Sin miedo a amar

Capítulo 13

La noche no trascurre como esperaba. Todos estamos en completo silencio desde que William dejó la mesa y ninguno entabla conversación por temor a meter la pata. Para bajar la tensión, mi madre sube el volumen de la música y todos los invitados se levantan a bailar.

Thomas aparta su silla y se levanta de un brinco. Extiende su mano y me invita a la pista. Nos unimos a los demás en el centro de la sala. Evelyn y Rebeca también se animan a bailar y lo hacen junto a dos invitados muy majos que acaban de conocer. Mi hermano aprovecha la oportunidad para conocer a la chica con la que nos topamos en el vestíbulo.

Busco a William con la mirada y lo localizo en la barra. Lleva un vaso de cristal en la mano y me imagino que lo que está bebiendo no es un refresco de naranja. Thomas nota que estoy despistada y enseguida pone su mano en mi mejilla, obligándome a mirarlo.

—¿Te encuentras bien?

—Claro.

El ambiente ha cambiado. Ahora todos están más animados y se lo están pasando verdaderamente bien. Se acaba la canción y suena otra y después otra y al final empieza a sonar una un poco más lenta. Joel lleva a la pista a mi madre y los observo mientras dan vueltas a nuestro lado. Thomas se me acerca, pero lo aparto.

—Ahora vuelvo.

Me separo de él y camino hacia la barra. Me detengo frente a William, le estiro del brazo y le obligo a levantarse, pero él niega con la cabeza. No acepto un no como respuesta y tiro de él hasta que entra en la pista de baile a regañadientes.

En la pista comienza a sonar Amiga mía de Alejandro Sanz y no puedo evitar el colocar mis brazos sobre su cuello. William pone sus manos en mi cintura, rompiendo la distancia que antes nos separaba. Empezamos a movernos lentamente por la pista al ritmo de la música, completamente absortos, como si el resto del mundo no existiera. Me siento tan bien este momento que deseo poder congelarlo para siempre.

—William, ¿te encuentras bien? —tiene las pupilas dilatadas y la frente sudorosa. Está nervioso por algo—.

—¿Quieres saber por qué Thomas no te conviene?

William mira hacia todos lados, toma mi mano con fuerza y me lleva fuera del salón. Entramos en un pequeño jardín que hay alrededor del hotel y nos detenemos en ese lugar.

Empieza a frotarse el pelo nervioso y con el pie golpea una piedra que yace inerte en el suelo.

—Supongo que Rebeca ya te ha contado lo que paso hace dos meses en aquella fiesta.

Asiento.

—No tenemos todavía pruebas para demostrarlo, pero Ryan encontró a Thomas junto a Rebeca en una de las habitaciones de la casa donde se llevaba a cabo aquella fiesta. Ella no paraba de llorar y estaba bastante alterada. Confío en mi amigo y sé que no me engañaría con una cosa tan delicada. Por eso no quiero que te acerques a Thomas. No tiene buenas intenciones y puede hacerte mucho daño si se lo propone.

William espera una respuesta de mi parte, pero me quedo sin palabras.

—¿Amanda?

—Necesitamos probarlo —me le acerco un poco más—. Rebeca nos contó que aquel chico llevaba una chaqueta dorada esa noche. Si se trata de Thomas debe tenerla en su casa.

—¿Cómo las del equipo de fútbol del instituto?

—Así es.

—¿Qué pretendes hacer?

—Thomas supone que no sé nada del asunto. Podemos usarlo en su contra.

—¿No pensaras hacerlo tú sola? —noto cierto tono de preocupación en su voz—.

—William, si te metes en medio puede que perdamos la oportunidad de descubrirlo. Necesito que me dejes hacerlo sola.

—Bien —suspira igual de preocupado—. Si llegaras a tener algún problema quiero ser el primero al que llames, ¿entiendes?

Abro los ojos ilusionada por sus palabras y asiento sin pensarlo dos veces. Después de todo lo que ha pasado entre nosotros me sorprende lo preocupado que está por mí.

—¿Por eso apareciste así en la cabaña, por miedo a que Thomas me hiciera algo?

William se aleja un poco al notar la pequeña distancia que nos separa y agacha la cabeza para mirar al suelo.

—Creo que debemos entrar —dice evitando mi pregunta—.

—Cierto —digo sonriendo—.

Entramos por separado y me reúno con Thomas en la mesa.

—¿Dónde estabas?

—En el baño —lo miro y le ofrezco una de mis peores sonrisas—.

Evelyn aprovecha que mi madre está despistada para agarrar el micrófono y convertirse en la animadora.




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