Dicen que los grandes amores comienzan con una mirada, un accidente, o una coincidencia absurda. Para Binna, empezó con una torta. Una torta que nunca probó.
Era el Día de San Valentín. El aire olía a fresas, azúcar y promesas vacías. Ella no creía en el amor, no en ese momento. No cuando la vida le había enseñado que no todos los padres se quedaban, ni todas las familias eran perfectas. Aún así, tenía una sonrisa en el rostro. Había ingresado a la universidad más prestigiosa del país con una beca completa, y su madre, Sia, estaba preparando una torta especial para celebrarlo.
Pero entonces, llegó él. Un hombre elegante, con el ceño fruncido y los ojos llenos de angustia. Buscaba una torta para su hijo. Era su cumpleaños número dieciocho, y todo había salido mal. Todos los pasteles de la ciudad estaban llenos de corazones y clichés. Todos menos ese.
Binna no sabía por qué, pero lo convenció. Convenció a su madre de vender su torta. Tal vez fue la desesperación en sus ojos, o la forma en que dijo “es para mi hijo”. O tal vez fue el vacío que sentía ella al no tener padre, y la esperanza absurda de que hacer algo bueno por alguien más llenaría un poco ese hueco.
Ese fue el primer cruce de caminos. Lo que no sabía era que el destinatario de esa torta, Harry, terminaría manchando su vestido con lodo media hora después, al pasar como un relámpago en su motocicleta. Ni que sus caminos volverían a cruzarse, una y otra vez, con discusiones, sarcasmos y miradas que ardían más de lo que deberían.
Lo que no sabía era que su madre y ese hombre, Enrique, estaban destinados a encontrarse también. Y que lo que parecía un gesto pasajero se convertiría en algo tan fuerte como una tormenta.
Binna no tenía idea de todo lo que se avecinaba: amistades que valen oro, enemigos disfrazados de sonrisas, fiestas con intenciones oscuras, una beca que pesaría más de lo que pensó, y un amor que, aunque quiso evitar, terminaría abrazándola por completo.
Tampoco sabía que el pasado tenía un gusto amargo, que los secretos no mueren, y que el amor verdadero, a veces, exige perderlo todo antes de poder ganarlo.
Pero si algo aprendió Binna, es que a veces el amor llega con una torta que no se come. Y cambia todo para siempre.
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Editado: 30.06.2025