Sin Escape

¿Nos Conocemos?

Vanessa

Un nuevo día comenzaba para mí, como era costumbre dos golpes a la puerta resonaron por toda la habitación y mis ojos se abrían con desdén, con la mirada fija en el techo, deje que el aire entrara lentamente a mis pulmones, cerré mis ojos por un momento, conforme una lagrima descendía por mi mejilla.  

Me habían traído a este lugar, después de despertar a lo que me parece Rosa llamo un profundo y reparador sueño. Tenía mis muñecas vendadas al igual que mis tobillos y mi pierna. Perdí la noción del tiempo, por lo que decidí comenzar desde cero y a lo que a mi concierne apenas llevo tres días en este infierno.

  • Buen día –  la voz de Rosa atravesó la puerta , haciendo que me pusiera de pie. – Te he traído un poco de comida – decía con tristeza al observar la bandeja del día anterior intacta.
  • No tengo hambre
  • A mi, no me puedes engañar. – tomo la bandeja del suelo y antes de irse deposito un pequeño beso en mi frente.

Observando la comida con recelo, la empuje a un lado y volví a tirarme en la cama. Los pasos de Rosa se frenaron antes de llegar a la puerta y se dio vuelta para verme una última vez.

Regalándome una última sonrisa, dejo en el suelo, lo que aparentaba ser una cajita. La puerta se cerró de golpe. Pasaron un par de minutos antes de que mi estomago aclamara por la comida, pero me negaba a probar bocado alguno, así que me puse de pie e inconscientemente camine hasta donde se encontraba la misteriosa cajita.

Inclinándome para tomarla, me di cuenta que no era una cajita, sino un pequeño libro, de pasta roja y en letras doradas, se podía leer Tesoros Ocultos.  

Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro, al momento de pasar mis dedos sobre las páginas, tomé asiento y comencé a leer. Sin sentir el pasar del tiempo, olvide por un instante donde estaba.   

Me encontraba tan perdida en la historia, que no escuche en que momento abrieron la puerta. Un par de manos, me levantaron sin esfuerzo del lugar y un fuerte grito salió de mi garganta.

 - ¡Suéltame! - grite, mientras forcejeaba con el hombre tras de mí, intente golpearlo un par de veces, pero, me era imposible moverme.

Al salir de la habitación el pasillo se encontraba a oscuras y aparentemente vacío a excepción de los guardias que custodiaban mi puerta, conforme mi avanzábamos, pequeños susurros se escuchaban a lo lejos, algunos parecían ser gritos y otros platicas sin sentido, pero nada era conciso. Mi mirada viajaba de un extremo a otro, en busca de una salida o inclusive tontamente en alguien quien me ayudara, pero estaba completamente vacío.

Giramos un par de veces, antes de llegar a lo que parecía ser un cuarto de baño, la persona a mis espaldas me empujo hacia adentro y cerró la puerta con seguro.

Con los pies temblorosos di un par de pasos e inspeccioné el lugar, frente a mí se encontraba una regadera, al lado de la puerta se encontraba el lavabo y sobre el un pequeño espejo.

Al observar mi reflejo, note lo demacrada que estaba, mi piel se encontraba pálida y unas grandes bolsas negras ocultaba a mis ojos. Al observar a la extraña en el espejo, la impotencia y la ira se apoderaron de mí, tomando el espejo, de los lados, jale de el y lo tire al piso, un gran estruendo se escuchó en el interior, los pedazos de cristal se esparcían lentamente por el suelo, inclinándome para tomar uno de los cristales más grandes, la puerta se habido de golpe y con el cristal en mano, me aproxime a la persona que entraba por la puerta, sin pensarlo lo apuñale con el cristal y salí corriendo.

Sentía que mis pies sangraban por cada paso que daba, pero mi mente me decía que no para, que buscara una salida, una salida que ni siquiera conocía.

Me encontraba forcejeando con una de las puertas, cuando un golpe me tiro al suelo.

Con todo a mi alrededor dando vueltas, un fuerte jalón de cabello me intentaron poner de pie, logrando únicamente que un desgarrador grito inundara el pasillo.

- ¡Cállate! – se escuchó a mis espaldas y de repente un hombre con una arma se encontraba, apuntándome con ella, haciendo que callara de golpe. – Muy bien así me gusta, calladita. – el cañón del arma rozo mi mejilla y desvié mi mirada.

- Creo que ya es suficiente – un chico tembloroso apareció en mi vista , pero el hombre frente a mi sonrió con diversión y tomándome desprevenida me sujeto fuerte de la cara.

- No me importa lo que haya dicho esa anciana, - decía, mirándome fijamente a los ojos y regalándome una sonrisa torcida, e ignorando al chico. - Pero ya me esto cansando de estos juegos. Así que … - por un momento aflojo su agarre y pensé que me soltaría, pero el cañón del arma se estrelló conta mi mejilla.

El ardor era insoportable, pero no estaba dispuesta a darle el gusto de verme caer, cuando volvió a tomarme, le escupí en la cara y le regalé una sonrisa. Su rabia se reflejaba en su mirada y por una milésima de segundo me preguntaba qué era lo que había hecho.

- Te crees muy astuta ¿no? – le dirigió una mirada, al sujeto que me tenía y me soltó. – Bien, veamos que tan lista eres – como un predador cazando a su presa, se aproximó hacia mí, e inútilmente intente retroceder.

- ¡ES SUFICIENTE!, Nicholas, deja en paz a nuestra invitada. – Nicholas, si ese era realmente su nombre, se inclinó hacia mi y me susurro al oído “Aun no hemos terminado”, antes de retroceder y fulminar con la mirada al hombre que había terminado con su diversión.

- Jay, lleva a nuestra invitada, al cuarto de baño.

Y nuevamente esa palabra invitada, una palabra que estaba completamente errada a como me sentía en estos momentos, yo no era su invitada, era su presa.

  • Pero, señor… - el chico que creo yo había intentado ayudarme, me miro con miedo y miro nuevamente a su superior. – el baño es un destrozo y…
  • Dado que a nuestra invitada el baño que le proporcionamos no a sido de  su agrado, llévala a los comunitarios y Jay, que no ocurran más inconveniente, por favor, que ya vamos muy retrasados y asegúrate de que le tapen bien lo rojo de la mejilla.
  • Si señor.




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