Sin Galán, Tim

25. Alguien gritaba por ella

Binna cruzó el campus con paso decidido, la mochila bien sujeta y la vista al frente, como si no escuchara las risas a su espalda. Pero las oía. Cada carcajada de las gemelas, cada susurro camuflado con falsa cortesía. Sabía perfectamente que todavía corría la versión de que estaba "detrás del chico más popular por conveniencia".

Y ahora, con el compromiso de su madre, sería aún peor.

Janice la esperaba en el mismo banco bajo el árbol, con su café de siempre y una mirada que mezclaba compasión y curiosidad.

- ¿Sobreviviste el fin de semana?
- Barely —respondió Binna, sentándose junto a ella—. Ya no sé si quiero terminar la carrera o irme a vivir a una cueva.
- ¿Y perderte todo el drama de esta semana? Imposible. —Janice sonrió, pero en sus ojos había una chispa de advertencia—. Ten cuidado, las gemelas están más venenosas que nunca.

Binna asintió. Lo había sentido desde el primer minuto.

En el pasillo del edificio, se topó de frente con Katherine y Franchesca. Fue inevitable. Las dos llevaban su aura de superioridad como si fueran realeza estudiantil.

Llevaban días soltando indirectas, y desde el lunes, los susurros parecían haberse duplicado. "¿Será que alguien está muy interesada en escalar socialmente?", escuchó una voz femenina cerca de los casilleros.

Katherine apareció frente a ella con una sonrisa falsa, y esa mirada soberbia inevitable de su propia naturaleza

- “Binna, ¡felicidades!”, exclamó en voz alta, atrayendo miradas. “Ya me enteré del notición… ¿Ya estás preparando vestido para tu mamá? Aunque conociéndote, seguro no te quedas atrás. ¿Doble boda, tal vez?”, cuestionó Katherine.

Binna frunció el ceño, confundida. ¿Cómo…?

- “¿De qué estás hablando?”, preguntó Binna.

Franshesca intervino con tono burlón.

- “Ay, no te hagas. Se supo. Enrique Salazar y tu mamá. Comprometidos. ¡Qué rápido algunas saben dónde poner la mira!”, dijo Franchesca mirando a Harry, que acababa de llegar por el otro extremo del pasillo.

Binna sintió el estómago encogerse. ¿Cómo se habían enterado?

Harry se acercó justo a tiempo para escuchar las últimas palabras. Se detuvo entre Binna y las gemelas, alzando una ceja.

- “Interesante cómo la gente que menos importa es la más pendiente de los demás”, dijo Harry con serenidad afilada.

Katherine se cruzó de brazos, detestaba con todo su ser a Binna, pero con alguien como Harry se debía tener mucho cuidado.

- “Solo comentábamos lo feliz que debe estar tu papá. Encontró una pastelera con paquete incluido”, manifestó Katherine.

Harry sonrió apenas, sin humor.

- “Sí. Y aun así, tiene mejor gusto que ciertas personas que coleccionan cirugías como certificados de honor”, manifestó Harry, haciendo una mueca.

Las risas contenidas de los que observaban explotaron. Katherine palideció. Franchesca la jaló del brazo y se alejaron fingiendo indiferencia.

Harry giró hacia Binna, que seguía paralizada.

- “¿Estás bien?”, preguntó él. Ella asintió, pero su voz temblaba.
- “¿Cómo lo supieron?”, preguntó Binna.
- “No lo sé”, dijo él, serio. “Pero sí sé que no tienes que aguantar esto sola”, añadió
- “Van a hablar peor si te ven conmigo”, expresó Binna.
- “Entonces que hablen” comentó Harry.

Ella lo miró, con mezcla de gratitud y miedo. Él le ofreció su mano. Binna la tomó, sin pensar. Caminaron juntos, pero por la ruta menos transitada. Allí el aire era más fresco, las voces quedaban lejos, y el ruido interior también.

- “A veces pienso que debería alejarme “, dijo Binna. “De todo esto. De ti”, añadió. Harry se detuvo.
- “¿Y lo harías?”, preguntó Harry.
- “No lo sé. Me da miedo todo esto”, respondió Binna.
- “¿Y si yo también tengo miedo?”, cuestionó Harry.
- “¿Tú? Por favor”, dijo Binna.
- “Sí”, dijo Harry, encogiéndose de hombros. “Me da miedo que me gustes cada vez más, y no saber si te estoy metiendo en algo peor”, agregó.

Ella lo miró. Por primera vez sin máscaras.

- “Entonces estamos igual”, dijo Binna.

Él se inclinó hacia ella, sin besarla, sin tocarla. Solo acercándose lo suficiente como para que la tensión los envolviera.

- “Nadie nos está viendo”, susurró Harry.
- “Lo sé”, respondió ella. “Pero yo sí me estoy viendo, y no quiero odiarme”.

Harry retrocedió un paso, serio.

- “Entonces vamos lento. Pero no te me alejes”, dijo Harry, mirándola fijamente. Binna asintió. Y por primera vez en semanas, sintió que tenía una elección.

Horas después, la noticia se había esparcido como pólvora. En los pasillos, en los grupos de WhatsApp, incluso en los foros anónimos de la universidad: “La mamá de Binna se casa con el papá de Harry”. No importaba que no fuera oficial, ni que la mayoría lo hubiese escuchado como un rumor. En una comunidad universitaria cargada de prejuicios y competencia silenciosa, bastaba un comentario malicioso para que la bola de nieve rodara cuesta abajo sin freno.

Binna había intentado mantener la cabeza en alto durante las clases, pero la presión se filtraba por todas partes. Las miradas, las risitas. Incluso algunos profesores habían hecho observaciones incómodas, como si de pronto ella tuviera acceso a privilegios que nunca había pedido.

- “Mírala”, murmuró una chica detrás de ella en la fila de la cafetería. “Se acuesta con el hijo y se convierte en la hija política. Jugada maestra”.

Binna fingió no oír, pero sus mejillas ardían. Janice, su amiga más fiel, apareció en el momento justo, empujando suavemente la bandeja de Binna hacia adelante.

- “Si vuelves a repetir eso”, le dijo a la chica sin levantar la voz, “voy a asegurarme de que cada cosa que publicaste en tu cuenta anónima llegue a tu mamá. ¿O quieres que empiece por la del profesor de redacción?”.

La joven enmudeció. Janice sonrió como si nada y tomó a Binna del brazo.

- “Vamos. El almuerzo está frío y nuestra dignidad no se negocia”, dijo Janice.




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