Los visitantes en la empresa automotriz están encantados con los postres de Sia, ha repartido volantes, y siente que su público consumidor va a incrementarse y está emocionada.
Jessica Fernández mira de lejos, se pregunta como una simple pastelera puede llamar la atención de Enrique, alguien que se relaciona con importantes empresarios, y que ha logrado hacer una gran fortuna en los últimos años; ha ganado tanto su confianza para llegar a su corazón y que una completa extraña tenga más oportunidad que ella, le resulta frustrante.
Se acerca con esa expresión soberbia que revela su verdadera personalidad, mira de pies a cabeza a Sia.
- "El señor Salazar dice que ya puede largarse", dijo Jessica.
Sia no entiende cómo un hombre que fue tan amable con ella podría expresarse de esa manera, "largarse" no había necesidad de usar esa palabra.
- "Termino de acomodar y me retiro, señorita", expresó Sia, tratando de ser cortes.
- "El señor Salazar tiene mal carácter, y no le gusta que se pierda tiempo en cosas simples, así que acabe rápido y se va", manifestó Jessica y se alejó rápidamente.
Sia se sintió mal, se culpó de haberse ilusionado con un hombre que podía actuar de esa manera, se cuestionó que no haya podido reconocer la verdad, que a estas alturas no pueda reconocer a un hombre íntegro.
Jessica subió al despacho de Enrique, se desabotonó un poco la blusa e ingresó rápidamente, pero no lo encontró y salió a preguntar a la recepcionista de ese piso.
- "¿En qué momento se fue el señor Salazar de su oficina?", preguntó Jessica.
- "Hace cinco minutos, tal vez se cruzaron señorita Fernández", respondió la recepcionista del piso.
Jessica tomó su móvil y llamó a Enrique, en eso escuchó que el sonido del móvil de su jefe venía de su despacho, se había ido sin el equipo, así que debe estar cerca, llamó a un amigo de la oficina de seguridad para que lo ubicaran en el edificio.
En el estacionamiento, Sia guardaba los últimos contenedores en la van, suspiró fuerte, al menos había podido repartir su publicidad, pero se decepcionó de que el hombre que le estaba empezando a gustar, haya mandado a decirle algo tan grosero.
Iba a subir la caja que estaba en el suelo, cuando vio a Enrique alzarla y ponerla en la van.
- "Si hubiese sabido que guardaría todo sola, hubiese pedido que la ayuden", dijo Enrique con una sonrisa.
- "Así me largaba más rápido, supongo. Ya me estoy yendo, no lo molesto más", afirmó Sia con gesto adusto.
- "No entiendo, ¿hice algo que le molestó?", preguntó Enrique bastante intrigado.
- "Su asistente, la mujer elegante, dejó muy en claro su pedido de que me largara del lugar", respondió Sia, cerrando la puerta de la van, el joven que la trajo tuvo que regresar de inmediato a la pastelería para que la cajera no atendiera sola, así que Sia tendrá que conducir.
- "Creo que hubo un error, no me expresaría de esa manera, y mucho menos con alguien como usted", expresó Enrique con mucha sinceridad.
Sia no sabe que pensar, es realmente agradable cuando lo tiene en frente, pero su asistente lo describe como una persona diferente, sacude su cabeza, no es una adolescente para estar en una situación así, ha vivido más de dieciocho años sola, no quiere complicarse por una ilusión que está solo en su cabeza.
- "Cualquier cosa que haya pasado, le ofrezco una disculpa, sinceramente usted me agrada y mucho. Si usted quisiera, quisiera que me dé la oportunidad de conocernos más", agregó Enrique, dejando a Sia realmente sorprendida.
- "¿Por qué le agrado?, digo usted parece pertenecer a un mundo completamente diferente al mío", dijo Sia, todo es tan confuso por ahora, no puede actuar con imprudencia se dice a sí misma.
- "En mi mundo, todos siguen un papel, y esperan que nadie se salga de ello. Usted es diferente, es más natural y no se adueña de poses. Estoy divorciado, tengo un hijo de dieciocho, que es lo más valioso que tengo, soy trabajador y no rehúyo a las responsabilidades; ya no estoy para jueguitos, y tal vez no soy lo que usted espera, por eso me gustaría que nos conociéramos", manifestó Enrique.
- "Soy madre autónoma, mi hija pronto cumplirá dieciocho, y mi mundo siempre ha girado alrededor de ella; tengo una pequeña empresa y quiero que sea grande y trabajo muy duro por ello, y tampoco estoy para jueguitos. Está bien, conozcamos, pero si cree que no vamos a buen puerto, me lo dice, le aseguro que haré lo mismo", expresó Sia.
Enrique sonríe, había olvidado la última vez que se sintió de esa manera, le presentaron varias mujeres en varios años, pero no despertaron jamás el interés para una relación seria, además su hijo estaba pequeño y varias veces tuvo que llevarlos a una que otra cita, cosa que a ellas les molestaba; no cree tener ese problema con la mujer que tiene en frente.
- "Perfecto, empecemos por tutearnos. Te invito a cenar este sábado, ¿aceptas?", preguntó Enrique.
- "Sí, me gustaría", respondió Sia con una sonrisa nerviosa.
- "Me das tu dirección para buscarte, huy olvidé mi celular en la oficina, prometo no olvidarla", dijo Enrique algo avergonzado.
- "Vivo en el tercer piso de la cafetería, ya la conoces. Te espero a las 8", expresó Sia.
- "Ahí estaré. Lo prometo", afirmó Enrique.
Ambos sonríen, Sia le da un beso en la mejilla, y se voltea inmediatamente para que no se dé cuenta que se ha sonrojado, sube al vehículo tiene que conducir. Enrique la mira hasta que se pierde de su vista.
Jessica Fernández rompe el lapicero que tiene en su mano cuando ve la escena por las cámaras de seguridad, está hirviendo en furia, siempre supo arruinar todos los intentos de relaciones anteriores, ahora se plantea que no será la excepción, si ha podido con mujeres más sofisticadas, no perderá contra una sencilla repostera.
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Editado: 30.06.2025