Después de la cena recojo mi plato y ayudo a Azucena a arreglar la mesa. Cuando entro en la sala me siento en el sofá al lado de mi madre. Joel se sirve una copa de vino y se sienta frente a la chimenea. Entonces William entra, llamando nuestra atención como siempre lo suele hacer.
—Tendré que salir esta noche.
—¿De nuevo? —dice mi madre intrigada, pero Joel no parece sorprendido—.
—Es el cumpleaños de Ryan. Vamos papá, sabes que él jamás acepta un no por respuesta.
—Bien. Pero solo irás con una condición. Que Amanda vaya contigo.
—¿Qué? —William sonríe irónicamente—. Está bien —prosigue después de reflexionar y negar con la cabeza—.
No entiendo por qué tengo que ir con él. Si quiere emborracharse y hacer el ridículo es su problema, no tengo porqué convertirme en su niñera personal.
—Yo no pienso acompañarlo.
—Entonces William tampoco irá —dice Joel con convicción, pero mirando fijamente a su hijo—.
William en principio quiere matarme con la mirada, pero sabe que pierde si no cambia de actitud. Entonces ablanda su expresión y casi me suplica. En principio no quise ceder, pero es muy difícil cuando me mira con esos ojos tan penetrantes.
Finalmente acepto acompañarlo.
Me miro al espejo por última vez antes de bajar y compruebo que todo esté bien. Me he puesto unos vaqueros blancos rotos y un top negro conservador. Cuando bajo las escaleras me encuentro de frente con William, quien me está esperando en la puerta principal. Lleva puesto unos vaqueros oscuros y una camisa azul con los dos primeros botones abiertos.
Joel sale del comedor y observa a su hijo. Le tira las llaves de su coche y William las atrapa.
—Tienen que volver a casa juntos. Pobre de ti si descuidas a Amanda. ¿Comprendes?
—No tienes que repetírmelo por enésima vez. Me ha quedado perfectamente claro —aparta la mirada de su padre y la pone en mí—. ¿Nos vamos?
Entramos en el garaje y nos subimos al Camaro negro de Joel. Arranca la marcha del motor y salimos del garaje a toda prisa.
—¿De verdad Ryan está de cumpleaños?
Me mira durante unos segundos y se ríe. Aprieta el volante y aumenta la velocidad. Afortunadamente ningún semáforo se disponía a cambiarse al rojo.
—Por supuesto que no. Era una simple excusa para salir.
—¿Y por qué no te escapaste cómo lo haces siempre? —digo cruzándome de brazos—. Si tantas ganas tenías de salir, ¿por qué me obligaste a acompañarte?
—No me quedó otra opción.
Suelto un suspiro tan largo que casi dejo sin aire a mis pulmones y apago la radio. La clase de música que él escucha está empezando a ponerme nerviosa.
Aparca frente a la casa de Ryan y sale del coche sin siquiera esperarme. Bajo rápidamente y empiezo a seguirlo.
Llama al timbre y Ryan nos recibe enseguida, dejándonos pasar a su casa. Conforme avanzamos por el pasillo todo el mundo saluda a William. Sabía que no debía estar aquí y hasta ahora no comprendo por qué acepté acompañarlo. Quiero arrepentirme y salir corriendo al coche, pero es demasiado tarde.
—¿Amanda? —escucho la voz de Evelyn—. Me doy vuelta y la miro sorprendida—. ¿Qué haces aquí?
Me ofrece un vaso de cerveza que lleva en la mano, pero lo rechazo. La agarro de la mano y la arrastro hasta la cocina, para ofrecerle explicaciones.
—¿Cómo te llegaste a enterar de la fiesta? —pregunta—.
Evelyn saca su teléfono del bolsillo y me lo enseña. Ryan le había enviado mensajes a todo el mundo, menos a mí. Suspiro y miro alrededor. Hay un montón de gente en el inmenso salón de su casa. ¡William no era el único que tenía un padre millonario!
—Por favor quédate conmigo. William me ha dejado sola.
—Por supuesto, aunque necesito sentarme. Después de unas cuantas cervezas me siento un poco mareada.
Nos escurrimos en el salón y por suerte conseguimos sentarnos en el único sofá libre que queda. Evelyn mira su vaso vacío, se levanta y lo agita incrédula.
—Ahora regreso. Voy a la barra por más.
William está sentado al lado de Ryan en un gran sofá que hay cerca de las escaleras que conectan al segundo piso. He perdido la cuenta de cuántas cervezas ha bebido en solo un par de minutos. Creo que ya estará en condiciones de conducir. ¿Cómo rayos íbamos a volver a casa?