Capítulo 8

El vaso vacío de plástico reposa en el suelo, mientras observo fijamente las paredes de la sala de espera de la comisaría, analizando por qué estoy aquí. De trayecto en el coche patrulla uno de los policías me ha informado que llamarían a nuestros padres. No iba a ser necesario que William sea encerrado, ya que al ser su primer delito no procedía, pero para que escarmentara he decidido decirle al policía que lo meta en una celda por unas horas.

—¿Amanda? —escucho decir mi nombre y me levanto. Una agente ha venido a buscarme y me indica que la acompañe—.

Le sigo por un largo pasillo hasta las celdas. Miro a William tumbado bocarriba sobre un banco. Su mirada está fija en el techo y no nos dice nada cuando nos ve. Ha sido mejor así, porque si se le ocurría hablar, le hubiese cantado unas cuantas cosas.

—Ya puedes salir —dice la agente mientras abre la puerta—

William sale de la celda y ambos seguimos a la agente hasta que nos lleva a la entrada de la comisaria. Él se detiene de golpe cuando ve a nuestros padres en la puerta, quienes obviamente no parecen muy contentos.

Joel se disculpa por enésima vez ante el policía y mi madre sostiene la puerta para que salgamos. Puedo ver la decepción en su rostro, pero yo tengo una justificación creíble.

—No te creía capaz de tanto William. Además de conducir borracho te detienen por contestar a un policía.

—¿Y tú, Madison? —dice mi madre mirándome y negando con la cabeza —. Dejé que fueras a la fiesta para que vigilaras a William y no para que los dos acabaran borrachos.

Agradezco a mi mamá irónicamente. Una vez más está imaginando algo que no corresponde a la realidad.

—Por si no lo saben solo bebí un sorbo de cerveza —digo en tono cansino mientras cruzo los brazos—. Y yo no soy niñera de nadie para estarlo vigilando.

—Pero míralo, Joel, apenas y se mantiene en pie.

—Eso no es mi culpa —protesto—. Él es responsable de sus propias acciones. No me pueden pedir que cargue su culpa.

—¡Basta! —añade Joel cuando detiene el coche en el garaje y nos mira a los dos—.

William. Mañana hablaremos sobre tu castigo.

—¡Esto es increíble! —grita William saliendo del coche, pegando un portazo—.

Subo directamente a mi habitación y abro el mensaje que he recibido de Thomas.

Thomas

Lo de esta noche ha sido muy extraño. Debo disculparme por si te hice sentir mal. Yo solo quería pasar un rato contigo.

Amanda

No era un buen momento.

Thomas

Conozco perfectamente a William. Era imposible que me deje acercar a ti. Es muy protector con la gente que le importa.

Apago el móvil y lo dejo sobre el velador. Doblo la ropa y la acomodo sobre la silla. Luego me pongo el pijama e intento descansar, pero no paro de pensar en lo que ha pasado hoy. William es tan impredecible que consigue confundirme de tal manera que no sé con qué va a salir la próxima vez.

Termino de arreglarme y miro el reloj del móvil. Rebeca va a venir a por mí en diez minutos y solo tengo que desayunar. Bajo las escaleras y entro en la cocina. Azucena aún no ha llegado y nadie aún está despierto. Saco un vaso del armario y me sirvo un poco de yogurt de fresa.

Ayer planeé con mis amigas ir al club de campo con el padre de Evelyn y no puedo estar más emocionada. Hoy prefiero estar en cualquier lugar antes que en mi casa.

Rebeca toca el claxon para indicarme que ya llegó. Cojo mi cartera y salgo de casa. Baja la ventanilla y me pide que acelere el paso. Una vez dentro no duda en pisar el acelerador y salimos del vecindario a toda velocidad. En el trayecto hasta el club le cuento lo que pasó aquella noche con William, en la comisaría.

—Me sorprende viniendo de él.

—¿Qué?

—He ido a muchas fiestas donde ha asistido William y nunca lo he visto emborracharse.

—Por eso digo que me sorprende.

Cuando llegamos al club aparca el coche en el parking de socios. Cogemos del maletero nuestras mochilas y caminamos hacia el vestíbulo.

—Buenos días.

Me giro encontrándome a Thomas a pocos centímetros de mí.

—Hola —entonces miro la ropa que lleva puesto y no puedo evitar preguntarle si es socio del club—.