Sin mi ayer

Capítulo 13: Conexión

La tarde posterior a las muertes anunciadas en el noticiero, me prometí que haría todo lo posible por no dejar que el miedo me paralizara. Si aquellos seres de luz venían por mí, intentaría aferrarme a mi vida con todas mis fuerzas, pero no podía dejar que los días pasaran de largo mientras esperaba que algo malo me sucediese. Ya había perdido diez años de mi vida. Así que me armé de valor y salí a las calles. Quería buscar un empleo para que la gente me viese como una persona valiosa y no como una carga. Aunque quizá fuese yo la que tenía la visión más cruel de mí misma.

No me alejé demasiado. Recorrí los negocios de la zona ofreciéndome como vendedora, repositora o para cualquier puesto que pudieran ofrecerme. La mayoría de las personas con las que conversé ese día fueron tajantes en su negativa, ya que no estaban buscando empleados. Sin embargo, tanto una mujer de un puesto de diarios como un vendedor en un negocio de lencería me dijeron que si les llevaba mi hoja de ruta, podrían considerar tenerme en cuenta para algún empleo. Les agradecí y les prometí que pronto regresaría para entregarles lo que me pedían.

No tenía idea de cómo armar una hoja de ruta, en especial porque no recordaba tener estudios ni experiencia laboral alguna. Quizá podría hablar con mi madre o incluso con Samuel, quien a pesar de ser un niño era muy hábil con la tecnología, y pedirles ayuda en cuanto regresaran del trabajo y de la escuela respectivamente.

Me dirigí a la plaza más cercana a mi casa y me senté en un banco en el que la gente había grabado algunas iniciales y frases de canciones o protestas. No estoy segura de qué fue lo que me llevó a aquel sitio en lugar de decidir regresar a mi casa, pero quizás hubiese sido el destino el que me guió hasta allí.

Al otro lado del arenero, más allá del sector de las hamacas, Miguel me saludaba agitando su mano y con una amplia sonrisa dibujada en el rostro. No esperaba volver a verlo hasta la siguiente sesión de terapia, pero allí estaba él y ahora se encaminaba hacia donde estaba yo.

Cuando llegó frente a mí me saludó con un beso en la mejilla. Pude sentir su barba incipiente sobre la piel de mi rostro. Lo invité a que se sentase a mi lado y así lo hizo.

Sentía latir  mi corazón demasiado fuerte. No estaba preparada para encontrarlo tan pronto y no sabía qué decir. Por suerte, fue él quien comenzó con la conversación.

—Te eché de menos el otro día en la sesión —dijo sin rodeos y observando de reojo mi reacción.

Tardé unos segundos en responder. No estaba segura qué esperaba como respuesta. ¿Estaría esperando algún tipo de explicación por mi ausencia? No quería confesarle los verdaderos motivos por los que no había asistido a la última reunión.

—Sí, lo siento —dije y me pregunté por qué me estaba disculpando. Me arrepentí apenas lo hice. Estaba actuando como una completa tonta —. Surgió un imprevisto y no pude llegar.

Era mejor que no diera demasiada información. Decidí cambiar de tema y salir del foco de la conversación.

—Entonces, ¿qué estás haciendo por aquí?

—Nada en particular. Salí a dar un paseo. Como sea, me alegra haber venido o de lo contrario no nos hubiéramos encontrado —dijo, encogiéndose de hombros.

No pude evitar ruborizarme por completo. Miguel estaba coqueteando conmigo, pero yo aunque sabía que tenía al menos tres hijos, me sentía inexperta en ese tipo de cosas.

—Yo estuve buscando trabajo casi toda la tarde. Recorrí unas cuantas tiendas —comenté.

Estaba muy nerviosa. Una parte de mí quería salir corriendo y otra parte quería quedarse con él, abrazarlo y no dejarlo ir nunca.

—Eso es genial. ¿Encontraste algún trabajo que te interese?

—En realidad, lo difícil es que yo les interese a ellos. Tendría que volcar mis datos y mi experiencia por escrito y llevar mi currículum vitae en estos días. El problema es que no tengo ninguna experiencia o por lo menos no recuerdo tenerla —dije soltando una risa amarga.

Me daba cuenta de que era muy mala para hablar con los hombres. Estaba vendiendo lo peor de mí. Temí estar arruinando cualquier oportunidad de tener un acercamiento romántico con Miguel.

—Yo también estoy en el proceso de buscar trabajo. Si quieres, podemos quedar mañana así te ayudo a armar tu hoja de ruta y vamos juntos a buscar un empleo.

—La verdad es que me vendría muy bien tu ayuda. ¡Gracias! —dije con sinceridad.

Tendría la oportunidad de pasar más tiempo con él y colocar algunas fichas para mejorar nuestro futuro.

—Si te parece bien, pasaré a buscarte a eso de las tres por tu casa.

—Claro —dije sin dudarlo e intenté disimular la emoción que sentía.

—Intercambiemos números. Si tú quieres, claro.

Le pasé mi número y él anotó el suyo en la agenda de mi celular. Era el primer contacto que tenía, si no contaba a mi pequeño hermano y a mi madre.




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