Sin Galán, Tim

3. Reencuentro

Sia está preocupada, han tenido un importante pedido, una empresa había organizado una presentación y había pedido una gran cantidad de postres para ser entregados a sus invitados; sin embargo, dos jóvenes de su personal no han llegado y por más que insiste en llamar no responden. Había terminado de decorar los cupcakes con logos de autos, tenía bandejas con bocadillos dulces y salados; una gran variedad.

Al no tener alternativa, es ella misma quien sube a la van y se dispone a ir a la dirección indicada, no puede perder tiempo, es un pedido que puede marcar la buena o mala imagen de su pastelería y ha trabajado mucho para tener éxito; se arregla un poco en el camino y se enfoca en la meta.

Cuando llega a la empresa automotriz más exitosa del país, el coordinador le señala donde debe colocar los postres, y se esmera en que el área del buffet que le han dado quede agradable a la vista, tomó varias fotografías y cortos videos para las redes sociales, es lo que le había enseñado su hija; los tiempos cambiaban y se estaba adaptando a los tiempos.

- "Se ve hermoso y delicioso", dijo Enrique acercándose.

- "Buenas tardes, ¿usted hizo el pedido?", preguntó Sia, con una sonrisa, y tratando de no lucir tan nerviosa; lo había reconocido de la pastelería y lucía tan guapo como la última vez que lo vio, sacudió un poco la cabeza *¿qué son esos pensamientos?* se reprendió dentro de sí.

- "Buenas tardes, el área correspondiente hizo el pedido, pero tengo entendido que fue por mi recomendación. Gracias por ese día, no resultó como lo esperaba, pero puedo garantizar que estuvo deliciosa", manifestó Enrique mirando a Sia.

Habían pasado muchos años, en que Enrique encontraba una sonrisa encantadora; tal vez por lo sincera que era. Sia también lo había quedado mirando, se veía tan distinguido y formal.

Enrique estaba impecable, con un traje gris claro y corbata azul marino. Tenía una forma amable de hablar, incluso cuando daba órdenes por teléfono. Sia, en cambio, parecía más nerviosa de lo habitual.

- ¿Lista para brillar?”, preguntó Enrique, mientras.
- ¿Yo?, Sia asintió con la cabeza, pero sus mejillas se habían teñido de rosa.

Fue como si el tiempo se detuviera por un momento, como si se perdieran en la mirada del otro, como si necesitaran saber más del otro; el amor es el mismo sin importar la edad, tal vez no va acelerado con la fuerza de la juventud, pero va paciente y firme, con la enseñanza de la vida vivida; se es más prudente y se medita con más calma, pero aquella emoción, aquella sensación de saber que la persona que tienes al frente es especial, es la misma, porque los sentimientos no envejecen, nacen y crecen en cualquier momento.

- "Señor Director, todo salió bien en esta parte, pronto se ofrecerá el break", dijo la asistente de Enrique, sacándolo de su ensoñación; no le gustaba esa especie de complicidad que se había formado y se preguntaba quién era la mujer que él miraba con tanto detenimiento.

- "Entiendo, gracias", expresó Enrique. "Ha sido un placer conocerla señora Jung. Saludos para su hija y su esposo", agregó dirigiéndose a Sia, tenía una hija, era probable que tuviera un esposo, cómo podría estar sintiendo lo que estuviera sintiendo se preguntó para sí; esperaba chocarse con la realidad y sacarse esa sensación.

- "Hija, solo hija, soy soltera", dijo Sia y luego se tapó la boca, no entendía por qué estaba dando explicaciones; no pudo evitar sentirse un poco avergonzada, y rogaba que no se le notara.

Enrique sonrió, pero empezó a ver gente acercándose, le sonrió a Sia y se retiró; para que los invitados pudieran degustar lo que habían preparado para ellos. Mientras conversaba con algunos, sin evitar mirar de reojo a Sia, *es soltera* se repetía a sí mismo con cierta emoción.

La asistente de Enrique, miró a Sia de arriba a abajo, estaba acostumbrada a espantar a todo tipo de mujeres que parecían tratar de llegar a su jefe; él nunca parecía interesado en nadie y le pedía mantener alejada a las interesadas, pero cuando vio esa mirada entre ellos, se dio cuenta de que Enrique Salazar por primera vez estaba interesado en alguien. Y eso no le gustaba, Jessica Fernández, era una mujer que llama la atención, quería a Enrique para ella y no iba a perderlo por alguien *tan insulsa* como aquella mujer, él era su seguro para obtener todo lo que ella quería, se dijo a sí misma; *debo desaparecer este gusto de raíz* fue su pensamiento y maquina rápidamente las acciones que deberá seguir para arruinar cualquier posibilidad.




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