Sin mi ayer

Capítulo 22: Palabras

Había deseado tanto convertirme en una persona normal que había acabado por creerme el papel que deseaba interpretar. Tenía amigos, un trabajo, una pareja, no era la mejor madre del mundo, pero lo hacía lo mejor que podía. En los últimos meses sentía que todo marchaba bien. Solo la verdad hubiera podido derrumbarme, porque no hay nada más duro que la verdad.

Miguel me había confesado que el fantasma de Julia, su esposa, lo seguía visitando, pero que le había dado su visto bueno para que rehiciera su vida conmigo. Ella quería verlo feliz. Debo reconocer que aunque el misterio que envuelve a la muerte siempre resulta inquietante, me alegraba por lo menos saber que Julia y yo concordábamos en desear la felicidad de Miguel. Aun así, una parte de mí sentía como si su corazón estuviese dividido en dos. Nunca iba a ser completamente mío.

La primera vez que me dijo que me amaba, estábamos en aquel banco avejentado de la plaza en donde nos habíamos encontrado demasiado tiempo atrás. Él tenía apoyada su cabeza sobre mi regazo mientras yo le acariciaba el cabello.

—Te amo —exclamó de repente y sin previo aviso.

—Yo también te amo.

Se incorporó y me dio un tierno beso en los labios. Nos quedamos abrazados hasta la hora en la que yo debía regresar a casa para recibir a Ariana y estar un tiempo con ella antes de partir hacia el trabajo.

Es extraño el poder que tienen las palabras. Pueden destruir por completo o levantar a una persona. Le dan significado a nuestras vidas y le dan un nombre a todas las cosas.

Las palabras de Miguel al decirme que me amaba me hicieron dieron una sensación de plenitud que ninguna otra frase me había hecho sentir jamás y a la que solo podría equipararse a la primera palabra que pronunció Ariana.

Ya hacía algunos días que mi hija se impulsaba y gateaba por toda la casa. Dormida era más hermosa que un hada de cuentos, más tranquila que una flor en primavera, pero despierta era un torbellino imparable, bella como una tormenta de verano.

Yo la observaba arrastrarse con la panza sobre el piso de madera de la sala cuando me miró muy seria y me dijo:

—Mamá.

Corrí hasta donde se encontraba y la abracé muy fuerte. Esa era la primera de las muchas palabras que aprendería a decir. Ella comenzó a reír y yo me uní a su risa. La besé en la frente como solo una madre sabe hacerlo compartiendo ese mágico momento solas las dos.

Un pensamiento oscuro atravesó de pronto mi mente, porque así era mi vida, estaba llena de algunos momentos dulces y de otros amargos. Pensé en las cesáreas, en mis recuerdos falsos y pensé en mis hijos. Si era verdad que habían nacido, esperaba que por lo menos hubiesen podido tener la oportunidad de vivir con una familia que los ame así como yo amaba a Ariana. Esperaba que donde fuera que estuvieran se encontrasen bien y que no les faltara nada, pero yo había aprendido que no era lo mismo desear algo y que aquello que deseaba fuese real.

Ya quedan muy pocos capítulos para llegar al final de esta historia. Gracias por acompañarme. 

¿Qué fue lo más hermoso que alguien les ha dicho?

Espero de corazón que estén disfrutando de la lectura y si es así, por favor no olviden votar y comentar.

¡Nos leemos pronto!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.