Harry estaba sentado en el sofá, con la bebé dormida sobre su pecho. El vaivén suave de su respiración parecía arrullarla más que cualquier canción. Binna lo miraba desde el umbral de la cocina, sonriendo.
- “Tienes un talento especial para dormirla. Yo a veces estoy media hora y no consigo nada”, bromeó, acercándose con una taza de té caliente.
- “Debe ser que le conté todos los chismes de Europa”, respondió él, con esa sonrisa que a Binna aún le aflojaba las rodillas.
Se sentó a su lado y dejó que su brazo la rodeara con naturalidad. Encajaban. No como un reencuentro forzado, sino como si el tiempo no hubiera hecho más que confirmar lo que ya sabían: se pertenecían.
- “¿Te sientes raro de estar otra vez en esta casa?”, preguntó ella.
- “Para nada. Es como si no me hubiera ido. Pero a la vez todo cambió. Tú cambiaste… (la miró de reojo), para bien. Estás más firme, más segura. Ya no eres tan Tim. Me gusta”, respondió Harry.
- “Creo que todo lo que pasó me obligó a crecer”, susurró Binna. “Antes esperaba que alguien me salvara. Ahora sé que puedo caminar sola, pero también que es mucho mejor cuando estás al lado”, agregó.
Harry bajó la vista hacia la bebé.
- “¿Y cómo haces para no morirte de amor con esto?”, preguntó él con ternura. “Es tan perfecta”.
- “A veces me despierto a la madrugada solo para verla respirar. Mamá me dice que me obsesiono”, dijo ella con una risita. “Pero es que no puedo evitarlo. Es mi hermana, aunque más bien parece mi hija”.
- “Y en cierto modo, lo es”, dijo él. “Vas a ser una figura muy importante en su vida”.
Binna bajó la mirada, conmovida. La historia familiar difícil siempre le dejaban un nudo en la garganta. Pero tener a Harry ahí lo hacía más llevadero.
- “¿Y tú?”, preguntó. “¿Qué piensas hacer ahora?”.
- “Ya empecé a enviar currículums. Pero no tengo apuro. Gané dinero en Europa por un proyecto, no para dejarme de preocupar toda la vida, pero sí para darme un respiro. Primero quiero disfrutar esto. Estar contigo, con papá y Sia, con la bebé. Encontrarme con Janice y Miranda, y su terrible genio. Volver a tener un poco de vida normal. Después, lo que venga”, respondió Harry.
- “¿Y si lo que viene somos nosotros más formalmente?”, preguntó Binna, con la voz bajita.
Harry la miró. Esa mirada no tenía dudas.
- “Binna, no tengo ninguna intención de volver a irme. Quiero construir mi vida contigo. La familia que empezamos a ser, sin darnos cuenta, hace años. Y ahora que tengo el corazón donde quiero, lo único que me falta es que tú me digas VAMOS”, expresó Harry.
Ella no respondió con palabras. Lo besó. Un beso largo, profundo, de esos que condensan futuro y presente al mismo tiempo. La bebé suspiró en su pecho, como si también supiera que todo estaba en su lugar.
Desde la cocina, Sia los observaba en silencio. Cristina, su amiga de toda la vida, le alcanzó una taza de té.
- “¿Y?”, preguntó Cristina, en voz baja. “¿Creés que ahora sí se les dio de verdad?”.
- “Creo que sí”, respondió Sia con una sonrisa cansada pero feliz. “Después de todo lo que pasaron, se lo merecen”.
- “Se nota que se aman. Y la nena los adora a los dos”, dijo Cristina, mirando cómo la bebé estiraba una manito dormida hacia el pecho de Harry.
- “Sí”, asintió Sia, emocionada. “Es increíble ver cómo, a pesar de los enredos, esta familia logró rearmarse. Como si la vida nos hubiera roto a todos un poco, solo para volver a unirnos de otra manera”.
Cristina se acercó a su amiga y le apoyó una mano en el hombro.
- “Y todavía queda tanto por vivir”, dijo Cristina.
Sia asintió, mientras en la sala, Harry y Binna reían bajito, hablando de planes futuros y besándose como si aún tuvieran dieciocho años, aunque ahora sabían mucho más del amor.
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Editado: 30.06.2025