Sin miedo a amar

Capítulo 3

Varios golpes insistentes en la puerta nos despiertan a las dos. Intento levantarme de la cama, pero estoy tan somnolienta y cansada que no quiero hacerlo. Jess, molesta de escucharlos, se levanta y abre la puerta: es mi madre que entra como si fuera un torbellino, destruyendo todo a su paso.

—¿Siendo nuestro primer desayuno familiar te vas a quedar en la cama gruñendo como siempre? te ordeno ahora mismo que te levantes.

Me mira con cara de pocos amigos y no entiendo el motivo de su malestar. O quizás sí: fue lo de anoche.

—Te espero en el restaurante —añade con aquel tono de voz que suele indicarme que está demasiado convencida de que voy a dejar la cama para ir a desayunar—.

Esas son sus últimas palabras antes de salir de la habitación. Jess ha sido testigo de la escena y lleva todo este tiempo con la mano en la boca para no estallar en risas. Sin embargo, al mirarnos, no podemos evitarlo.

Detengo nuestra terapia de risa y procedo a arreglarme con la misma ropa que usé ayer para bajar a desayunar.

—¿Te apuntas primita?

—Yo paso. Prefiero dormir un poco más. Anoche me divertí mucho y me acosté muy tarde —entonces se tapa con las sábanas y suspira—. Solo ve y aprovecha el tiempo con tu madre antes de que se vaya. Yo bajaré luego.

—Entiendo

Me despido de Jess y salgo de la habitación en dirección a las escaleras. Bajo, cruzó el vestíbulo y entró en el restaurante. Recorro con la mirada la sala buscando a mi madre y la encuentro sentada en una mesa junto a Joel y William. Me acerco con una timidez poco característica en mí y arrastro una silla que queda libre para llamar su atención. Me siento y empiezo a desayunar sin pronunciar palabra alguna. Todos nos mantenemos en absoluto silencio hasta que mi madre decide romperlo.

—¿Podrías explicarme lo qué sucedió ayer?

—Nada de importancia, que digamos.

—Vas a negar todo lo que todos vimos. Amanda, quiero una explicación.

—Hice lo que me pediste madre, pero William se comportó como un idiota. Sabes que no nos llevamos bien y lo que me dijo fue muy hiriente de su parte. Discúlpenme por haberme salido de mis casillas, pero tampoco voy a permitir que me trate de esa manera.

—Pues ahora son hermanos y tienen que empezar a tratar de llevarse bien.

—Hermanastros, por favor.

—Como sea —sus palabras tienen un cierto tono que no me gusta para nada—. ¿Tan difícil es que puedan llevarse bien?

—Pues lo es mamá. Lo es.

Me levanto súbitamente de la mesa y salgo corriendo hacia la puerta del restaurante. Escucho la voz de mi madre persiguiéndome y cuando llego al vestíbulo me detengo.

—Nos vamos a casa. Haz la maleta. —dice muy enojada—. El taxi no tarda en llegar, te espero abajo.

Regreso a la habitación y recojo mis cosas rápidamente mientras la mirada de mi prima se clava en mí. Se levanta de un salto de la cama y me abraza.

—¿Ya te vas?

Asiento con un mar lágrimas derramándose en mis ojos.

—Llámame cuando lo necesites.

—Lo tendré en cuenta, gracias.

—Aunque esté en Nueva York puedo venir a patearle el trasero a quien sea necesario —dice finalmente atrapándome fuertemente entre sus brazos—.

Cojo mi maleta de la cama y salgo de la habitación. Jess levanta las manos para darme el último abrazo y me acompaña al ascensor.

Cuando llego al vestíbulo me encuentro con mi madre y Joel que están esperándome en la puerta del hotel. Me acerco a ellos y recibo como respuesta una mueca de desaprobación de ambos.

Dirijo mi mirada hacia otra parte y meto la maleta en el taxi. Me siento en la parte de atrás con William y me pongo los auriculares para aislarme del desagradable sonido del ambiente. Mi madre se sienta con nosotros y Joel va en el asiento del copiloto, hablando casi todo el trayecto con el conductor sobre temas a los que ni siquiera presto atención.

Cuando llegamos a nuestro destino, Joel busca en su bolsillo el mando que abre la puerta que da acceso a la casa. Lo saca, nos bajamos del taxi y termina pagando el viaje. Padre e hijo entran en casa por delante de nosotras. Mi madre me detiene tomándome fuertemente del brazo antes de que entremos.

—Deberías pedirle perdón Amanda, aunque esto no solo sea culpa tuya. Lo he hablado con Joel y él también va a hablar con William para que haga lo mismo.

—¿Y por qué tengo que pedírselo yo? El comenzó toda este melodrama. Y ya te digo mamá, lo nuestro no tiene solución.




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