Sin Galán, Tim

24. Hermanastros

La mesa estaba servida con una elegancia sencilla pero acogedora. Sia había preparado una cena especial: lasaña casera, pan de ajo, una ensalada con nueces y arándanos. El ambiente tenía algo de celebración contenida. Binna ayudaba en la cocina, intentando mantener la mente ocupada.

- “¿Así que vas a cenar con el novio de tu mamá hoy?”, le había escrito Janice por WhatsApp, minutos antes de que bajara.
- “Sí y el hijo también estará. Espero que no sea otro Harry, como HARRY, porque ahí sí me da algo”, respondió Binna con una sonrisa que no llegó a sus ojos.

Cuando el timbre sonó, Sia apuró a su hija a sentarse. Binna tomó aire, se alisó la falda y caminó hasta el comedor, fingiendo calma.

Y entonces, la puerta se abrió.

- “Hola”, saludó Enrique con una calidez serena. “¡Qué bien huele!” expresó.

A su lado estaba Harry. El Harry. Con su chaqueta oscura, el cabello algo despeinado y esa sonrisa a medias que siempre usaba cuando no sabía cómo actuar.

Ambos se miraron, congelados por un instante que solo ellos sintieron. Binna parpadeó, tratando de procesarlo. Él simplemente alzó una ceja, como diciendo: “recién lo supe, cuando se estacionó afuera de tu casa”.

Sia no se dio cuenta de nada.

- “Binna, él es el hijo de Enrique, Harry”, dijo Sia.

Enrique avanzó y le dio la mano a Binna con una sonrisa amable.

- “Buenas noches, Binna. Tu madre no ha dejado de hablar maravillas de ti”, comentó Enrique
- “Buenas noches”, dijo ella, con una sonrisa tensa.
- “Y bueno”, añadió Sia, mirando a ambos chicos, “ya que estamos todos, ¡a la mesa!”.

Binna tomó asiento frente a Harry. Por dentro, era un torbellino: ¿Cómo no lo supe? ¿Cómo no lo supimos ninguno de los dos?

Él, por su parte, solo la miraba con ese gesto pícaro, como si estuviera al borde de soltar un chiste.

- “¿Todo bien, Binna?”, preguntó Sia, al notar su expresión.
- “Sí, sí. Solo… sorpresa. No esperaba que ‘HARRY’ fuera este Harry “, dijo Binna, haciendo comillas con los dedos, lo que provocó una risa baja en Harry.
- “Me pasa lo mismo”, añadió Harry. “Aunque debí imaginarlo. Solo hay una Binna con ese humor cortante”, agregó.
- “Y tú con ese ego de estrella de rock de bajo presupuesto”, replicó Binna.

Enrique y Sia se miraron, confundidos. Harry sonrió.

- “Nos conocimos en la universidad “, explicó Harry con aire casual.
- “Ah, ¿y se llevan bien?”, preguntó Enrique, curioso.
- “Digamos que… nos toleramos en dosis pequeñas”, respondió Binna rápidamente, mientras él asentía como si firmara un contrato de paz.

La cena transcurrió con pequeñas conversaciones y muchas miradas cruzadas. En un momento, Enrique levantó su copa.

- “Queríamos compartir algo con ustedes”, dijo Enrique, mirando a Sia con ternura. “Nos comprometimos. Y queríamos que supieran que nos casaremos en dos meses”.

Un segundo de silencio. Binna y Harry se quedaron quietos.

- “¿Casarse?”, repitió Harry.
- “¿En dos meses?”, preguntó Binna al mismo tiempo.
- “Sí”, respondió Sia con una sonrisa radiante. “No queríamos esperar. Lo supimos desde el principio”.

Binna tragó saliva. Harry levantó las cejas. El mismo pensamiento flotaba entre los dos: “¿VAMOS A SER HERMANASTROS?”.

- “Wow… esto sí que es inesperado”, dijo Harry, alzando su copa. “A tu salud, papá”.

Binna hizo lo mismo, más por inercia que por celebración.

- “A tu salud, mamá”, susurró.

Pero en su interior, algo palpitaba fuerte. Miró a Harry de reojo. Él también la miraba. Y aunque ninguno dijo una palabra más, ambos sabían que nada volvería a ser igual.

La cena había terminado, pero nadie parecía querer levantarse todavía. Enrique ofrecía más vino, Sia recogía platos con una sonrisa flotante y satisfecha. Harry se limitaba a beber agua con lentitud. Binna, por su parte, no había probado el postre.

- “Voy por un poco de aire”, dijo Binna finalmente, levantándose y caminando hacia el pequeño balcón del departamento.

Unos minutos después, Harry la siguió sin decir nada. Cerró la puerta corrediza con suavidad, dejando el murmullo del comedor atrás.

Ella estaba de espaldas, apoyada en la baranda, los brazos cruzados, mirando las luces de la ciudad como si estas pudieran responderle alguna de las preguntas que giraban en su cabeza.

- “Te ves como si acabara de decirte que soy un agente secreto”, comentó Harry. Binna giró levemente la cabeza, sin sonreír.
- “Solo estoy procesando, demasiadas cosas al mismo tiempo”, dijo ella.

Harry se acercó un poco más, pero mantuvo una distancia prudente. Había aprendido que con Binna, los movimientos bruscos no eran buena idea.

- “Yo tampoco lo vi venir”, dijo él, encogiéndose de hombros. “Mi papá nunca había hablado de alguien con tanta emoción, hasta ahora”.

- “Mi mamá tampoco. Nunca salió con alguien desde que mi papá se fue. Y ahora, ¡zas! Va y se compromete”, dijo Binna.
- “Y con mi papá”, añadió Harry, señalándose con una expresión de incredulidad que arrancó una media sonrisa a Binna.
- “Y con tu papá”, repitió ella.

Hubo un breve silencio. Luego, Binna se volvió completamente hacia él, los ojos fijos en los suyos.

- “Tranquila. Técnicamente no compartimos sangre”, dijo Harry con una sonrisa ladeada. “Aunque hay quien diría que eso no hace la situación menos rara”.
- “Muy rara”, asintió ella.

Unos segundos más pasaron. El viento nocturno movió algunos mechones sueltos del cabello de Binna. Harry los miró como si quisiera tocarlos, pero se contuvo.

- “¿Y ahora qué hacemos?”, preguntó ella, bajando la voz.
- “¿Nosotros?”, repitió él.

Binna asintió. Sus ojos tenían una mezcla de confusión, miedo y algo más, algo que Harry conocía bien, porque también lo sentía.

- “No lo sé. Pero no quiero fingir que no ha pasado nada entre nosotros”, expresó Harry.
- “Tampoco quiero”, dijo ella, sin vacilar. “Solo, me da miedo que si se enteran, crean que es inapropiado. O que se burlen. O que piensen que lo hago porque es tu papá”, agregó preocupada.




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