Harry se encerró en su cuarto y no volvió a salir hasta entrada la noche.
Binna lo encontró en el pequeño balcón del segundo piso, sentado en el suelo, con las piernas cruzadas, la espalda apoyada contra la baranda y una lata de bebida entre las manos. No la miró cuando ella se acercó, pero tampoco se apartó.
- “¿Quieres que me vaya?”, preguntó Binna con un hilo de voz.
- “No. Quédate”, respondió él, por fin girando el rostro hacia ella.
Había algo en sus ojos que la inquietó: no era solo enojo, ni dolor, ni tristeza. Era todo junto, entreverado en una tormenta que amenazaba con desbordarlo.
- “La recuerdo” dijo Harry de pronto. “No como una madre, sino como una sombra que siempre estaba pintando, con las manos llenas de colores y la cabeza en otro mundo. Me hablaba con voz baja, como si yo fuera un ruido molesto. Luego desapareció. Ni una carta. Ni una puta llamada en diez años, Binna”.
Ella se sentó junto a él y tomó una de sus manos. Harry la sostuvo con fuerza.
- “No entiendo por qué ahora”, continuó Harry. “¿Por qué viene a buscarme cuando ya armé una vida sin ella?”.
- “Porque esa vida brilla”, susurró Binna. “Porque hay algo que tú construiste con esfuerzo y que a ella le recuerda todo lo que no hizo”.
Harry apretó los dientes.
- “No quiero verla. No quiero escuchar sus excusas. Pero hay una parte de mí que quiere gritarle todo, que quiere que me mire a los ojos y vea lo que hizo”, manifestó Harry.
- “Entonces hazlo por ti, no por ella. No para perdonarla si no quieres, ni para reconciliar nada. Solo para liberar lo que llevas dentro desde que te abandonó”, dijo Binna.
Hubo un largo silencio. Harry apoyó la frente en el hombro de Binna y cerró los ojos. Permanecieron así, respirando juntos, hasta que el mundo pareció calmarse a su alrededor.
- “¿Te quedarás conmigo si la enfrento?”, preguntó él, en voz baja.
- “Siempre”, respondió ella, sin dudar.
Harry la besó despacio, con una intensidad nueva, no de deseo, sino de agradecimiento. Ella no solo lo amaba: lo sostenía, lo anclaba, lo mantenía firme cuando todo temblaba.
- “Entonces sí”, dijo Harry, finalmente. “La veré. Pero va a tener que escuchar todo. Y no pienso ser amable”.
Binna no respondió. Solo le acarició el rostro, y por un instante, Harry ya no fue ese chico que había crecido con una madre ausente y un padre esforzado. Fue solo un joven amando a una chica, y eso era suficiente para sostenerse.
Aquella tarde, el parque estaba casi vacío esa tarde. El cielo, encapotado, parecía presagiar que algo importante estaba por suceder. Harry caminaba en silencio, con las manos en los bolsillos y el ceño fruncido. A su lado, Binna lo seguía con paso firme, sin decir nada, pero atenta a cada leve cambio en su expresión.
Cuando llegaron al banco acordado, Laura ya estaba allí. Llevaba unas gafas oscuras, una chaqueta de cuero ceñida al cuerpo y una cartera que parecía pesar más por los años que por el contenido. Al verlos, se quitó las gafas con lentitud, y su mirada recorrió a Harry y luego a Binna.
- “¿Ella también vino?”, preguntó Laura con desdén, como si la sola presencia de la joven fuese una impertinencia.
Harry se irguió.
- “Ella viene porque yo quiero que esté aquí”, respondió Harry con una voz tensa, casi temblorosa. “No estoy solo. No más”.
Binna no dijo nada. Solo le tomó la mano por un instante, apretándola con suavidad, y luego lo soltó, dándole el espacio que necesitaba. Se quedó de pie junto al banco, en silencio.
Laura alzó una ceja.
- “Parece que en mi ausencia alguien se encargó de enseñarte a responder”, dijo Laura con una sonrisa envenenada. “Aunque todavía no estoy segura si eso es bueno o malo”.
- “Dime lo que viniste a decir”, pidió Harry, sin sentarse.
Laura respiró hondo. Por un segundo, la dureza de su rostro pareció aflojarse, pero fue apenas un parpadeo.
- “Quiero verte, recuperar el tiempo. Yo sé que me fui, que tomé decisiones egoístas. Pero sigo siendo tu madre, Harry”, expresó Laura.
- “¿Madre?”, repitió él, y esta vez su voz no tembló. Estaba herido, sí, pero también firme. “Nunca llamaste, nunca escribiste, ni una sola vez preguntaste cómo estaba. ¿Y ahora vienes, después de más de diez años, a reclamar un título que abandonaste?”, cuestionó.
El silencio cayó como una piedra. Binna, desde un lado, sentía cómo las palabras de Harry le golpeaban el pecho. Verlo así, tan vulnerable y tan fuerte al mismo tiempo, la emocionaba. Era la primera vez que lo veía enfrentar un dolor tan profundo sin huir.
Laura cruzó los brazos.
- “No tienes idea de lo que yo viví”, respondió ella, defensiva. “Me asfixiaba esa vida. Era joven, me ahogaba criar sola a un niño mientras tu padre solo pensaba en horarios y estabilidad. Yo tenía talento, sueños. Y nadie me vio”.
Harry dio un paso atrás, como si necesitara respirar lejos de sus palabras.
- “¿Y yo qué? ¿No era parte de tu sueño? ¿No valía siquiera una llamada?”, cuestionó Harry.
Binna avanzó un poco, no para intervenir, sino para estar más cerca de él. Harry la miró de reojo y pareció encontrar en sus ojos el punto de equilibrio para no perder el control.
Laura se puso de pie. Tomó su cartera y la acomodó con un gesto elegante, casi teatral.
- “Solo vine a decir que estoy de regreso. Quiero conocer al hombre en el que te has convertido. Y si no me dejas, al menos sabrás que lo intenté”, expresó Laura.
- “No sé si quiero que lo intentes”, dijo Harry con frialdad.
Laura asintió, como si lo hubiese esperado.
- “Te dejo mi número”, dijo Laura, sacando una tarjeta de su bolso y tendiéndosela.
Harry la tomó sin mirarla.
Laura se giró, lanzando una última mirada a Binna.
- “Cuídalo... mientras te deje”, murmuró Laura, y se alejó caminando, con paso firme, sin mirar atrás.
Cuando desapareció en la distancia, Harry se dejó caer en el banco, como si el aire lo abandonara de golpe. Binna se sentó a su lado sin decir una palabra. Apoyó su cabeza en su hombro y él, por fin, dejó caer la frente contra la suya.
#5912 en Novela romántica
#638 en Joven Adulto
amor juvenil romance, segunda oportunidad, primer amor y amor a primera vista.
Editado: 30.06.2025