Sin miedo a amar

Capítulo 11

William, como ha hecho siempre desde que vivimos aquí, ha pasado el fin de semana fuera de casa. Mi madre no ha querido decirme dónde está y sé que todos lo saben menos yo. Mi teléfono empieza a vibrar, lo cojo y miro un mensaje: es de Thomas.

Thomas

Paso a recogerte esta noche.

Amanda

¿Cómo?

Thomas

¿Recuerdas que en la fiesta te pregunté sobre tener una cita?

Amanda

Sí, pero nunca dije que accedería.

Thomas

Amanda por favor, ya lo tengo todo preparado. Es solo una cena. Como amigos. Te lo prometo.

Amanda

Ok, ok. De acuerdo.

Thomas

Muy bien, entonces nos vemos esta noche.

 

Bloqueo el teléfono y bajo rápidamente las escaleras. Mi madre se encuentra en el patio, aunque caigo en la cuenta de que no está sola. Su amiga Rafaela también está sentada a la mesa con ella. Últimamente la vemos mucho por aquí y me alegra que mi madre tenga una amiga como ella.

—Hola cielo. ¿Recuerdas a Rafaela?

Asiento y me acerco a ella para saludarla con un beso.

—Mamá, esta noche voy a salir a cenar con un amigo.

—¿Un amigo? —frunce el ceño, dudosa—.

—Sí, mamá. Un amigo.

—De acuerdo. Puedes ir.

Entro de nuevo en la sala y marco rápidamente el número de Evelyn. Es la indicada para ayudarme a escoger la ropa que voy a vestir en la cita.

—¿Está todo bien? —pregunta al otro lado de la línea—.

—Necesito que me ayudes.

—Por supuesto. Te escucho.

—Thomas y yo vamos a cenar juntos esta noche.

—¿En serio? —pregunta sorprendida—. ¿Y supongo que necesitas de mi ayuda para vestirte?

—Tú lo has dicho.

A Evelyn siempre se le da bien lo de combinar la ropa y como su padre es dueño de un negocio próspero casi nunca tiene que preocuparse por conseguir dinero para comprarse lo que le gusta. Por mi parte, yo siempre he tenido que medirme a la hora de las compras. Suelo frecuentar las tiendas más baratas para economizar. Nunca hemos sido una familia que presuma de tener mucho dinero, pero al menos nunca nos ha faltado nada.

 

Evelyn abre el armario y empieza a estirar las prendas arrancándolas violentamente de la percha. Tira al suelo todo aquello que no le gusta y murmura cosas mientras vacía los cajones. Yo suspiro y miro el reloj. Tengo solo treinta minutos para alistarme y mi amiga no se ha decantado por ningún conjunto todavía.

—¿Has acabado? —digo acercándomele—. Mira, has tirado toda mi ropa al suelo.

—¡Lo tengo! —exclama entonces—.

Arroja dos prendas en la cama. Las observo detenidamente y suspiro.

—Has tardado tanto en elegir... ¡para esto!

—Es que no me gusta tu ropa. Es muy... cómo decirlo sin que suene ofensivo... vulgar. Este ha sido el único modelito que me ha convencido.

—Ojalá no te esté escuchando mi madre —empiezo a reír—. Te mataría por esos comentarios.

Me cuelo en el baño y aliso mi cabello frente al espejo. Me quito la ropa de casa y me pongo el conjunto que me ha preparado Evelyn. La falda me parece muy corta cuando subo la cremallera, así que la estiro para entender cómo debo moverme. Me pongo un poco de maquillaje, salgo y me encuentro con que la habitación está limpia. Ya no queda ropa por el suelo.

—Una vueltita.

Giro sobre mí misma y la miro. Evelyn asiente poco convencida, pero sonríe. Se acerca al tocador y coge un collar sencillo. Se para frente a mí y me aparta el cabello para ponérmelo. Toco la pequeña perla y la miro con nostalgia.

—Fue un regalo de mi padre en mi cumpleaños número diez.

—Recuerdo que siempre lo llevabas contigo. Aunque luego de su entierro las cosas han sido...

—Lo sé —digo intentando mantener la compostura—.




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