Sin Luces de Navidad

Sin Luces de Navidad

Todo había sido un desastre. Peleas, discusiones y ninguna solución. Lo peor es que ahora Toñito estaba más asustado que antes.

La relación de Alejandro con Martha estaba en crisis. Desde el principio, encontró a Martha irritante y fastidiosa, pero se movía muy bien en la cama y solo por eso la eligió. De no haberla embarazado no se hubieran casado Para él, el solo hecho de hablar con su esposa le parecía una obligación y en verdad no disfrutaba de hacerlo, sobre todo porque discutían con frecuencia.

Cuando nació Mariana las cosas se calmaron por un tiempo, pero Alejandro notó que su hija había salido con el mismo genio de su madre. Carlos, el segundo hijo, tenía problemas en la escuela y se peleaba mucho con su hermana.

Antonio fue el único planeado de sus hijos. Alejandro sí que ama a ese niño. Piensa que de los tres el pequeño fue el que salió más parecido a su padre, tanto de cara como de carácter, además de que era el más cariñoso y tranquilo. Alejandro se repite una y otra vez en su cabeza que ama hasta el alma a toda su familia, pero una parte de él siente que al único que quiere de verdad es a su hijo menor.

Alejandro trata de ser un padre y esposo amoroso y es por eso que sus pensamientos le atormentan. En su momento de más debilidad aceptó a pasar la noche con una compañera del trabajo. Martha y sus hijos grandes no sospechan nada, pero piensa que Toñito sabe algo.

En las últimas semanas, Toñito había empezado a comportarse raro. Ya no quería jugar ni salir de su cuarto. Se la pasaba encerrado, acostado en su cama tapado con sus cobijas. Lo que más le preocupó a Alejandro fue que el niño empezó a tener pesadillas, Toñito nunca dijo nada, pero Alejandro había encontrado sus dibujos escondidos debajo de la almohada.

El niño se había dibujado así mismo con una cara triste, pero lo que en verdad asustaba a Alejandro es que también había dibujado con un crayón negro lo que parecía un hombre, pero con cuernos, cola y ojos amarillos. El monstruo parecía querer llevarse al niño.

Alejandro se quedó sin aliento al verlo. "Ese soy yo, el monstruo soy yo" fue lo que pensó. Fue hasta ese momento que de verdad se sintió culpable de haber traicionado a su familia y por eso quiso compensarlo llevándolos a todos al festival navideño de la ciudad.

Todo debía ser perfecto, irían, verían las luces y los adornos y tal vez comerían un poco de chocolate, galletas o algodón de azúcar y serían una familia feliz. Sin embargo, eso no fue lo que pasó. En el festival había muñecos animatrónicos. Los robots eran dinosaurios muy grandes y estaban adornados con bufandas y gorros de Santa Claus. Cuando Toñito vio los dinosaurios se sintió muy nervioso, pero se asustó de verdad cuando vio al Triceratops y comenzó a llorar.

—¿Qué tienes? —le preguntó a su hijo.

—Es el "cranpus" —decía el pobre niño entre lágrimas— tene kernos papi, el "cranpus".

"Tiene cuernos, eso quiere decir" pensó, Toñito todavía no sabía hablar muy bien, pero no fue problema entender lo que quería decir. Alejandro intentó calmarlo, pero el niño se alteró demasiado. Al ver que no podían hacer nada, por más que lo apartaron de los robots y le ofrecían dulces, decidieron que lo mejor era volver a casa.

—Esta fue una idea estúpida —con esas palabras de Martha empezaría una nueva discusión. Todo el camino de regreso estuvieron peleando en el auto.

Trataron de que Toñito durmiera con sus hermanos como siempre, pero el niño estaba demasiado asustado.

—Papi, me quiere lleva, no dejes que me lleve papi.

Alejandro trató de calmarlo, de decirle que los monstruos no existen, pero no hizo caso. Se lo llevó a su cuarto y le acomodaron en la cama en medio de los dos papás. Alejandro seguía enfadado, no tanto con su esposa, sino más con que sintió que las cosas habían empeorado.

"Esto es un desastre".

Tardó mucho en conciliar el sueño, pero lo consiguió.

"No dejes que me lleve, es el cranpus, tiene cuernos" esas palabras que resonaban en sus sueños fueron abruptamente interrumpidas para eso de la media noche. Se escuchaba un fuerte sonido de cadenas que estaban siendo arrastradas, cadenas de hierro muy grandes y pesadas. Alejandro abrió los ojos y Antonio no estaba en la cama junto a él.

—¿Antonio?, ¿Toñito? —dijo susurrando para no despertar a su esposa.

Nadie respondió y el sonido de las cadenas seguía presente. Alejandro se levantó y salió del cuarto. Pasó primero al cuarto de los niños para ver si había regresado ahí, pero su corazón dio un brinco al ver que no solo no estaba Toñito, sino que Carlos y Mariana tampoco dormían en sus camas.

—¿Niños? —llamó al aire esperando una respuesta que no llegó.

"¿En dónde están? ¿y quién carajos anda moviendo cadenas a esta hora?".

Las cadenas ahora sonaban mucho más fuertes e irritantes. Comenzó a seguir el sonido bajando al primer piso por las escaleras. La casa estaba en total oscuridad, año con año habían adornado la casa con luces y un árbol que llegaba hasta el techo, pero ese año las cosas estaban más tensas que nunca y ninguno se sentía con ganas de celebrar nada. Ese año, no había luces de navidad.

Caminó hasta que llegó a la sala donde encontró a Antonio. Alejandro se quedó paralizado, helado ante lo que atestiguaba. Ahí estaba Toñito, sí, pero estaba cubierto de sangre. Sus ojos eran blancos y brillaban en la oscuridad. Su rostro tenía rasguños y llevaba una expresión paralizada de puro terror. Lo más horrible era que el niño no estaba solo, estaba siendo alzado en brazos por una criatura negra.

"Es el cranpus, no, Krampus" pensó con una certeza sobrenatural.

La criatura era muy alta y delgada, su cuerpo era esquelético y desnutrido. De su cabeza surgía una larga y descuidada cabellera negra que le tapaba la cara y solo dejaban ver el brillo de unos ojos amarillentos y siniestros. Tenía una enorme cola como de reptil y cuernos de cordero. En lugar de pies, el demonio se paraba sobre pesuñas.



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En el texto hay: navidad, terror, krampus

Editado: 25.05.2024

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