Sin Escape

Capítulo 26- Cigarrillos.

Caín está afuera, y a pesar de los metros que nos separan  siento la profundidad de su mirada. Exhalo el humo de esa primera inhalación y se que el se da cuenta de esto, veo que saca su teléfono móvil y me lo enseña. Busco el mío y enciendo datos nuevamente. Entran varios mensajes y al estar a punto de leerlos me entra una llamada. Veo el nombre de Caín Baptista en la pantalla y suspiro. Decido no contestar y al terminar esa llamada enseguida entra otra. Al saber que no desistirá hasta contestar decido hacerlo.

-Quiero estar sola.

-¿Desde cuándo fumas?.

-Eso no te incumbe.

-No sabía que lo hacías.

-No es tu problema.

-Soy tu esposo. Claro que me incumbe y es mi problema.

-Vete. 

-No hasta que hablemos.

-No tenemos nada de qué hablar. Digo mientras me siento sobre la cama.

-Entonces déjame entrar.

-Quiero estar sola. Déjame en paz Caín.

-No lo haré. Me quedaré todo el tiempo que sea necesario.

-Ojalá alguien llame a la policía.

-Si, ojalá. Aunque se te olvida que yo soy la policía.

-No se me olvida. Nunca olvidaré que fuiste tú quien mató a mi hermano y que por este hecho mi madre se suicidó.

Con esto último término la llamada, me levanto y camino de un lado para el otro inhalando el cigarrillo pero en ese momento me entra un ataque de tos y decido apagarlo. Ocupo mi lugar en la cama y observo el techo.

Se que fue precipitado todo lo que le dije. Pero es la verdad...Hoy más que nunca necesito y quiero estar sola.

En ese momento entra una llamada de Hugo y decido no contestar. Se que a ellos también les duele la ausencia de mi madre, pero tampoco quiero saber nada de ninguno. Veo como finaliza la llamada y vuelve a insistir. Coloco el móvil en silencio y lo alejo de mi.

No se cuánto tiempo llevo en la cama cuando siento mi estómago rugir. Veo la hora y son las 12 del medio dia. Decido levantarme e ir por algo de comer. Salgo de la cama y me dirijo a la cocina.

 En esta casa fue donde precisamente por primera vez entablé una conversación con quien ahora es mi esposo. Aquí mismo, en esta casa, le cociné, lo amé y le abrí las puertas de mi corazón. Aquí hablamos y sobre todo, aquí comenzó su mentira.

Aquí estuve a punto de perderlo.

Mientras pienso en esa noche cuando entraron a mi casa siento escalofríos. No me da tiempo de pensar nada más, cuando me sorprendo al verlo sentado en mi sala de estar. Al mismo tiempo, un pensamiento pasa por mi cabeza de que si esa gente entró antes a esta casa, también lo puede hacer ahora. Veo a Caín con uno de mis libros de cocina en sus manos y este no se inmuta por mi presencia.

De hecho ni voltea la mirada cuando paso a su lado.

Entro a la cocina pero me doy cuenta que no hay nada para comer.

¡Oh no!.

Mi estómago parece que protesta por este simple hecho y ruge.

-Te traje un poco de comida. Me sobresalta su voz.

-No deberías de estar aquí. Contesto.

-¿Por qué? Pregunta.

-No te quiero ver. Confieso.

Hoy no.

-Me iré después que comas. 

Veo como deposita un pequeño recipiente a un lado de mi, y se sienta al frente.

-Come y me iré.

Es así como ambos nos quedamos viendo el uno al otro. Ninguno dice nada mientras veo el recipiente y lo tomo. Al destaparlo veo que es pan del que hice, tiene huevos y queso, mi estómago ruge al sentir el delicioso olor y yo uso un cubierto para tomar un primer bocado está vez, sin mirar a Caín.

-No sabía que fumabas. Dice mientras mastico.

No respondo a su comentario y sigo comiendo, hasta que a los minutos termino todo.

-Gracias. Digo sinceramente.

-Tu familia está en casa. Te adelanto que tienen algo preparado para ti. Me dijeron que te distrajera para así terminar de alistar todo, así que cuando quieras podemos irnos. Prometí que te llevaría.

-Gracias. Pero iré sola. No se qué parte de que no quiero verte no entiendes.

-Solo déjame llevarte a casa.

Sé que nada de lo que diga lo hará cambiar de parecer, si no se fue antes y está aquí todavía, después de haber transcurrido dos horas, mucho menos lo hará cambiar de parecer mi insistencia.

-Okey. Digo y salgo de la cocina.

Lo siento detrás de mí y ambos salimos de alli. Ignoro el ruido del piso al pasar, y no se me olvida el botín que yace debajo de nosotros. Después de asegurar y cerrar las puertas salimos de la casa. Al haber traído su moto y con las mínimas ganas de hablar con el, obvio el hecho de que este tipo de vehículos me asusta. Caín toma su lugar y después de colocarme el casco lo imitó y me ubico detrás de él, al encenderla se que debo sujetarme y sin tener otro lugar, me sujeto a el.




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