Sin miedo a amar

Capítulo 2

Ya en la habitación de mi madre, dejo el ramo sobre la mesa y me tumbo en la cama, exhausta.

—Gracias por todo mi cielo. Sé que para ti es muy difícil estar al lado de William después de lo sucedido entre ustedes, pero necesito que de ahora en adelante se lleven bien —dice mi madre desde el baño—. Sonará apresurado, pero a partir de mañana viviremos en la misma casa.

—¿La misma casa?

—Así es. Por eso quiero preguntarte algo. ¿Podrás sobrevivir sin nosotros mientras estemos de launa de miel?

—¿Estás diciendo que quieres que me quede a solas con él?

Asoma la cabeza por un espacio de la puerta y asiente.

—¡Dios! No sé si pueda aguantarlo un segundo más. Apenas y he podido mantener una conversación civilizada con él.

—Dale algo de tiempo. Será diferente.

Mi madre sale del baño y enseguida pasa a enseñarme el vestido vino tinto que se ha puesto para la celebración. Me levanto de la cama y me detengo frente al espejo donde está terminando de maquillarse. Deja el resaltador de cejas y me mira fijamente.

No tiene que decirme nada, pues conozco perfectamente su mirada que me dice “debes hacerlo por mí”.

Exhalo un profundo suspiro y cedo, para no arruinar la celebración.

—Me debes una mamá —le digo—. ¿Estás lista?

Mi madre me mira y sonríe y aquello lo tomo como un sí.

Bajamos por el ascensor y nos colamos junto al jardín. Ambas nos separamos disimuladamente y ella corre a reunirse con Joel, mientras yo aprovecho para acercarme a la mesa que ha sido asignada a nosotros.

Leo los carteles donde están escritos los nombres de mis mejores amigas y las busco por todo el jardín. Sin embargo, no las veo por ningún lado. Me siento, saco el móvil e intento contactar con ellas. De pronto, alguien toca mi hombro sorpresivamente, provocando que suelte el teléfono y lo deje caer violentamente.

Levanto la mirada, atónita, y prácticamente salto de la silla cuando reconozco a mis amigas. Enseguida las abrazo.

—¡Amigas! —exclamo emocionada—. Creí que no vendrían. No las he visto en la ceremonia.

—El coche se nos ha averiado en mitad del camino y hemos tenido que llamar a una grúa —dice Rebeca, cansada—. ¡Tuvimos que caminar alrededor de treinta minutos!

Las vuelvo a abrazar para consolarlas y no puedo evitar soltar una lágrima. Ahora la que necesita consuelo soy yo. Este día no iba a ser tan especial sin ellas, por lo que me alegro de que hayan podido venir.

Todas nos sentamos y esperamos a los demás invitados. Rebeca empieza una conversación con Evelyn y yo me empeño en recoger mi teléfono del piso.

Estoy tratando de encenderlo cuando alguien me lo quita de las manos repentinamente.

—¡Rayos William! —me levanto sorprendida—. ¡Devuélvemelo!

William se acerca a su padre y le entrega mi teléfono. Por la cara que pone supongo que no entiende nada de lo que está pasando. Sin embargo, William le dice algo al oído y él asiente al instante.

—¿Quieres devolvérmelo, por favor?

Joel se lo entrega a mi madre y ella niega rápidamente.

—Deberías disfrutar con tus amigas ahora. Pasas siempre con este aparato en las manos —se queja antes de dar media vuelta y meter el teléfono en su cartera—.

Vuelvo a concentrarme en mis amigas y esta vez sí que presto atención a la conversación.

 

Cuando terminamos de cenar, Evelyn y Rebeca me obligan a ir hacia el escenario donde un grupo de música toca una canción. Empezamos a bailar como mariposas y nos reímos con cada uno de los movimientos que hacemos, pues son ridículos. La música se detiene de repente y paramos de bailar cuando escuchamos la voz melodiosa del vocalista.

—Ahora es momento de presentarles nuestra nueva canción, que esperemos les guste.

El baterista golpea dos veces sus baquetas anunciando el comienzo de la canción y el bajo acompaña al cantante que hace un punteo soberbio con la guitarra eléctrica. Es una canción que logra grabarse en mi memoria, no sé por qué, pero desde ahora la considero mi favorita.

La canción termina con un arpegio melodioso y todos dejan los instrumentos en el escenario para dar paso al brindis. Soy la encargada de decir las palabras, así que me armo de valor y me coloco en el centro del escenario. Aclaro mi garganta e intento no tartamudear.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.