—¡Sorpresa!
Mi madre extiende su mano derecha sobre la mesa del comedor y me muestra el anillo de oro que cubre su dedo anular. Golpeo mis mejillas varias veces para comprobar que lo que estoy viendo es real, que no estoy en medio de un sueño.
—¡Joel me ha pedido matrimonio esta mañana y le he dicho que sí! —dice mirando el anillo por enésima vez—. ¿Qué te parece la noticia?
Sé que está esperando que le responda, pero ahora mismo no tengo palabras para describir lo que siento. Intento decirle que me alegra mucho porque vamos a ser nuevamente una familia feliz, como en los viejos tiempos, pero sé que le estoy mintiendo, ya que no es lo que pienso en verdad.
Desde el día que conocí a Joel y William supe que algo iba a cambiar. Desde entonces han pasado tres años y su relación ha llegado más lejos de lo que imaginaba. No tengo ningún problema con Joel ya que hace feliz a mi madre, pero el problema es William. Él y yo estuvimos saliendo tiempo atrás antes de que nuestros padres pudieran conocerse. Es decir, tenemos un pasado. Mi madre sabe lo mucho que he sufrido por él, pero eso no fue impedimento a la hora de salir con Joel. Y por lo que imagino, tampoco le ha supuesto un problema para comprometerse.
—Cielo, ¿estás bien? —se acerca a mí y me aprieta la mano, haciendo que vuelva en mí—.
—Por supuesto —digo disimulando—. Me alegro mucho por ti. Es una gran noticia.
—¿Verdad? —responde con los ojos llenos de un brillo especial y con una sonrisa genuina en sus labios—. Después de tu padre jamás pensé que encontraría a alguien que me quisiera tanto. ¿Puedo pedirte un favor?
—Soy todo oídos.
—Sé que tienes exámenes finales dentro de unos días, que quieres acabar con esto pronto, pero necesito que esta noche nos acompañes a casa de Joel, pues queremos darle la noticia a su hijo, William, a quien ya conoces.
—¡Mamá!
Esa noche fuimos a su casa y cenamos juntos. William quedó tan sorprendido como yo cuando le contaron la noticia, pero al menos yo intenté disimular, para no causar pánico.
Transcurrieron las semanas y los preparativos de la boda hicieron que mi madre se volviera loca, que no viviera para otra cosa que no fuera aquel evento. Terminé aceptando el hecho de que mi madre iba a casarse, pero me costaba hacerme a la idea de que en pocos días iba a pasar a vivir con el chico que en el pasado me rompió el corazón.
Cuando William y yo terminamos creí que ya no tendría que lidiar con él nunca más, que si debíamos encontrarnos no sería en otro lugar que no fuera el instituto.
Pero después de que nuestros padres se comprometieran, la historia cambiaría radicalmente.