El sol se alzaba lentamente sobre la ciudad, tiñendo los edificios de dorado; todas las parecían envueltas en sus actividades; y a la vez parecía uno de esos días en que todo parecía en calma, como si el mundo hiciera una pausa para celebrar algo importante. Y lo era.
Binna despertó temprano, con el corazón acelerado y una mezcla de nervios y felicidad desbordándola. En la habitación de al lado, Miranda y Janice ya estaban arreglándose, mientras Cristina le alcanzaba un té con jengibre y un abrazo silencioso.
- "Hoy es tu día", dijo Cristina con ternura. "El amor que esperaste está justo a la vuelta de este hermoso amanecer".
Binna respiró hondo. Aún no podía creerlo. Después de tanto camino recorrido, Harry y ella estaban a horas de prometerse una vida juntos. Con sus luces, sus sombras, y sobre todo, con esa complicidad silenciosa que siempre los había unido, incluso cuando no sabían qué sentían; aquel que empezó con un vestido manchado, siguió con una defensa inesperada, continúo con desafíos, creció con confianza, se afianzó con distancia y coronó con amor sublime.
El vestido era simple, de un blanco suave, con tirantes finos y una caída que acariciaba el suelo. No llevaba velo, sólo pequeñas flores silvestres entrelazadas en su cabello. Sia la miró con ternura mientras le ajustaba la parte trasera del vestido.
- "Te ves hermosa, hija", dijo Sia con la voz quebrada de emoción. "Como cuando te acurrucaba en mis brazos, siendo una bebé. Y ahora estás a punto de empezar tu propia familia"; añadió con los ojos brillantes.
Binna se giró hacia ella y la abrazó con fuerza.
- "Gracias por estar siempre, mamá. Por enseñarme lo que es amar sin condiciones", dijo Binna.
Por otro lado, Harry miraba su reflejo con una sonrisa nerviosa. Enrique le ajustó el saco y le dio una palmada en el hombro.
- "No hay mucho más que pueda enseñarte, Harry. Pero si tengo algo para decirte hoy, y en mi experiencia es lo más importante: nunca te canses de elegirla. Cada día. Incluso cuando todo sea difícil, cuando pareciera que todo se rompió. El amor verdadero no se sostiene por la emoción del principio, sino por las decisiones que uno toma cada día, con esa persona que te hizo vibrar, pero también te hace aterrizar".
Harry asintió, conmovido. En silencio, pensó en su infancia, en los vacíos, en todo lo que había dolido. Pero también en todo lo que se había reconstruido. Su familia elegida, los años de estudio, las cartas con Binna, su reencuentro y ahora, ese presente tangible. Ese sueño que se volvía real.
La terraza estaba decorada con luces cálidas, flores silvestres y mesas largas con manteles de lino. No había lujo, pero sí detalles pensados con amor; ellos no querían el mundo que siempre los señala por provenir de espacios diferentes, ellos querían la paz de quienes siempre estuvieron ahí. Amigos y familiares llenaban el lugar con murmullos alegres y abrazos sentidos.
Cuando Binna apareció, de la mano de Enrique, que la entregaba con los ojos humedecidos de emoción, porque tal vez se convertía en la esposa de su hijo, pero ya era la hija de su corazón; todos se pusieron de pie. Harry la miró como si la viera por primera vez. Ella caminó hacia él con pasos seguros y el alma temblando. Cuando sus ojos se encontraron, ya no existía nadie más.
El oficiante habló con sencillez. Palabras sobre amor, respeto, y el valor de caminar juntos.
Harry fue el primero que dió sus votos, y luego las palabras que preparó para la ocasión; el chico que parecía rebelde, solo estaba esperando el verdadero amor.
- "Te elegí antes de entender por qué. Te amé cuando todo era confuso. Y hoy, te prometo seguir caminando contigo. Sostener tus días, respetar tus silencios, bailar tus alegrías. Siempre fuiste tú, Binna...", expresó Harry.
Ella apenas podía hablar sin que la emoción le hiciera temblar la voz, cuando le tocó a ella.
- "Crecimos juntos. Aprendí a amar a través de tus gestos, tu forma de cuidar, de mirar, de esperar y hasta de retar. Hoy, y todos los días que vengan, quiero ser tu casa. Tu refugio. Tu compañera...", dijo Binna.
Se colocaron los anillos, y cuando finalmente se besaron, no hubo aplauso estruendoso, sino un silencio emocionado, como si incluso el viento se detuviera para honrar ese instante.
El resto de la noche fue una fiesta íntima y cálida. Sia bailó con Binna entre risas, mientras su hijita más pequeña, corría entre las mesas con flores en las manos, repartiendo alegría. Era la media hermana de Binna y Harry, y símbolo de esta nueva etapa que todos estaban construyendo juntos.
Cristina, Janice y Miranda se abrazaban entre sí, recordando otros tiempos. Harry tomó a Binna de la mano mientras sonaba una canción suave y, bajo la luz tenue, bailaron como si el mundo entero no existiera más allá de ese momento.
Y mientras ella apoyaba la cabeza en su pecho, pensó que todo había valido la pena. Porque el amor, el verdadero, no se trata de perfección, sino de presencia. De quedarse. De volver. De construir. Y ahora, estaban construyendo juntos; la familia que debían edificar con mucho amor.
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Editado: 30.06.2025