-Pobre de ti que digas algo. Dice este extraño hombre.
- Ya le devuelvo la llamada. Digo y rezo para que no se percate de que algo anda mal.
-Súbete irémos a un lugar.
-No iré contigo ningún sitio.
-No estás en posición de negarte. Dice y carga el arma.
-Vamos. Dice y me señala con la pistola.
-Ando con un niño. El no...
-Ya lo sé, me di cuenta desde el momento en que llegaste a este lugar. Me interrumpe.
-Será un viaje muy interesante. Camina.
-¿Qué quieres? Digo ya sin tutearlo.
-Ya lo sabrás. Ahora explícale al niño que iremos a dar un paseo.Y es así, como asustada cierro la puerta del capó.
-Si nos haces daño te vas a arrepentir toda la vida.
-Si colaboras no les pasará nada. Y con esto último camino para ocupar mi lugar detrás del volante, veo como ese hombre se acerca a la puerta del copiloto y abre.
-Rodri. Acercaremos al señor a su casa. Digo sin que se me note el nerviosismo.
-Si, está bien. Dice el inocente niño y deseo que en el fondo no nos pase nada.
Salgo del estacionamiento, y escucho la dirección a dónde debo ir. Me reprendo internamente por traermelo de compras.
Algo me dice que este hombre tiene que ver con lo que pasó en mi casa. Me asusto en pensar que le hagan daño a Rodrigo por mi culpa. Ajusto el espejo retrovisor y lo veo allí jugando con su cubo. Me doy cuenta que el lugar está en completo silencio y estiro la mano para encender la radio, al hacerlo mi mano tiembla, el hombre a mi lado se percata de ese movimiento y sonríe.
Idiota.
Escucho sus indicaciones y sé que nos está guiando a uno de los barrios más peligrosos de la ciudad. Seguimos avanzando hasta que llegamos a un callejón sin salida.
-Es aquí.
-Que le vaya bien. Digo y el desenfunda nuevamente el arma y la coloca en su regazo, deseo que Rodrigo no la haya visto.
-Le invito un café en agradecimiento.
-No podemos recibir café de desconocidos. Dice Rodrigo.
-Es verdad. Contesta el hombre a mi lado.
-...Pero yo no soy un desconocido. ¿Cierto Elisa?.
-Es cierto. Digo volteandome y mirando a Rodrigo. Veo que en sus manos está mi móvil y en la pantalla se ve el nombre de Caín.
¡Rayos!.
-Vamos. Digo y me quito el cinturón.
Salgo del auto y me dirijo a la parte de atrás. Tomo mi celular y lo meto en el bolsillo de mis jeans. Ayudo a Rodrigo a salir y lo tomo de la mano. El me mira inquieto al percatarse de que estoy temblando.
-Estaremos bien. Le susurro.
-Es por aquí. Dice el hombre alto y enseguida se abre una puerta. Dudo en entrar y quiero por el contrario, correr pero la integridad del niño a mi lado hace que deseche esta opción.
Entramos al lugar y se trata de un galpón con distintos materiales. Avanzamos y al acercarme veo a varias personas allí.
-Elisa Villasmil. Dice una voz que no reconozco.
-Bienvenida.
-¿Desean algo para tomar?.
-No gracias. Respondo.
-Deberian, tenemos mucho de que hablar. Aunque primero te quiero felicitar. Buena elección de tono. Dice y se que se refiere a mi cabello.
-Nos costó mucho encontrarte.
-¿Quienes son ustedes y qué es lo qué quieren?. Interrumpo al estar en frente del grupo de personas, en su mayoría hombres.
-Facil. Conversar contigo.
-Podemos hacerlo. Pero sin el niño.
-Llevense al niño un momento.
-No. Digo atrayendolo hacia mi y veo como todos se ríen.
-No te entiendo entonces querida.
Veo a mi alrededor y distingo al menos 15 personas, detallo sus rostros pero no conozco a ninguno.
-Queremos saber si tú hermano te dijo donde está el cargamento de cocaína que nos robó.
¿En el piso de mi casa?.
-No sé de qué me hablan. Al decir esto veo como algunos se ríen.
-Puede que sea verdad. Pero también puede que estés mintiendo.
-No tengo ni idea de lo que quieren.
-Te resumo. Tu hermano hace años quedó en entregarnos un cargamento de cocaína pura. Se le hizo el pago pero nunca la entregó. Hemos hablado con tu familia materna y ellos dicen que no tienen nada que ver. Como siempre fuiste muy cercana a la escoria de Eduardo, quizás debas saber el paradero de lo que es mío.
Escucho cada una de sus palabras y puedo distinguir un acento extranjero en el. Su idioma no es común de un país latinoamericano y mucho menos venezolano.
-Se lo mismo que ustedes. Eduardo era muy celoso con lo que hacía. No veo porqué yo deba saberlo. Digo con voz fuerte.