Sia se despertó antes del amanecer. No por pesadillas, ni por ansiedad. Simplemente no podía dormir. Sentía que algo se movía debajo de la superficie, como una marea que estaba por alzarse.
Bajó a la cocina, se preparó un café y encendió la radio. La voz de fondo hablaba del clima, de una tormenta que se acercaba desde el sur. Sonrió con ironía. Siempre llegan juntas: la del cielo, y la otra.
Enrique bajó poco después, en bata, con el cabello revuelto. Se acercó por detrás y le abrazó la cintura.
- "¿No dormiste bien?", preguntó Enrique.
- "No quería perder tiempo soñando", dijo ella. "Hoy vamos a actuar. Los chicos siguen revisando todo", agregó.
En su habitación, Binna todavía estaba en pijama, sentada en el sofá con el pen drive entre los dedos. No lo había vuelto a escuchar, pero las palabras de Jessica le daban vueltas en la cabeza.
Harry apareció con una libreta y un marcador.
- "Anoche revisé los movimientos bancarios del último mes. Usaron la cuenta de la Fundación para pagar alquileres en tres direcciones distintas", dijo Harry.
- "¿Estás pensando en ir?", cuestionó Binna.
- "Estoy pensando en que esta es nuestra oportunidad. No tenemos órdenes, ni apoyo legal aún. Pero si conseguimos evidencia de que hay alguien retenido o de que planean un ingreso forzado a una institución… podemos actuar", respondió Harry.
Binna asintió.
- "Pero no podemos ir solos", dijo ella.
Harry suspiró.
- "Lo sé", afirmó él.
Minutos más tarde, Enrique hablaba por teléfono en su despacho, con la mirada firme.
- "Sí, doctor Castiglioni, necesitamos iniciar el proceso de nulidad de poderes sobre las cuentas vinculadas a Fundación Seguridad Familiar. Y sí, puedo probar el conflicto de intereses. Tengo las grabaciones", afirmó Enrique.
Colgó, giró la silla hacia Sia.
- "Ya está. En unas 48 horas pueden congelar todo", dijo Enrique.
- "¿Y si intentan acelerar el proceso antes de que eso pase?", preguntó Sia.
- "Entonces tenemos que adelantarnos", dijo Enrique.
Esa tarde, el grupo se reunió. Harry trazó un mapa sobre la mesa del comedor. Tres puntos rojos. La dirección del delta tenía reciente actividad: un servicio de limpieza, un encargo de alimentos para tres personas, y cámaras desactivadas hace una semana.
- "Están ahí", dijo Harry. "Estoy seguro".
- "¿Quiénes?", preguntó Sia.
- "Jessica, Laura… y alguien más", respondió Harry.
Enrique entrecerró los ojos.
- "No quiero que vayan solos", dijo Enrique, firme, mirando fijamente a Harry.
Sia, de pie a su lado, asintió en silencio. Sus ojos no perdían detalle.
- "No lo haremos", respondió Harry. "Por eso contacté a Herrera. Trabajó para ti hace unos años, ¿no?".
Enrique entrecerró los ojos, sorprendido, y luego asintió.
- "Era uno de los mejores. Discreto. Respetuoso. Me sorprende que te hayas acordado de él", dijo Enrique
- "No me olvidé de nada de lo que hiciste por nosotros, tú fuiste la única familia que tuvo, hasta que Binna y Sia llegaron", dijo Harry. "Y no pienso quedarme de brazos cruzados mientras Jessica sigue moviendo hilos".
Binna se inclinó sobre la mesa y señaló uno de los nombres en los papeles.
- "¿Y si esto es más grande de lo que pensamos? Si quiere encerrar a mamá… o hacerla desaparecer de otra manera", expresó Binna preocupada.
- "No vamos a dejar que pase", dijo Sia, tomando la mano de su hija. "Esta vez estamos todos juntos. Y Laura no sabe con quién se metió", dijo Sia.
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El camino hacia el delta fue silencioso. Herrera conducía con precisión. A su lado, Harry y Binna viajaban juntos en la parte trasera. El sol atravesaba los árboles, proyectando sombras ondulantes sobre sus rostros.
- "¿Estás segura de que querés hacer esto?", preguntó Harry, en voz baja.
Binna lo miró. Sus ojos, que antes supieron ser una tormenta, ahora eran un mar firme.
- "No quiero volver a sentir que alguien más decide por mí. Si hay una parte de esta historia que me afecta, quiero enfrentarla. Contigo", respondió Binna.
Harry se acercó apenas. Sus dedos rozaron los de ella.
- "Después de esto, ¿qué sigue?", preguntó Harry.
- "Lo que elijamos", susurró Binna. "Pero sin mentiras. Sin fantasmas".
El bote tocó suavemente la orilla cubierta de juncos y barro. Harry, Binna y Herrera bajaron con cuidado, vigilantes. El aire denso del delta parecía envolverlos en un silencio que pesaba más que las palabras no dichas.
- "Este es el sitio", dijo Herrera, señalando un antiguo galpón semioculto entre los árboles. "Por fuera parece abandonado, pero adentro podría tener actividad".
Binna apretó la mano de Harry, buscando apoyo. Él le devolvió una mirada cargada de promesas de protección.
- "Vamos", dijo Herrera, con su tono seco y profesional. "Cualquier cosa rara, se avisan con este, (les mostró un pequeño comunicador). No actúen sin mí. ¿Entendido?", cuestionó.
Asintieron.
Y entonces avanzaron, sin saber que lo que estaban a punto de descubrir no solo pondría en jaque los planes de Laura, sino que abriría una puerta hacia una verdad mucho más oscura.
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Editado: 30.06.2025