Apenas despuntaba el amanecer cuando Binna despertó de golpe. El sonido fue leve, casi imperceptible, pero algo en su cuerpo supo que no era normal. Se incorporó, sintiendo el sudor frío en la nuca. Desde el pasillo, una luz se colaba bajo la puerta de su habitación.
Tomó el celular. 5:08 a.m.
Se levantó sin hacer ruido, caminó de puntillas hasta la puerta, y la abrió apenas un centímetro. Afuera, la penumbra se mezclaba con la tenue luz proveniente de la planta baja. Algo se movía.
Salió sin zapatos, bajando los escalones en silencio. En el salón, Harry ya estaba ahí, también alerta.
- “¿Lo escuchaste?”, susurró él.
Binna asintió.
Ambos se dirigieron al comedor, desde donde parecía provenir el resplandor. Pero no había nadie. Todo en orden, salvo por un detalle: la puerta trasera, que siempre estaba con cerrojo, estaba entreabierta.
Harry fue el primero en acercarse. La cerró de inmediato y giró la traba. Entonces lo vieron.
Un sobre.
El mismo tipo de papel que el anterior. Esta vez no estaba oculto. Estaba bien visible, sobre la mesa, como una provocación.
Binna lo abrió con manos temblorosas.
Dentro había una sola hoja: "Están jugando con fuego. Si siguen hurgando, no habrá advertencia siguiente. Esta vez fue solo una puerta. La próxima, alguien no despertará."
Harry apretó los dientes, y Binna sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Era una amenaza directa.
- “Ya no es sólo Laura o Augusto. Alguien más está en esto”, dijo Harry.
- “Y está más cerca de lo que pensamos”, murmuró Binna.
De pronto, escucharon pasos apresurados en el piso de arriba. Sia.
- “¿Están bien?”, preguntó desde la escalera, al ver la luz encendida.
Binna escondió la carta detrás de la espalda. Harry fue rápido.
- “Creímos oír algo. Al parecer, fue solo el viento. La puerta se había abierto”, respondió Harry.
Sia descendió, aún medio dormida, pero tranquila.
- “Les dije que esa traba está floja. Hay que arreglarla hoy mismo”, comentó Sia.
- “Sí. No fue nada”, insistió Harry, forzando una sonrisa.
Sia volvió a subir, sin percibir nada extraño.
Cuando se quedaron solos de nuevo, Binna sacó la carta y la observó con detenimiento. Algo estaba escrito con tinta más tenue, casi invisible. La llevó bajo la lámpara.
Allí estaba: "P.S.: El próximo movimiento es en el cumpleaños de Sia. Estén atentos."
Se miraron.
- “Eso es en dos días”, dijo Harry.
Binna tragó saliva.
- “Van a atacar durante la celebración”, manifestó Binna.
Él asintió.
- “Entonces tenemos menos tiempo del que pensábamos”, expresó Harry.
.
.
.
La casa estaba adornada con luces suaves, guirnaldas delicadas y una música tranquila de fondo. Sia, radiante en un vestido verde oscuro, reía con algunos amigos y familiares que se habían reunido para celebrar su cumpleaños número cuarenta y dos. Enrique no se despegaba de su lado, tan atento y sonriente como siempre.
Binna y Harry no se separaban. Ambos fingían con habilidad: sonrisas educadas, brindis breves, conversaciones superficiales. Pero en realidad, cada paso que daban, cada rostro que observaban, era parte de una vigilancia activa. Esperaban algo. “Sabían” que algo pasaría.
- “Nadie raro hasta ahora”, murmuró Harry, mientras llenaba su vaso de limonada.
- “Revisé las entradas, las cámaras. Todo parece normal”, respondió Binna, dándole un sorbo al suyo.
- “Justo como lo querían”, dijo él, en voz baja.
En el jardín, Sia recibía un abrazo de su mejor amiga Cristina, mientras algunos vecinos tomaban fotos grupales. La noche era perfecta, cálida y despejada. Nadie, salvo dos adolescentes en alerta máxima, pensaba en una amenaza.
Hasta que sonó un estallido.
Fue leve, contenido, pero suficiente para detener la música. Un cortocircuito, tal vez. Las luces del patio parpadearon. Luego, la oscuridad. Solo las luces del interior seguían funcionando.
- “¿Qué fue eso?”, preguntó Sia, con tono preocupado.
Enrique se adelantó.
- “Voy a revisar los fusibles. Debe ser algo del jardín”, respondió Enrique.
Binna y Harry se miraron. Algo no encajaba. Fue entonces que Harry vio algo por el rabillo del ojo.
Una figura junto al cerco, completamente vestida de negro, se deslizaba hacia el costado de la casa. Harry dejó su vaso.
- “¡Binna, por ahí!”, gritó Harry.
Ella lo vio también. Sin pensarlo, ambos corrieron en silencio por el flanco contrario del jardín, sorteando invitados confundidos, y alcanzaron el límite de la casa justo a tiempo para ver la silueta intentando abrir una de las ventanas laterales.
- “¡Eh!”, gritó Harry, lanzándose sin pensar.
La figura reaccionó rápido. Corrió.
Harry lo persiguió, pero fue inútil. El encapuchado saltó el cerco con agilidad entrenada y desapareció entre los árboles de la calle contigua. Binna llegó unos segundos después, jadeando.
- “¿Lo viste? ¿Quién era?”, preguntó Binna,
Harry negó con la cabeza.
- “Muy rápido. No dejó que se le viera la cara”, respondió Harry.
Volvieron corriendo a la casa. Enrique había regresado, acompañado de Sia, que parecía cada vez más tensa.
- “¿Qué pasó?”, preguntó ella.
- “Intentaron entrar por una ventana lateral”, dijo Binna.
- “Es la misma persona que dejó los sobres. Estoy seguro”, expresó Harry.
- “¿Llamaron a la policía?”, cuestionó Sia. Enrique asintió.
- “Ya vienen. Pero no creo que lleguen a encontrar nada”, dijo Enrique. Sia estaba pálida.
- “¿Creen que me querían hacer daño?”, consultó Sia.
- “No lo sabemos. Pero esto fue más que una amenaza. Fue una advertencia con firma”, respondió Harry, quedando todos preocupados.
Un rato más tarde, la policía inspeccionaba el jardín. Nada. Ni huellas, ni objetos, ni cámaras funcionales en ese ángulo. El que lo había hecho, sabía lo que hacía.
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Editado: 30.06.2025