Ahora estoy en el taxi, mandándoles mensajes a Kami, Joha y a mi novio, diciéndoles que ya llegué, también me escribió Allam(mi mejor amigo) me dice que unos días estará aquí y que en cuanto esté aquí irá al hotel a visitarme. Cuando desperté, solo faltaban quince minutos para aterrizar. Los chicos me responden rápido. Mi teléfono está descargado, así que lo apago y lo guardo en mi bolsillo. Todavía no le voy a avisar a mi padre que ya llegué, aunque ya debe saberlo. Mañana, a primera hora, iré a la empresa a ver qué es lo que quiere y si ya se le pasó esa estúpida idea de quererme casar con no sé quién.
Tardo en llegar; aún no estoy lista. El centro de Nueva York me envuelve. Hice la reservación hace una semana desde mi teléfono. Entro al hotel sin fijarme mucho en los detalles. Lo único que hago es pedir la llave en recepción, subir por el ascensor, ir a mi habitación y volver a acostarme. Aunque dormí casi todo el vuelo, sigo cansada. Siento que tengo que prepararme muy bien para mañana. Aquí ya es de noche, así que me quito los zapatos y me acuesto con la misma ropa que llevaba puesta.
Me despierto a las tres de la madrugada; lo sé por el reloj de la mesita de noche. Voy al baño, tomo agua y vuelvo a acostarme. Cuando me levanto de nuevo, son las seis. Me baño, me cepillo, me peino y termino de arreglarme para enfrentar a mi padre y quitarle esa estúpida idea de quererme casar con alguien que ni siquiera conozco, solo por su dinero y por un favor que quién sabe por qué según él le debo. Lo más probable es que sea al revés: él le deba un favor y quiera hacerme creer que soy yo quien tiene la deuda. No sería raro viniendo de él.
Me miro en el espejo, detallándome. Me puse unos tacones de punta fina negros, una falda tipo tubo hasta las rodillas color beige, con un pequeño smoking del mismo tono y una franelilla blanca. Mi cuerpo encaja muy bien con la ropa. No soy tan alta, mido más o menos 1.70. Mi piel es color canela por herencia de mi madre, aunque ella era más oscura. Mis ojos verdes vienen de mi padre; pestañas largas, labios carnosos pero algo finos. Mi cabello es castaño y completamente ondulado; lo peiné en una cola alta sin dejar caer ni un solo cabello. Mi contextura es más voluptuosa que la de Kami. Tengo una silueta que resalta con la falda, tengo muy bien con qué defenderme por delante y por atrás-algo que simpre aprovecho para resaltar- una cintura de reloj de arena. Me echo un poco de colonia Cancan, tomo mi cartera y salgo del hotel. Tomo un taxi y me dirijo directamente a la empresa de mi padre.
El taxi me deja frente a uno de los edificios más grandes de Nueva York. Mi primer apellido es reconocido por la gran cadena que es un legado familiar, el cual debo seguir, quiera o no. Y no es que no me guste, porque sí, me gusta de verdad. Estoy estudiando arquitectura por eso mismo. Nuestra cadena hotelera se llama "The Virella Collection".
El edificio es alto y poderoso, de color negro, con ventanas que no permiten ver de afuera hacia adentro, pero sí de adentro hacia afuera. Es uno de los más imponentes de Nueva York. Puertas automáticas, ascensores transparentes y seguros como todo el edificio. Cada hotel de mi familia transmite elegancia, poder y perfección. Cada uno es único y hermoso a su manera. Nunca voy a negar que mi padre ha hecho un gran trabajo, y mi madre también lo apoyó mucho. Era una mujer muy creativa; la extraño demasiado.
Sin pensarlo más, me dirijo al edificio. Los guardias de seguridad me ven y piensan en revisarme la cartera, pero les digo que la dejen. Me voy directamente a la oficina de mi padre; no voy a perder tiempo hablando con nadie. Nadie se atreve a dirigirme la palabra; saben quién soy. Aunque no soy odiosa, ni nada de eso, igula les da miedo perder su trabajo. Cuando me acerco al ascensor, hay más personas esperándolo. Cuando llega, espero que todos se bajen. Soy la única que sube. La oficina de mi padre está en el último piso. Marco y observo los números mientras el ascensor sube. Cuando se abre, lo que siento es que pasó una eternidad.
Apenas salgo, me tropiezo con un gran cuerpo y casi me caigo. Él me sostiene por los codos para evitarlo. Levanto la mirada y me encuentro con... ¿eso se puede llamar cuello? Tiene las venas completamente marcadas. Su piel es muy clara. Me termina de ayudar a ponerme de pie y lo observo por completo. Le doy un repaso muy descarado para mi gusto. Es mucho más alto que yo. Puedo jurar que también es más alto que mi novio: mide 1.95 o 2 metros, tal vez. Su cuerpo está muy bien definido, se nota que va al gimnasio. Aunque lleva un traje a la medida color azul oscuro una corbata del mismo color una camisa blanca, se le notan los músculos. Su rostro... Dios mío, su rostro. Tiene rasgos varoniles muy definidos, labios carnosos rosa, cejas gruesas, nariz perfilada, ojos verdes, pero no como los míos. Son más claros, rayados. Nunca había visto unos tan hermosos. Su piel es clara y es rubio.
Rubio.
Demasiado Rubio.
Rubio Dorado.
RUBIO DORADO!!!
¿Por qué coño tiene que ser rubio? ¿Por qué no puede ser pelinegro? Pero más importante aún: ¿por qué carajo quiero que sea pelinegro y no rubio?
Y lo que es aún peor se ve jodidamente bien carajo no me lo imagino pelinegro.
-¿Terminaste? -me pregunta. Lo miro sin entender. Suspira y niega con la cabeza-. Con tu repaso tan discreto.
Me sonríe... y maldita sea, qué sonrisa. Pero no me pasa de largo: usa sarcasmo, y como odio el maldito sarcasmo.
-¿Disculpa? ¿Tú quién te crees? ¿Por quién me tomas? -le espeto sin esperar respuesta-. ¿Repasarte yo a ti? Ja. Yo creo que el que dio repaso fuiste tú. O mejor dicho, sí, tú me diste un repaso.
-Claro. Ahora, aparte de que tropiezas conmigo cada vez, me das repasos sin disimular y ¿yo soy el que está mal? -y ahí vamos otra vez, con el sarcasmo.
-¿Que tropiezo contigo cada vez que te veo? No sé con quién me estás confundiendo, pero esta es la primera vez que te veo en mi vida. Y ojalá sea la última. Grosero -le espeto furiosa.
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Editado: 04.09.2025