Vanessa
No recuerdo en qué momento mi vida se volvió un teatro sin salida. Todas las personas a mi alrededor, me analizaban con la mirada, las mujeres, no paraban de murmurar a mis espaldas.
Mi brazo seguía sujeto al suyo, la sonrisa falsa era lo único que en ese momento era capaz de controlar, las personas comenzaban a aglomerarse alrededor de nosotros, las mujeres, especialmente las mayores, comenzaban a realizar preguntas.
- Querido, ¿Cómo es que nunca conocimos a esta bella chica? ¿Quines son tus padres querida? ¿Como es que se conocieron?- decía alguien a mi derecha.
- ¿Cuántos años tienes querida? ¿Desde cuando se encuentran prometidos? ¿Dónde se conocieron? - mencionaba alguien más.
- ¿Cuándo se planean casar? - menciono una voz más joven y por primera vez, el hombre a mi lado decidió hablar.
- Damas, por favor, no agobien a mi prometida, sus dudas serán resueltas, claro si nos pudieran dar un poco de espacio.
Las "damas" como el las había llamado se apartaron un poco de nosotros. Pero seguían atentas, a cada uno de mis movimiento.
- Creo que primero responderé la pregunta que la mayoría se esta haciendo, para que difundan la información. - guiño el ojo, provocando la risa tímida de alguna de ellas. - Nos concomimos, hace como tres años, ¿no es así, querida?
Aprete su brazo con mayor fuerza y y tome una pequeña respiración. - Te encanta decir que fueron tres años, pero en realidad fue hace dos, como olvidar ese día, acababa de obtener un trabajo, lo que yo no me esperaba es que fuese en su empresa, llegaba tarde, como me era costumbre, y accidentalmente choque con el hombre más apuesto que había visto, claro que solo de aspecto, por que de actitud era todo lo contario.
- Y qué esperabas , querida, si ese día tenia una junta importante y me habías tirado el cafe encima. - su comentario provoco un par de risitas.
Por un instante el ambiente se aligero, el termino de contar la historia, y aflojo su agarre. Hasta que un hombre tajeado completamente negro le susurro al oído.
- Damas, tengo que retírame por un momento, espero que la traten muy bien. - se inclino un poco hasta llegar a mi altura y me susurro al oído - No tienes a dónde ir, y si lo intentas… lo lamentarás más de lo que puedes imaginar. - y me beso la mejilla.
Fui arrastrada hasta una esquina donde el verdadero interrogatorio comenzaba.
- Bueno, la bestia se ha ido, así que, cuéntanos querida, ¿Cuál es tu nombre?
- Vanessa... Vanessa Lloyd
- Vaya nombre, para un a chica tan bella - menciono la persona que aparentaba mayor edad.
- Lo menciona por su significado.
- No en realidad, es solo que es curioso, pero tu apellido, no es muy conocido por aquí. ¿Tus padres habitan en el extranjero?
- No en realidad, es el apellido de la pareja de ancianos, que me adopto, tiempo atrás.
- Así que no tienes familia...
- Disculpe, ¿pero que tiene eso de malo?
- Nada, es solo que conozco a las de tu clase, una chica fácil, que se abre de piernas por unas simples monedas, pero escucha atentamente querida. No eres la primera casa fortunas, que se acerca a mi nieto únicamente por su dinero y créeme que no serás la ultima.
- ¿Qué es lo que insinúa?
- Por favor no te hagas la tonta, hace un par de semanas, que se pacto el compromiso entre el y la señorita Moon. Que casualidad que el día, en que se anunciaría el compromiso, Thomas no llegara .
Las manos me sudaban. El perfume de esa mujer me mareaba. El peinado comenzaba a picarme, como si quisiera arrancármelo. Pero lo peor era su voz, venenosa y perfectamente modulada.
—Tal vez, querida, deberías aprender a quedarte en tu sitio. Aquí nadie cree que estés por amor.
La miré directo a los ojos.
—Y usted debería aprender a no juzgar sin conocer. El hecho de que su nieto me eligiera a mí en lugar de a esa tal señorita Moon, dice más de él… y de ella, que de mí.
El silencio cayó como un manto tenso. Por un segundo, pensé que se reiría. Que me lanzaría una amenaza velada. Pero lo que vino fue peor.
La bofetada me llegó antes de que pudiera apartarme. Me quemó la mejilla, más por la humillación que por el golpe en sí.
—¡Insolente! —escupió con rabia, sin importar quiénes miraban.
Me tambaleé un paso hacia atrás. Mis ojos ardían, no por el dolor, sino por la furia contenida. Nadie se atrevía a decir nada.
Las miradas comenzaba a asfixiarme , necesitaba escapar, necesitaba aire fresco, sin bajar la cabeza hui del lugar, me encontraba perdida eso seguro, pero ya no podía seguir encerrada, si la razón de todo esto era humillarme, lo habían logrado, pero lo que no comprendía era por que tanto sufrimiento, por que hacerme pasar por todo esto.
Aun con la amenaza, sobre mi espalda, camine hasta encontrar una enorme puerta de cristal, que permitía ver el patio, repleto flores y un par de arboles, la luna en ese entonces, me parecía lo más bello del mundo, tome el manubrio y antes de pasar por ella fui detenida.
- No puede salir, ordenes del jefe - el hombre trajeado que no me había quitado la vista en todo lo que llevaba del camino, se interpuso, cerrando la puerta con brusquedad.
- Prometo no hacer nada estúpido, solo necesito respirar.- no me atreví a mirarlo, aunque debió de ver algo, por que se aparto, dándome paso, a lo que para mi era algo parecido a la libertad.
Me dejé llevar por el ambiente de esa noche estrellada, la primera que veía en lo que a mí me parecieron semanas. Aun con el ardor punzante en la mejilla, tomé asiento cerca de uno de los árboles, sin importarme que el vestido terminara manchado, o que la persona a pocos metros de distancia me observara derrumbarme.
Dejé que las lágrimas que había jurado no derramar se deslizaran por mi rostro, silenciosas, rebeldes.
En mi cabeza solo se encontraba presente Ann, que seguramente seguía buscándome, la única persona que de verdad se había preocupado por mí. Pensé en Rosa, a quien le había agarrado cariño, y que ahora dudaba volver a ver.
Y aunque suene un tanto loco, también pensaba en la persona que ahora se hacia llamar mi prometido . El hombre que me tenía prisionera, el mismo que me provocaba todo este dolor y sufrimiento. El mismo que me tenia entre sus garras