Sin Galán, Tim

32. Comentarios molestos

El regreso a clases no fue como Binna lo había imaginado. Había creído que, con el tiempo, los comentarios sobre ella y Harry se apagarían como brasas viejas. Pero el nuevo semestre trajo algo peor: rumores renovados, y esta vez con un tinte distinto.

- “¿Ya te enteraste? Dicen que ahora son hermanastros y que aun así siguen saliendo”, murmuró una chica en el pasillo, sin siquiera intentar disimular que hablaba de Binna.
- “No solo eso, viven juntos. En la misma casa. Imagínate lo que deben hacer cuando los padres no están”, dijo otra.

Binna apretó los libros contra el pecho, respirando hondo para no dejar que se le notara el temblor en las manos. Janice caminaba a su lado, más tensa que ella.

- “No les hagas caso” dijo Janice en voz baja. “Siempre van a encontrar algo para decir”.
- “Pero esto es peor. Ya no es que soy una interesada, ahora me ven como no sé, algo sucio. Como si estuviéramos haciendo algo prohibido”, manifestó Binna.

Janice le lanzó una mirada fulminante a un grupo de chicas que cuchicheaban.

- “¿Y qué si lo fuera? Harry te ama. ¿Eso ya no cuenta?”, preguntó Janice.

Binna se detuvo antes de entrar al aula. Bajó la mirada.

- “Claro que cuenta. Pero también importa todo lo demás. Nunca tuve una familia grande, y ahora que mamá es feliz, que por fin tengo algo parecido a un hogar, tengo miedo de arruinarlo”, comentó Binna.
- “No lo vas a arruinar. Ellos te aman. Enrique también. Y Harry, bueno, Harry te mira como si fueras la única persona que existe”, dijo Janice.

A la hora del almuerzo, Harry la estaba esperando en el jardín interno, donde solían comer en los días cálidos. La vio venir con Janice y Miranda, y frunció apenas los labios; pensaba comer solo con ella, y ahora iba a ser compartir la mesa entre los cuatro

- “¿Y cómo es eso de vivir con tu novio y tus papás al mismo tiempo?”, preguntó Miranda.
- “Nuestros papás”, corrigió Harry con calma.
- “Claro, claro. Qué moderno todo. Me pregunto qué pasará cuando les dé por pelear. ¿Quién se muda primero?”, consultó Miranda, con una sonrisa curiosa.

Janice tosió disimuladamente y Binna la fulminó con la mirada, pero Harry no se dejó afectar.

- “No pensamos pelear. Y si pasa, lo hablamos. Como hace la gente que se ama”, dijo Harry.

Miranda lo miró de forma inquisitiva, como si estuviera midiendo si hablaba en serio o era solo pose. Luego asintió, satisfecha.

- “Bien ahí. Al menos no eres un idiota como la mayoría”, manifestó Miranda.

Esa noche en casa, Binna se encerró en su habitación antes de cenar. No tenía ganas de sonreír ni de fingir que todo estaba bien. Los comentarios seguían lastimando, y aunque Harry intentaba actuar como si no pasara nada, ella sentía el peso cada vez más.

Tocaron la puerta. Era Sia.

- “¿Puedo pasar?”, preguntó Sia.

Binna asintió. Sia se sentó a su lado en la cama, con una suavidad que solo una madre podía tener.

- “Te vi rara, y no cenaste. ¿Pasó algo?”, dijo Sia.

Binna dudó.

- “Mamá… ¿te molesta que esté con Harry?”, consultó Binna.

Sia frunció el ceño, sorprendida.

- “¿Por qué me preguntas eso?”, inquirió Sia.
- “Porque ahora todos saben. Y los comentarios son horribles. Nos miran como si estuviéramos haciendo algo malo”, respondió Binna.

Sia le tomó la mano.

- “Te juro que no me molesta. Si lo hubiera sabido antes, quizás me hubiera preocupado, pero ahora los veo. Sé cómo se miran. Sé que no es un capricho. Que hay cariño real”, manifestó Sia.

Binna parpadeó, con lágrimas formándose.

- “No quiero avergonzarte”, dijo Binna. Acostumbrada a ser la niña perfecta, ante una madre que la había sacado adelante sola.
- “Mi amor, tú nunca podrías. Y si alguien osa juzgarte por amar a alguien que te hace bien, que venga a decírmelo a mí”, manifestó Sia.

Binna la abrazó fuerte, por primera vez sintiendo que no estaba sola en esa batalla silenciosa.

Esa noche, mientras Harry ayudaba a Enrique a organizar unos documentos en el estudio, este lo miró de reojo.

- “¿Todo bien con Binna?”, preguntó Enrique.

Harry asintió.

- “Está cansada. La están cargando otra vez en la universidad”, respondió Harry.

Enrique soltó un suspiro.

- “Debería haberlo previsto. Pero quiero que sepas algo: si la lastimas, aunque seas mi hijo, no te lo voy a perdonar”, dijo Enrique.

Harry lo miró, serio.

- “No pienso hacerlo. La amo, papá. Y sé que sufre más de lo que dice”, expresó Harry.

Enrique le puso una mano en el hombro.

- “Entonces cuídala. Y no la dejes cargar con todo sola”, aconsejó Enrique.




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