La puerta de la habitación se abre ante nuestros ojos, después de pasar la tarjeta por el lector electrónico, mostrándonos unas hermosas vistas del interior. Mi prima me empuja contra la pared y entra corriendo. Se tumba sobre una de las camas y suelta un suspiro largo y profundo.
—Estaremos solo una noche, así que disfruta de la experiencia —digo mientras dejo nuestras maletas en el piso—.
Realiza un movimiento rápido y en menos de lo que tarda un pestañeo siento que un almohadón choca con mi cara.
—Aburrida.
—Cómo digas —le resto importancia a su comentario—. Tenemos que ir a prepararnos para la ceremonia.
—¡Voy primero! —grita recogiendo todo lo que necesita de su maleta y se encierra en el baño para que no pueda entrar—.
—No tardes por favor.
De pronto me fijo en lo acogedora que es esta habitación. Está decorada con bastantes detalles azules, desde las cortinas de la ventana hasta las cubrecamas.
Es una pena que vayamos a estar tan poco tiempo aquí.
Abro un poquito la ventana e inmediatamente el olor del agua salada inunda mis fosas nasales y una brisa fría agita mi cabello rubio con delicadeza. Dejo mi maleta sobre la cama más cercana a la ventana y saco todo lo necesario para vestirme. Jessenia, mi prima, abre la puerta del baño y me indica con una sonrisa que se me permite entrar. Recojo todo lo que hay sobre la cama y me meto al baño apresurada, dejándole espacio para que se cambie.
Entro en el baño y me doy una ducha rápida. Seco mi cuerpo con una toalla café con encajes dorados y cojo el secador mi prima ha dejado encendida en el lavabo. Termino de arreglarme el pelo y lo recojo en una cola de caballo. Me maquillo rápidamente y desconecto la secadora.
Cuando abro la puerta, mi prima ya no está en la habitación. Aprovecho mi intimidad para vestirme y terminar de arreglarme. Saco el vestido de dama de honor de la maleta y me lo pongo cuidadosamente. Tardo un poco en subir la cremallera por detrás porque se me hace difícil, pero tras una larga lucha consigo hacerlo. Por último, me pongo los tacones y meto en un pequeño bolso todo lo que una mujer necesita llevar consigo.
Salgo de la habitación y camino por el pasillo hasta la suite donde se encuentra mi madre. Toco la puerta y después de unos cuantos gritos me encuentro de frente con mi tía.
—Menos mal que ya has llegado —tira de mí hacia el interior de la habitación y señala a mi madre—.
Al verme se levanta de un brinco y deja caer la larga cola de su vestido de novia al suelo. Le han recogido el cabello extraordinariamente, pero algunos pelos rebeldes todavía chocan con su frente.
—¿Cómo me veo? —pregunta con una gran sonrisa en los labios—.
—¡Dios! Estás hermosa, mamá.
—¡Oh, cielo! —me atrapa entre sus brazos, pero se aparta rápidamente para escanearme de arriba abajo—. Tú también estás preciosa.
—No quiero romper este momento bonito, pero tenemos que bajar ya. Vayan ustedes adelante.
Jess y yo salimos de la habitación dejando a mi madre y a mi tía solas y caminamos por el pasillo hasta el ascensor. Apretamos el botón, pero tarda bastante en llegar a nuestra planta.
Una vez abajo, pasamos por el vestíbulo hasta el patio.
Entonces se levanta ante nosotras una gran carpa acompañada de una alfombra blanca. A los lados hay filas de sillas decoradas con flores de colores. Me acerco al altar desde donde puedo observar la inmensidad del mar, cómo se difumina con las nubes y cómo la brisa cálida del ambiente me calienta la piel.
Las sillas tienen el nombre del respectivo invitado y casi todos están sentados. Mi mirada se encuentra con la de mi abuela y camino hacia ella. Me recibe con un cálido abrazo y una caricia en la mejilla. Sus manos son tan suaves y acolchadas, que me pierdo un segundo en ellas. Siempre he sido su nieta favorita. Mi hermano Manuel digamos que no cuenta, es una historia aparte, aunque es una pena que no pueda estar hoy con nosotros.
—Tienes que ir con ellos —señala el altar donde se encuentra Joel—. Dirijo mi mirada hacia él y descubro que no viene solo: William camina a su lado. Cuando lo veo, mi respiración se detiene abruptamente.
Después de lo que nos pasó, se hace muy complicado tener que verle todos los días, pues nuestra relación terminó igual de rápido como comenzó. Hace tres años estaba enamorada de él y aunque solo pudimos salir durante poco tiempo, llegó a convertirse en alguien muy especial. Un día estábamos bien y al otro simplemente dejó de hablarme y de responder a mis llamadas y mis mensajes de WhatsApp.