La campana del timbre sonó, cortando la tranquilidad de la tarde. Sia abrió la puerta y encontró a una mujer elegante, de mirada fría y segura, con una cartera de cuero negro colgada del brazo.
- "¿Puedo ayudarla?", preguntó Sia, con la sospecha creciendo en el pecho.
- "Soy Laura", dijo la mujer, sin una sonrisa. "La madre de Harry y ex esposa de Enrique, porque él aprovechó en obtener el divorcio durante mi ausencia".
El nombre resonó en la habitación como una sentencia.
- "¿Qué quieres aquí después de tantos años?", dijo Sia, firme pero tensa.
Laura entró sin esperar invitación, dejando tras de sí un aroma a confrontación.
- "No vine a hacer las paces. He estado fuera demasiado tiempo, sí. Pero ahora que sé dónde están, pienso reclamar lo que es mío", manifestó Laura.
En el fondo, Sia sintió el temblor del peligro inminente. No solo era el regreso de una mujer del pasado, sino una amenaza que podría destrozar la familia que ella y Enrique habían construido.
Sia dio un paso atrás, respirando hondo para no dejarse dominar por el shock que la irrumpía. La imagen de Laura, activaba todas sus alertas.
- "¿Reclamar lo que es tuyo?", repitió con voz firme. "Esta es mi casa ahora. Enrique y yo hemos construido una vida juntos, y no pienso permitir que vengas a destruirla".
Sus ojos no vacilaron al mirar a aquella mujer que, en su momento, había sido parte del pasado tormentoso de Enrique y Harry. Pero Sia ya no era la mujer insegura de antes; había aprendido a proteger lo que amaba.
- "Si viniste a hacer daño, te equivocas de lugar", continuó Sia, con un tono que no admitía discusión. "Aquí todos tenemos derecho a la paz, y no voy a dejar que tus fantasmas la arruinen".
Por un instante, en el silencio tenso que siguió, Laura midió la fuerza de Sia y su determinación. Sabía que la batalla apenas comenzaba, pero había llegado preparada.
Laura esbozó una sonrisa amarga, casi una mueca que parecía teñida de desprecio.
- "Querida", dijo con voz pausada, cargada de ironía, "no vine a hacer daño por capricho. Vine porque hay cuentas pendientes que alguien ha querido enterrar bajo alfombras de aparente felicidad".
Se acercó un paso, su mirada fija y fría como un filo de acero.
- "Harry es mi hijo, y no pienso permitir que nadie lo deje en el olvido. Ni siquiera tú, que ahora te crees dueña de esta familia. ¿Paz?", repitió Laura con sorna. "La paz es un lujo para quienes pueden ignorar el pasado. Yo solo quiero lo que por derecho me corresponde".
El aire en la habitación pareció enrarecerse con cada palabra que pronunciaba Laura, como si su presencia trajera consigo un torbellino de conflictos y secretos por desvelar.
Enrique apareció en el umbral del pasillo, con el rostro serio y una carpeta aún en la mano. Había salido del despacho al notar la demora de Sia, pero no esperaba encontrar esa escena. Su mirada se congeló al ver a Laura de pie en la sala, altiva, como si nunca se hubiera ido.
- "¿Laura?", su voz salió más seca de lo que pretendía, cargada de incredulidad y tensión.
Laura giró lentamente hacia él, como si lo hubiera estado esperando.
- "Hola, Enrique", su voz tenía una suavidad venenosa. "Llegué antes de lo previsto. Supuse que te alegraría".
- "¿Qué haces aquí?", preguntó él, sin moverse del lugar donde se había detenido. Su expresión no era de bienvenida, sino de alerta.
- "Ya se lo expliqué a tu esposa", respondió Laura, con una sonrisa afilada. "He venido a reclamar lo que me corresponde. A ti. A nuestro hijo. A mi historia".
- "Después de diez años sin dar señales, sin una llamada, sin un maldito mensaje…", dijo Enrique, la furia contenida empezando a brotar. "¿Y ahora apareces como si nada?".
- "Como si nada no, Enrique". Lo interrumpió ella, bajando la voz con tono provocador. "He estado atenta, aunque no lo creas. Solo que esta vez tengo razones de peso para quedarme".
- "¿Razones?", Sia se adelantó, sin ocultar su desprecio. "No tienes más razones que el interés. Si realmente quisieras a Harry, habrías estado cuando enfermó, cuando terminó la escuela, cuando aprendió a tocar la guitarra, cuando lloró su primera decepción. Pero no estabas".
Laura entrecerró los ojos.
- "Yo no vine a hablar de afectos", respondió Laura con calma helada. "Vine a hablar de derechos".
Enrique dio unos pasos al centro de la sala, ahora a pocos metros de ambas mujeres.
- "No tienes ningún derecho. No después de desaparecer como lo hiciste. Legalmente no te corresponde nada. Y moralmente, menos", dijo Enrique.
- "No seas ingenuo", dijo ella con una sonrisa torcida. "¿De verdad crees que no tengo recursos? ¿Que no sé cómo presionar? Tengo más de un motivo para sacudir tu cómoda vida, Enrique. Y no me importa ensuciarme las manos".
La tensión era asfixiante. Sia, con los brazos cruzados, permanecía como un escudo entre Laura y todo lo que amaba. Enrique la miró brevemente, como si le pidiera perdón con los ojos por tener que revivir este pasado. Luego volvió a enfrentar a su exesposa.
- "No vas a destruir lo que tengo ahora, Laura. No lo voy a permitir", advirtió Enrique.
Ella se encogió de hombros.
- "Veremos cuánto puedes evitarlo. Estoy dispuesta a quedarme el tiempo que sea necesario. No te voy a pedir permiso", sentenció Laura.
Enrique y Sia intercambiaron una mirada rápida, sabiendo que lo que se avecinaba no era solo una tormenta: era un huracán que exigía fortaleza y unidad.
Laura había regresado. Y esta vez, no pensaba irse sin provocar un terremoto.
#4862 en Novela romántica
#344 en Joven Adulto
amor juvenil romance, segunda oportunidad, primer amor y amor a primera vista.
Editado: 30.06.2025