Sin Galán, Tim

48. Descubriendo los planes

La familia estaba reunida. Binna tenía frente a ella el sobre abierto, los papeles extendidos sobre la mesa. Harry sostenía su celular, el dedo deslizando sobre pantallas, cruzando datos, nombres, vínculos.

- “Acá está”, dijo Jimmy de pronto. “Fundación Seguridad Familiar figura como subsidiaria de una red de ONGs fantasmas. Todas financiadas desde una misma cuenta legal…”detuvo el scroll. “No puede ser”.

- “¿Qué?”, preguntó Enrique, acercándose.

Harry alzó la vista.

- “El nombre que aparece como representante legal de la Fundación es Carolina del Valle”, dijo Harry.

Enrique dejó caer el respaldo contra la silla; y se acercó con mayor detenimiento.

- Esa mujer…”, murmuró él. “Fue mi asistente; hace cinco años Jessica la mandó al extranjero, ella manejaba ese tema de mi personal entonces, no entiendo cómo podría ser representante de esa fundación”.

Binna frunció el ceño.

- “¿Jessica fue quien la sacó del país?”, consultó Binna.
- “Hubo unos movimientos extraños, dejé la decesión en Jessica, ahora veo el error”, admitió Enrique.

Harry estaba inquieto.

- “Esto no es una venganza emocional. Es una operación. Alguien puso mucho dinero y tiempo para que esto parezca legal. Esto no es para hacer daño: es para desaparecer a alguien sin dejar huellas”, expresó Harry, con esa inteligencia que no mostraba ver a todos, pero que le permitió obtener buenas calificaciones, con poco esfuerzo.
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En un antiguo caserón semioculto por eucaliptos, Jessica cerró la carpeta que tenía sobre las rodillas. Laura se acomodó el cabello tras la oreja, impaciente.

- “No me convencen los tiempos”, dijo Laura. “Harry ya no es un niño y siempre fue muy perspicaz, debajo de toda esa máscara de distraído e inquieto. Binna no se alejó de Sia cuando la confundamos con ese papel viejo”.
- “Por eso vamos a actuar”, respondió Jessica. “Enrique y Sia tienen una rutina predecible. Si la debilitamos a ella, aunque sea por unos días, podemos hacer que firme los documentos que necesitamos”.
- “¿Y si no lo hace?”, preguntó Laura.

Jessica la miró, implacable.

“Entonces usamos los testimonios. Augusto puede declarar que la vio fuera de sí, que amenazó a Binna. Incluso tenemos imágenes trucadas de su colapso nervioso de hace unos años. La Fundación no necesita una orden judicial si se prueba riesgo emocional”, expresó Jessica.

Laura exhaló despacio.

- “¿Y después? ¿Crees que Enrique te va a perdonar?”, cuestionó Laura.
- “No necesito su perdón. Solo quiero su mundo”, dijo Jessica. “Entero. Sin sombras. Sin ella. Además, debemos asegurarnos que él no sepa quien está detrás. Vas a ganar mucho dinero Laura, mucho, para que no te preocupes nunca más por obtenerlo”.
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Esa tarde, Harry recibió un mensaje de Augusto. No era largo. Solo una dirección y el texto: “Tengo algo para ustedes. Pero no en casa.”

Se encontraron en una estación de servicio, en las afueras. Augusto tenía el rostro ojeroso, como si no hubiera dormido. Sacó un pen drive del bolsillo interno de su chaqueta.

- “Grabé esto hace dos noches. No lo iba a entregar, pero después de lo que vi, ella está fuera de sí”, dijo Augusto.

Binna lo tomó. Harry lo conectó al celular. Al reproducir el audio, una voz clara, reconocible: Jessica.

"Si no la sacamos de en medio, Enrique nunca va a abrirle paso a nadie más. No importa cuánto espere, mientras esa pastelera mediocre esté a su lado, va a seguir jugando a la familia perfecta."

Augusto los miró con pesar.

- “Jessica no te odia a ti, Harry. Te teme. Porque eres el reflejo de lo que Enrique pudo haber sido con Sia, si la hubiese conocido antes. Y Laura se está dejando arrastrar”, dijo Augusto.
- “¿Dónde están?”, preguntó Harry.
- “No lo sé. Se están moviendo cada noche. Pero te juro que si sé algo más, voy a hablar”, respondió Augusto.

Binna se cruzó de brazos.

- “Tarde o temprano las vamos a encontrar. Y cuando lo hagamos, va a ser legal. Y definitivo. No van a destruir a mi familia”, dijo Binna.
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El regreso de las personas en su pasado, había provocado un torbellino de emociones y miedos, la pareja de Enrique y Sia, debían seguir fortaleciendo sus vínculos.

- “¿Estás bien?”, le preguntó Enrique a Sia, ya de noche.

Ella asintió, secándose las manos.

- “Estoy bien. Pero no pienso mirar para otro lado. Si quisieron destruir lo que construimos, van a tener que enfrentar lo que somos”, dijo Sia. Enrique le acarició la mejilla.
- “Vamos a terminar esto juntos”, expresó Enrique. Ella lo besó en la palma de la mano. “Y esta vez no voy a dejar que se escondan detrás de otras personas”, manifestó.

La decisión estaba tomada. Y no era una venganza. Era justicia.




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