Capítulo 15

Mis primos parecen animales salvajes entrando en la habitación. Se suben a la cama y saltan sobre ella, con el único objetivo de hacerme despertar. Y lo consiguen.

Los observo detenidamente para intentar averiguar lo qué están tramando.

—¿Por qué osan despertarme así?

—Vamos a dar un paseo por la ciudad. ¡Vamos!

John y Charles salen de la habitación veloces como relámpagos. Entonces me levanto de la cama y salgo también. Me dirijo al baño e intento abrir la puerta, pero está cerrada. Llamo un par de veces, pero nadie contesta. Manuel pasa a mi lado y me mira con curiosidad.

—¿Vas a salir? —le pregunto—.

Asiente, saca su teléfono y mira la hora.

—Se me hace tarde. Tengo que irme. Por cierto, William está en el baño.

Manuel se despide y desaparece por el pasillo. De pronto, la puerta del baño se abre, sorprendiéndome. Doy un brinco y me echo para atrás. Entonces contengo la respiración y trago saliva cuando me doy cuenta de que solo lleva puesta una toalla alrededor de la cintura.

No deja de mirarme fijamente con esos ojos provocadores.

—¿Quieres una foto?

Le empujo para que salga del baño y cierro la puerta sin hacer comentarios. Me cepillo el cabello y lo recojo en una colita de caballo. Entro en la ducha y me lavo el cuerpo intentando el no mojarme el pelo. Al terminar cierro el grifo y salgo de la ducha, coloco una toalla sobre mi cuerpo y abro la puerta del baño.

—Si no te das prisa vamos a irnos sin ti —dice William mientras pasa cerca—.

Agarro fuertemente la toalla por si acaso y regreso a mi habitación. Abro la puerta y camino directamente a la maleta, deslizo la cremallera, saco unos vaqueros y rebusco entre todas las prendas hasta dar con una camisa lila.

Me visto rápidamente y me pongo las zapatillas. Me deshago de la colita de caballo y observo cómo cae en grandes cascadas sobre mi espalda, húmedo. Luzco perfecta y lista para la excursión de esta mañana.

Salgo de la habitación y entro directamente en la cocina. Mi tía desvía la atención de lo que prepara, me mira y sonríe. Sirve un plato y señala uno de los taburetes para que me acomode. Lo hago y miro a Charles sentado a mi lado. Tiene ambas manos melosas por la leche y el cereal.

—¡Así no Charles! —replica mi tía acercándose a él con un paño—. ¿Cuántas veces te he dicho que no hagas eso?

—Nunca —se atreve a responder el pequeño—.

Tomo un trozo de tostada y lo introduzco en mi boca.

—Desayunen de prisa o los chicos se irán sin ustedes —dice mi tía mientras ayuda a Charles a bajar del taburete—.

—¿No vienes con nosotros?

Deja el vaso de Charles sobre el fregadero, se gira y niega con la cabeza.

—Necesito hablar con tu madre. Hay que ponernos al día de tantas cosas.

Charles se mira las manos y se las enseña a su madre.

—Corre a lavarte. Sino Amanda se irá sin ti.

El pequeño asiente y sale de la cocina volando.

—Por favor, hagan que se entretengan un rato. John se la pasa todo el día en el sótano, mientras Charles echa de menos compartir más tiempo con su hermano mayor.

—Yo me encargaré personalmente de eso. Es un bonito detalle de su parte que nos quieran llevar a visitar la ciudad.

—Te va a encantar, no te cansarás de ver lo que esconde cada rincón.

William nos grita desde la puerta. Charles sale del baño y corre hacia él. Me despido de mi tía con un beso en la mejilla y cojo mi bolso. Cierro la puerta principal y me reúno con ellos. William se detiene y carga sobre sus hombros a Charles. Han entablado una gran relación.

John y yo caminamos detrás de ellos.

—¿Es igual de bueno contigo?

—¿Qué? —agrego confundida—.

—William. ¿Te trata tan bien como a Charles?

Lo primero que hago es pensar en el William de hace unos meses: aquel chico sin escrúpulos que soltaba cualquier barbaridad irracional. El William de ahora es muy diferente, es más familiar y cariñoso que nunca.

—Claro. ¿Por qué lo preguntas?

John encoge sus hombros y mira al frente. William se gira y el pequeño Charles nos abuchea.

—Parecen tortugas.