Sin miedo a amar

Capítulo 4

Me asomo por la ventana y espero a que el coche de Joel desaparezca en la esquina de la calle. Me he despertado pronto para despedirles y estoy toda sonámbula. Bajo a la cocina y me sirvo un poco de café negro, para poder activarme.

He quedado con mis amigas a las siete para ir a dar una vuelta por el Mall y comprar algo de ropa. Termino de desayunar tranquilamente y vuelvo a mi habitación para cambiarme.

Entro en el baño y me desnudo rápidamente. Me observo detenidamente de pies a cabeza, como hago siempre, y me meto en la ducha, sin novedades. Tardo cerca de treinta minutos en estar lista. Después de secar mi cabello y recogerlo en una coleta, abro el armario y me pruebo distintas combinaciones. Al final me decido por unos vaqueros azules y una camiseta blanca.

Bajo las escaleras y salgo de casa rumbo al centro comercial donde habíamos quedado. Como no está muy lejos de aquí para ir caminando, decido dejar el coche en el garaje.

Cuando llego a la puerta del centro comercial observo a Rebeca sentada en un banco de la entrada.

—Hola Rebeca.

Levanta la mirada del teléfono y me saluda con un beso en la mejilla. Luego recoge su bolso del suelo.

—¿Aún no ha llegado Evelyn? —le pregunto—.

—Ambas sabemos lo impuntual que es —suspira—. Esperémosla aquí unos minutos.

Rebeca me abraza y caminamos juntas hacia otro banco. Ella tiene sus ojos puestos en el teléfono mientras yo miro mis pies. De pronto, se empiezan a oír gritos por todo el centro comercial. Levantamos la mirada automáticamente cuando reconocemos de quién es la voz. Es Evelyn con su típica manera de querer llamar la atención.

—¡Mira por dónde caminas! —se queja Rebeca—.

—Lo siento…

Recoge la compra del suelo y se marcha rápidamente sin mirarla. Arroja su pelo hacia atrás con un solo movimiento sensual y camina hacia nosotras como si estuviera en una pasarela. Nos abraza a las dos inmediatamente se acerca y Rebeca la observa con una expresión de incredulidad tras la escena.

—¿Estás bien? —pregunta—.

Evelyn asiente y nos guiña el ojo. Negamos con la cabeza y nos reímos. El primer lugar que decidimos visitar es una tienda de ropa. Mis amigas recorren los pasillos y pasan a los probadores con las manos llenas.

Desde que nos conocimos hemos sido las tres enfrentándonos al mundo. El primer día de secundaria está lleno de incertidumbre y miedo porque piensas que no vas a encajar con nadie, pero haberlas conocido aquella mañana en el salón fue lo mejor que me pudo haber sucedido. Desde entonces no nos hemos separado nunca. Al igual que ellas me apoyaron cuando terminé mi relación con William, siempre estoy para ellas cuando algún tarado se atreve a romperles el corazón.

—¿Van a tardar mucho? —me siento en una silla de madera y espero pacientemente su respuesta—.

Salen del probador y forman una pequeña pasarela. Se paran delante de mí y esperan que les dé mi opinión antes de elegir la ropa que van a comprar.

—Lucen geniales. Aunque me quedo con la última combinación que se han probado.

Entran de nuevo en el probador y salen unos minutos después con la ropa que deciden comprar.

—Esto será suficiente.

Evelyn saca la tarjeta de crédito VISA y la deja sobre el mostrador. Rebeca busca dinero en su cartera, pero Evelyn la obliga a guardarlo.

—Hoy la cuenta corre por mí parte —dice mientras le guiña el ojo—.

Salimos de la tienda y de pronto se nos antoja entrar en una heladería. Ocupamos una mesa ovalada de tres asientos y esperamos a que la camarera del local nos atienda.

—¿Qué van a pedir señoritas? —nos pregunta amable—.

Miramos la carta y las tres decidimos pedir el mismo helado: cono doble con grajeas de caramelo.

—Enseguida llegará su pedido a la mesa.

—Gracias —decimos las tres al mismo tiempo—.

La camarera desaparece detrás de la barra y Rebeca comienza una conversación poco agradable para mí.

—¿Ya se ha marchado tu madre?

—Esta mañana.

—¿Podrías disimular que por lo menos te importa? —Rebeca me agarra la mano y me pide que le mire a los ojos—. Deberías sentirte feliz por ella. ha encontrado el amor nuevamente en Joel. Sabes lo mal que lo pasaron después de la muerte de tu padre.

Suelto su mano incómoda y dejo que mi cuerpo se deslice un poco por la silla.




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