso saber qué pasaría de ahora en adelante, por lo que al preguntarme sobre a donde iba a llevarme sin pensarlo dos veces, exigí que quería hablar con Cain.
Quise que me llevara a su apartamento pero, el insistió que sabía exactamente dónde está Caín.
–¿Elisa? –Escucho que dice y asiento sin nada más que decir, observando nuevamente por la ventanilla.
Su madre esta vez no se encuentra con nosotros y eso me causa alivio, Yvanna es mala. Ella nunca a aceptado que mi mamá decidiera formar una familia con mi padre, y desde siempre le reprochó casarse con un hombre sin estatus social.
Muy en el fondo, quiero que todo lo que está pasando sea una mentira, necesito que esto no sea cierto y quién mejor que Caín para que me lo diga.
Por favor. Dime que todo esto es una mentira de mi familia materna para alejarnos.
A los minutos veo que llega una camioneta color negro con el logo de la institución y varios hombres bajan de ella armados. Me doy cuenta que todos están vestidos de negro con un antifaz del mismo color. Noto además que llevan armas en las manos y otras ajustadas en el cuerpo. Espero unos minutos, y sin pensarlo dos veces me recoloco la capucha de mi abrigo, tomo la manija y salgo a la fresca tarde-noche caraqueña.
Cuento mentalmente los pasos hasta llegar a la puerta, y me posiciono a unos cuantos metros de ella. Mientras estoy allí, me deshago de las sortijas en mi mano y las guardo en mi bolsillo. Trato de respirar, porque sé si alguien me ve preguntará que hago aquí.
Que todo sea mentira.
Pienso una y otra vez.
Camino de un lado para otro, y a los segundos de estar allí oigo voces, en ese momento me doy la vuelta para que no puedan verme, pero al hacerlo quedo de frente a un cuerpo que sé distinguir de entre todos los demás, aún no me ha visto pero alguien a su lado lo detiene y me señala.
El me observa con los ojos de par en par y una sonrisa se extiende por su rostro. En un abrir y cerrar de ojos Caín esta frente a mi, mientras yo me alejo de su toque.
Lo detallo y siento un dolor en mi corazón.
Todo es cierto.
–Mi amor.–Y al oír este apodo de cariño siento derrumbarme por dentro.
–Tenemos que hablar–Dice tratando de cogerme las manos y yo me zafo antes de sentir su tacto.
–Antes o después de marcar tu salida.–Digo con voz grave – O mejor dicho antes o después de dejar a tu equipo.
El me observa detalladamente y algo me dice que sabe la respuesta de mi actitud.
Dime que no es cierto. Piensa una voz en mi interior.
–No es lo que parece. –Agrega en voz baja y en ese momento solo estamos el y yo a un lado del enorme edificio.
–¿Qué no es lo que parece?– Pregunto incrédula al verlo con su uniforme.-–¡¿Qué no trabajas en ningún maldito gimnasio?! ¿QUE ME MENTISTE TODO ESTE TIEMPO?!– Grito y en ese momento odio que las lágrimas se desborden por mi rostro. Con la manga de mi suéter las limpio y respiro.
–Hablemos en otro lugar.–Dice mientras trata de tocarme y me sacudo nuevamente de su agarre.
–¡No me toques!
–Li sé que estas confundida pero déjame explicarte.
–Tuviste meses para hacerlo, después de tantos momentos juntos. De tanto tiempo a solas, después de hacer el amor y no lo hiciste, así que no veo por qué de repente quieras hablarlo.
–Las cosas no son lo que parece.
–¿Entonces qué son?–Digo mirándolo fijamente.
–Yo solo se que te amo.–Dice el mirándome a los ojos.
–Caín... Cuando verdaderamente se ama a alguien no se le lastima como tú lo hiciste– Digo y nuevamente siento las lágrimas correr por mis mejillas.